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Jorge Alberto Gudiño Hernández

17/02/2018 - 12:02 am

Ciertos chats

Algunas mañanas me despierto con una andanada de mensajes en mi teléfono. A veces, cuando mi inquietud o mi esperanza es de amplio rango, ya sea porque espero noticias o respuestas, acudo a ellos presuroso sólo para toparme con medio centenar de “Buenos días” y un montón de respuestas a ellos. Pertenecen a los chats […]

WhatsApp es una gran herramienta de comunicación. Permite cierta velocidad y dejar las cosas por escrito. Como herramienta, sólo es una forma de ampliar el rango de acción de los procesos comunicativos. Foto: Pixabay

Algunas mañanas me despierto con una andanada de mensajes en mi teléfono. A veces, cuando mi inquietud o mi esperanza es de amplio rango, ya sea porque espero noticias o respuestas, acudo a ellos presuroso sólo para toparme con medio centenar de “Buenos días” y un montón de respuestas a ellos. Pertenecen a los chats a los que, como papá de mis hijos, pertenezco. Mismos en donde, por no saludar a diario, de seguro se me tilda de grosero.

—Juanito perdió su lonchera hoy en el recreo —reproduzco textual—, ¿alguien sabe si su hijito se la llevó por error?
Leí la pregunta y supe que no debía contestar. De hecho, supuse que, en caso de que algún niño se hubiera llevado la lonchera en cuestión, sus padres avisarían y ya.
—No.
—Luis tampoco.
—Ni Lu.
—Pedro no usa lonchera.
—Lu perdió un calcetín.
Y así, durante un buen par de horas. Salvo que, claro está, Juanito la encuentre y, entonces, la madre o el padre en cuestión avise y los demás se congratulen por el hallazgo.

Cuando nos inscribimos en el primer chat grupal fue en el entendido de que, eventualmente, por ahí llegaría información importante. A veces llega. No suelen ser avisos de vital importancia pero sí de cierto interés. Por eso no me doy de baja. Conozco a otros, mucho más sensatos, que ya lo han hecho: prefirieron su tranquilidad a participar de esos diálogos.

WhatsApp es una gran herramienta de comunicación. Permite cierta velocidad y dejar las cosas por escrito. Como herramienta, sólo es una forma de ampliar el rango de acción de los procesos comunicativos. A veces llegamos a un exceso tal, que el contenido de lo dicho deja de tener importancia: predomina la respuesta rápida y sin sustancia. Hemos trivializado tanto la comunicación que lo relevante, ahora, es decir mucho significando poco.

Sirva de ejemplo cierto diálogo en torno a las alergias. Lo resumo pues tuvo más de trescientas aportaciones, en verdad. Una madre pregunta si alguno de los niños es alérgico al gluten pues llevará panecitos para compartir. De nuevo, para que la comunicación sea funcional y no se llene de ruido, decido que lo mejor es no responder, toda vez que mi hijo no tiene dicha alergia. Otros integrantes del chat piensan de manera parecida a mí. Callan. No pasa lo mismo con una docena de papás. La lista de nos es larga. Luego se amplía: “mi hija no es alérgica a nada”, “la mía tampoco”, “cero alergias”… “¿Con qué harina horneas los panes?” La pregunta es sincera pero está hecha en un mal foro. Las siguientes cien entradas son una discusión en torno a las marcas y tipos de harina. No hay ningún niño alérgico, por cierto. Si dos o más personas a quienes les interesa mucho hornear pan y la calidad de los ingredientes buscan recomendaciones, me parece sensato; que lo hagan en un chat con otros cuarenta miembros, suena ridículo.

“Bueno, de todos formas voy a llevar unos panes sin gluten, por si las dudas”. ¿Y entonces? ¿Para qué la pregunta inicial? Ningún niño es alérgico.

Las cosas empeoran cuando los niños crecen. Ya no son tantos los mensajes pero comienzan a pedir la tarea del día. En otras palabras: el padre vela por la irresponsabilidad o el descuido del hijo. Al margen de esa discusión con tintes moralinos, ¿por qué el papá en cuestión no le pregunta a su amigo dentro del grupo?

El abuso de las herramientas comunicativas es tan grave como la renuncia a ellas. Da la impresión de que decir es lo importante, decir mucho antes que decir bien. Y sí, uno permanece dentro del chat porque, cuando ya las esperanzas se han disuelto en las brumas del sueño, llega un mensaje que interesa. Casi hay que copiarlo para que no desaparezca en medio de la larga lista de los restantes.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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