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Tomás Calvillo Unna

17/01/2018 - 12:00 am

La conciencia del momento de la Nación

Estamos en una condición extrema, debido a nuestra incapacidad para acordar al menos un consenso mínimo que nos permita no someter el presente y el futuro del país a la lucha por el poder que se ha convertido en un círculo vicioso, lejano de la solidaridad básica que una democracia verdadera exige a sus ciudadanos y gobernantes.

“Estamos en una condición extrema, debido a nuestra incapacidad para acordar al menos un consenso mínimo que nos permita no someter el presente y el futuro del país a la lucha por el poder que se ha convertido en un círculo vicioso…”. Pintura: Tomás Calvillo

… no de este o aquel candidato, partido o coalición, si no de la Nación.

No tenemos en realidad esa conciencia, sabemos de la degradación que expande la violencia y las profundas desigualdades, pero ignoramos lo que ello implica como desafío para la comunidad nacional. Y lo ignoramos porque hemos dejado de creer que exista una comunidad nacional; no lo decimos, pero de facto así es.

Estamos en una condición extrema, debido a nuestra incapacidad para acordar al menos un consenso mínimo que nos permita no someter el presente y el futuro del país a la lucha por el poder que se ha convertido en un círculo vicioso, lejano de la solidaridad básica que una democracia verdadera exige a sus ciudadanos y gobernantes.

No nos damos cuenta que la globalización redujo los márgenes de cohesión y detonó dinámicas que trascienden cualquier frontera e impactan en nuestra cotidianidad; la del crimen es un buen ejemplo, como las del capital, la tecnología, los corporativos, etc. Actores todos que intervienen diariamente en el quehacer económico y político. Y en todo ello el juego democrático se inclina más por la perversión revestida de pragmatismo que por los valores e intereses legítimos.

No alcanzamos a advertir que la velocidad de los cambios ha colapsado entornos culturales que eran referentes significativos para las comunidades; los vacíos han sido ocupados por los diversos rostros de la violencia. Eso atañe a todo el país. ¿Cómo lo vamos a superar si ni siquiera se focaliza?

La fragmentación de la élite y de la sociedad es un ingrediente explosivo que los liderazgos políticos expresan y no resuelven.
Destazar, desmembrar, desaparecer son palabras que leemos y escuchamos todos los días: son este país donde nos hemos convertido en cómplices silenciosos del horror.

En estas condiciones, las elecciones pueden convertirse en una experiencia trágica si mantienen la dinámica que llevan. No obstante, los movimientos ciudadanos, de las localidades y las regiones pueden articular un lenguaje político estratégico en su diversidad que fortalezca a la nación. Pareciera en muchos casos que los partidos políticos insisten en impedirlo, imponiendo sus intereses autoritarios y centralistas.

La tensión entre estas fuerzas y la manera en que se resuelva esta en los próximos procesos electorales, marcará el rumbo del país.

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