Lozano: De la privatización bancaria al Fobaproa; del “PemexGate” a la derrota de 2000; de PRI a PAN (Segunda parte)

17/04/2013 - 12:00 am

Algunos de los eventos más polémicos del México contemporáneo –que difícilmente están en su biografía personal– pasaron cerca de donde Javier Lozano se encontraba. Estuvo en Comité que privatizó la banca, con Carlos Salinas de Gortari, y luego fue parte del cuestionado Fobaproa. Estuvo dentro de Petróleos Mexicanos cuando el “PemexGate”. Fue vocero del PRI cuando perdió la Presidencia, en el 2000, y también representante de Puebla en el DF con uno de los gobernadores más polémicos, acusado de fraude electoral: Melquiades Morales. Fue candidato a Diputado y perdió frente al PAN… partido que abrazaría poco después.

Educado por el Opus Dei, ala de ultraderecha en la iglesia católica, el ahora Senador panista pensó, en algún momento, que sería concertista. Pero eso, como el hacer una carrera en el PRI, no se le dio…

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Ciudad de México, 17 de abril (SinEmbargo).- Se citaron temprano, antes de la entrada a clases en alguna de las canchas de cemento de la colonia San Miguel, en Puebla. Rondaban los 12 o 13 años y el acuerdo era simple: se besarían por primera vez y correrían al salón del Colegio Alejandría.

Cuando ella llegó, Javier Lozano ya estaba ahí. Paciente, más experimentado, él la atrajo hacia sí y oprimió su boca en la de ella, que no supo más que apretar los labios. Y corrieron al salón.

“Javier me dio mi primer beso”, confiesa la mujer que cuida que su esposo no ronde cerca de la sala en que platica ni de sus recuerdos. “Era el chavo interesante. Venía del Humboldt”.

Esta escuela particular tenía fama de seguir una rigurosa disciplina –a la puntualidad, higiene, orden y tareas demandantes se sumaban las clases de alemán– a la que ya se habían sometido Gerardo y Sergio, los hermanos mayores de Javier quien, según algunos de sus ex compañeros, dejó el Humboldt por problemas de conducta.

Esta escuela recibía niños más acomodados que los del Colegio Alejandría, lo que favoreció la popularidad de Javier, dueño desde entonces de una gran capacidad de desenvolvimiento social a voluntad. “Era un seductor, no tanto de niñas, sino de quien él necesitara”, recuerda otra compañera. “Al poco tiempo se hizo el consentido de los profesores. No era de los mejores alumnos, simplemente se le hacía fácil, pero no hacía mucho más. Desde entonces era muy orgulloso”.

“Quiso mucho a un profesor de civismo, alguna vez Javier dijo que ese maestro fue una motivación para estudiar Derecho”, tercia otro ex compañero.

–¿A qué edad reprobó una materia por primera vez?– se le pregunta a Lozano.

–Quizás en tercero… No, en tercero saqué primer premio. No sé… En la prepa se me complicó terriblemente química orgánica. Me fui a título de suficiencia y estuve a punto de no graduarme por esa materia. Civismo, español, historia me encantaban.

La ex novia apunta: “Se transformaba cuando tocaba el piano. Lo tomaba muy en serio. Realmente estaba dedicado a la música. Decía que él sería concertista”.

Lozano continuó el bachillerato en el Colegio Americano y, al terminar, vivió un año en Austin, Texas, con la idea de aprender inglés y continuar su trayectoria de músico.

Una maestra de piano, Betty Mallarb, lo tomó del brazo y lo llevó por los salones del instituto en que permanecía. Manos y manos iban y venían por las teclas. Escuchó un excelente intérprete y otro y otro. Apareció algún virtuoso.

–Mira, ellos sí serán concertistas– dijo al muchacho, que se resquebrajaba como lodo seco.

“Tocaban 10 veces mejor que yo y algunos eran menores. Fue duro. Lloré. Y a ella la agradezco infinitamente que me haya permitido reconocer la verdad a tiempo”, recuerda Javier en entrevista con SinEmbargo.

Y ahora, pieza clave en el PAN. Foto: Cuartoscuro
Y ahora, pieza clave en el PAN. Foto: Cuartoscuro

LA SEGUNDA OPCIÓN

Eligió derecho en parte por la influencia infundida por el profesor de civismo de la secundaria y porque su hermano Gerardo ya cursaba la carrera. La relación entre los dos hermanos abogados es mejor que con Sergio, el dentista a quien, según las fuentes consultadas se le rechaza porque mantuvo contacto con el padre que los abandonó en la niñez.

Gerardo vivía en un departamento en la Ciudad de México y Javier debió conseguir acomodo en una casa de asistencia a la que, cuando al sitio elegido en la colonia Florida del DF entendió que se trataba de una residencia estudiantil del Opus Dei, corriente católica de élite que mantiene la práctica de la autoflagelación y el uso de artefactos hirientes colocados debajo de la vestimenta para atemperar con dolor cualquier instinto pecaminoso.

A Lozano tocó al menos el silencio forzado durante las comidas, la prohibición de mirar de frente a las mujeres que aparecieran en la casa, el rezo hecho letanía interminable.

“Era muy presionante e impresionante”, dice Lozano. “Viví ahí menos de un año”.

Disciplinado en definitiva, Javier cursó de manera simultánea estudios profesionales de piano en el Conservatorio Nacional de Música entre 1981 y 1985.

La Escuela Libre de Derecho sería definitiva en la carrera de Lozano quizá más por las relaciones ahí construidas que por cualquier otra razón. Uno de los contactos más preciados fue con un joven y entusiasta panista llamado Felipe Calderón.

“Felipe Calderón iba un grado delante del mío. No hubo amistad en ese tiempo. Admiraba su claridad y su capacidad oratoria. Nunca comió uno en la casa del otro”.

–Él ya era panista. ¿Usted ya era priista?

–Yo ni sabía cómo se comía eso. Pude ser notario, litigante. Las circunstancias me llevaron a la función pública.

En mayo de 1987, se recibió con la tesis Aspectos Legales de la Regulación del Crédito Bancario en México, un trabajo sin mayores aspiraciones además del título. Es un trabajo impecable en su pulcritud y redacción con una quincena de referencias bibliográficas y conclusiones que asemejan definiciones generales de libro de texto.

Con el tiempo Lozano volvería a su universidad. Ha sido por más de 12 años consecutivos profesor y actualmente es titular de la cátedra de Introducción al Estudio del Derecho.

De la universidad surgió también uno de sus mejores amigos, Sergio Vela, director de ópera, promotor artístico, diseñador y músico mexicano. Vela presidió el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes entre 2006 y 2009, cuando salió por diversas críticas a su eficiencia en el puesto y a gastos suntuarios y excesivos.

Lozano y Vela mantienen interesantes puntos de contacto. Ambos son abogados y músicos, uno más de una cosa que el otro, son egresados de la Escuela Libre de Derecho y al menos conocidos desde entonces de Felipe Calderón.

“Los dos son pedantísimos”, confía alguien que ha coincidido en el círculo.

“Javier quiere presentarse todo el tiempo como un virtuoso del piano y llega a tales extremos de pretensión que en alguna boda con pocos invitados, con una petición de vestuario informal, él llegó de frac”.

***

Lozano casó con Silvana Ponzanelli Vázquez, cuya familia completa adquiere importancia en la vida de Lozano, porque ahí el joven poblano, “proveniente de una familia disfuncional”, dicho por él mismo, se refugió.

La historia de Silvana también posee varias peculiaridades. Es nieta del escultor italiano Adolfo Ponzanelli, contratado por Porfirio Díaz para forrar con mármol de Carrara el Palacio de Bellas Artes, el Ángel de la Independencia y Correo Mayor.

Esa es la luz, pero también está la sombra. En esa estirpe de talladores de piedra figura Octavio Ponzanelli, a quien tocó ornamentar “El Partenón” de Zihuatanejo y la mansión del Ajusco de Alfonso “El Negro” Durazo.

En la línea recta de Silvana los artistas discurrieron en empresarios. Enrique, uno de sus hermanos, tiene participación en Wal-Mart México y otro, Alberto, en Comercial Mexicana.

La esposa del Senador estudió Ciencias de la Comunicación, es seguidora del Dalai Lama y fungió durante el sexenio pasado por órdenes de Margarita Zavala de Calderón como enlace gubernamental con la Cruz Roja. Durante la anterior administración tuvo un cargo remunerado en la Comisión Nacional de Fomento a la Educación entre mayo de 2007 y agosto de 2008 con una percepción neta de 36 mil 8762 pesos mensuales.

El matrimonio Lozano Ponzanelli cuenta con cuatro hijos: Javier, Ana, María y Mauricio. El enlace está en proceso de separación, esto dicho por el propio Lozano quien frecuentemente expresa el orgullo y admiración que profesa a sus muchachos con una intensidad inversamente proporcional al desprecio que se le siente cuando habla de su padre.

El Senador asegura que ahora lee de manera simultánea cuatro libros: La columna de hierro. Cicerón y el esplendor del Imperio Romano, de Taylor Caldwell; una autobiografía de Daniel Barenboim, pianista de primera relevancia mundial durante la segunda mitad del siglo XX; una biografía de Lyndon Baines, el Presidente estadounidense que asumió el cargo después del asesinato de John F. Kennedy, y algo que no precisó del historiador Stephen Zweig.

Es integrante del Consejo Consultivo de la Academia de Música del Palacio de Minería. Posee una lista de música clásica “imprescindible”. Los gustos del político abarcan casi tres siglos de composiciones de 38 autores, entre estos J.S. Bach, Handel, Haydn, Beethoven, Mozart, Schubert y Chopin. Prepara, dice, la puesta en piano de El Otoño de Tchaikovski, un preludio de Sergei Rachmaninov y la Sonata 15 llamada Pastoral de Beethoven. Antes de todo esto corre al menos tres veces por semana entre seis y ocho kilómetros.

“Pienso correr las carreras que pueda de cinco kilómetros tanto en Puebla como en el DF”, presume. Por si fuera poco sigue con entusiasmo cada juego de su equipo, las Chivas de Guadalajara.

–¿Qué hace además de todo esto y tuitear?

–Estoy con mi familia, doy clases en la Escuela Libre de Derecho. Leo mucho. Me gusta ver el futbol. Ir a conciertos, a la ópera.

–¿Y está legislando?

–Mucho, ahí sí estamos a todo lo que da.

–Alguien me dijo que usted tiene serios problemas para dormir.

–¡Cero! ¡No, qué va! Duermo muy bien. Bajé una aplicación del iPhone que se llama Sleep no sé qué madres. Mide cómo duermo… Sleep Cycle. Me dice que tengo tiempo promedio en la cama 6 horas con 28 minutos durante las últimas 37 noches que me he medido y registra la calidad de sueño de cada hora. La verdad es que duermo bien. No tengo problemas, mano.

EL ASCENSO

El primer sueldo percibido por Lozano en la administración pública fue en 1984 como pasante en la Dirección de Disposiciones de Banca Central del Banco de México. Llegó ahí por invitación de su maestro de Contratos, Pedro Ordorica, quien sería presidente de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro durante la administración de Calderón.

Talentoso, Lozano atrajo el interés de la iniciativa privada y a sus 25 años recibió la Gerencia Jurídico del Sector Petroquímica del Grupo Alfa (¿Se recuerda al abuelo Don Ga con intereses en este mismo ramo?). Dos años después volvió al gobierno, esta vez a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público titulada por Pedro Aspe Armella. Permaneció ahí durante el resto del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, así que conoció desde adentro la gestación del “error de diciembre” que llevaría al país a la bancarrota durante los primeros años del gobierno de Ernesto Zedillo.

En un tramo de la administración zedillista, entre 1994 y 1995, Lozano recibió la asignación de contralor general corporativo de Petróleos Mexicanos. Es decir, era el hombre responsable de cuidar que Pemex no fuera el barril de corrupción sin fondo que tan lo siguió siendo que en ese mismo sexenio que ahí se fraguaron estafas de cientos de millones de dólares, incluida la conocida como Pemexgate de la cual se benefició el candidato presidencial priista Francisco Labastida, a quien Lozano apoyó.

La paraestatal era dirigida por Carlos Ruiz Sacristán, quien migró a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes llevando de la mano a Javier Lozano, primero como oficial mayor y luego como subsecretario de Comunicaciones. Finalmente lo promovió como presidente de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, tema fundamental en su carrera política y privada. Su habilidad y perspicacia política llevaron a que se le comparara con Joseph Marie Córdova Montoya, el pequeño Maquiavelo atrás de Salinas.

Vale la pena apuntar un par de coincidencias –más allá de las resultantes por el fervor compartido al libre mercado– entre Ruiz Sacristán y Lozano Alarcón. Mientras el maestro fue un devoto estudiante de los Legionarios de Cristo, el alumno residió en la casa del Opus Dei, una y otra congregaciones consideradas ultraderechistas. La segunda es que al conocerse la profusa actividad pederasta de Marcial Maciel, fundador de la Legión, Ruiz Sacristán amenazó ir contra CNI Canal 40 por la difusión de los hechos de abuso infantil. Años después, Lozano haría lo propio desde el gabinete presidencial contra MVS tras la mención hecha por Carmen Aristegui sobre el posible alcoholismo de Felipe Calderón.

Respecto a Ruiz Sacristán, pesarían algunas acusaciones. Como la de ser beneficiario de un contrato público con la empresa estadounidense Sempra Energy. Esta firma posee un contrato sujeto a polémica no sólo ética sino judicial por 16 mil millones de pesos para el abastecimiento de gas natural entre 2008 y 2022. Y en contra de ambos, también de Lozano, de haber favorecido a la empresa Unefon.

Entre los pocos aspectos que Lozano no presume de su vida en su trayectoria es su función en el Fobaproa, el sembradío de fraudes por el que el gobierno compró a los bancos créditos incobrables que se tradujeron en un fuerte incremento en el costo fiscal del rescate para reducir así las pérdidas de bancos, accionistas o grandes deudores que podían pagar sus créditos, pero que fueron transferidos a deuda de todos los mexicanos: 552 mil millones de pesos. El monto equivalió al 40 por ciento del PIB de 1997, a las dos terceras partes del Presupuesto de Egresos para 1998 y el doble de la deuda pública interna. A esto también obedecen los reclamos a Javier Lozano de cabildear a favor del interés privado y no del público.

Antes, Javier Lozano fue también miembro del Comité que se encargó de la privatización de la banca con Carlos Salinas de Gortari. El Comité era presidido por Guillermo Ortiz Martínez, subsecretario de Hacienda; Miguel Mancera, director general del Banco de México; Guillermo Prieto Fortún, presidente de la Comisión Nacional Bancaria; Oscar Espinosa Villarreal, presidente de la Comisión Nacional de Valores; Jacques Rogozinski, coordinador de la Unidad de Desincorporación de Entidades Paraestatales de SHCP; Carlos Ruiz Sacristán, director general de Crédito Publico de la SHCP; Víctor Miguel Fernández, director general de Banca Múltiple de la misma dependencia. Y Javier Lozano Alarcón, secretario técnico.

–La verdad, la verdad, ¿alguna vez se quedó con el cambio de las tortillas? ¿Le ganó alguna propina a un mesero descuidado? ¿Se robó algo, lo que sea?– se le pregunta.

–Pues mira, vamos, pues… conscientemente alguna vez algo en la primaria, como una travesura, pero nada más– responde airoso–. Una cosa marcó toda mi vida. Cuando mi mamá me compró una colección de discos de Beethoven la pagó con tarjeta de crédito y llegando a la casa se dio cuenta que traía el báucher. A mí me pareció buena suerte. Pero ella regresó a la tienda y entregó el pago. Fue una enseñanza fundamental para mí. Me pueden poner de cabeza todos mis enemigos y no me encuentran absolutamente nada. Me pueden criticar muchas cosas, pero nunca que me llevara algo o que condicionara mi trabajo.

Lozano pasó luego a la Secretaría de Gobernación como Subsecretario de Medios, despacho de cierta manera complementario al anterior en la subsecretaria de Comunicaciones por la relación con los medios de comunicación, una oficina igual o equivalente con la que su abuelo Don Ga tratara 30 años atrás.

Tras la derrota de su partido en 2000, Lozano ocupó la representación del gobierno poblano en la Ciudad de México. A la vez puso en marcha una firma legal llamada Javier Lozano y Asociados especializada en consultoría orientada a proyectos vinculados con la tecnología y regulación en materia de telecomunicaciones, manejo y estrategia de medios de comunicación. Uno de sus socios sería su hermano Gerardo, quien se vería involucrado en que la marca Pemex fuera registrada con ese nombre por un particular en Estados Unidos.

EL PRIISTA LOZANO, LOZANO EL PANISTA

“Lo de la militancia en el PRI en realidad fue una consecuencia de trabajar en el gobierno. No recuerdo haberme ido afiliar nunca al partido y esto era un sistema político y cuando eres subsecretario de Estado eres parte de una estructura. Me incorporé al PRI, porque trabajaba para el gobierno”, justifica Javier Lozano.

–Usted fue candidato del PRI una diputación federal en Puebla– se le recuerda.

–Sí, en el 2000, por el Distrito XI de Puebla.

–Que ganó Mantilla.

–Sí, Manuel Mantilla– en realidad es Miguel Ángel.

El PAN arrasó en esa contienda. Hasta hoy el PRI no ha perdido ese distrito de manera tan apabullante como lo hizo con la postulación de Lozano, un político en realidad alejado de las urnas. Su otra campaña fue durante pasado proceso de 2012, esta vez con los colores de Acción Nacional y al Senado, un salto importante si se considera su inexperiencia en cargos de elección popular.

Lozano llegó al Senado, pero no ganó, sino que, como panista, perdió ante el PRI. Alcanzó el escaño por el principio de primera minoría. Uno de sus contrincantes, el ex Secretario de Gobernación Manuel Bartlett, asegura que ni esto: “Podemos demostrar cómo se manipularon los resultados para que Lozano llegara”.

Sin ganar ninguno, Bartlett y Lozano se reencontraron en Reforma. El primero fue incluido en el primer sitio de la lista plurinominal del Partido del Trabajo, al cual coordina.

Y cosas de la política: Mantilla es un uno de los panistas relegados por la toma que del partido hicieron calderonistas y cercanos a Rafael Moreno Valle. A unos y otros pertenece Javier Lozano.

***

¿Fue Lozano tan indiferente al PRI como sugiere? Es sólo asunto de revisar los periódicos de hace 12 años, cuando Javier Lozano estuvo en el frente de otra elección presidencial perdida para su partido, aquélla ocasión la primera en que, oficialmente, el Revolucionario Institucional sufrió una derrota.

Dos semanas después del 2 de julio de 2000, fecha en que el PAN obtuvo su estancia en Los Pinos con Vicente Fox, la presidenta nacional del PRI Dulce María Sauri designó un nuevo Comité Ejecutivo Nacional e incluyó a Lozano como vocero. El listado de los demás funcionarios partidistas es un claro retrato de los tiempos priistas vividos por el priista Javier Lozano.

Sergio García Ramírez obtuvo el encargo de secretario general. Su currículum incluía diferentes cargos públicos desde los tiempos de Luis Echeverría. Años después, durante la pasada elección de 2012, ejerció como consejero del Instituto Federal Electoral. Abandonó el Consejo por su relación con Monex, empresa financiera utilizada por el PRI para operar recursos de origen incierto a favor de la campaña triunfadora de Enrique Peña Nieto sin que el Presidente Calderón ni los calderonistas, como lo es Lozano, operaran para aclarar los comicios.

La Secretaría de Operación y Acción Política del PRI derrotado en el 2000 quedó a cargo de César Camacho Quiroz, ex Gobernador del Estado de México y quien resolvió su sucesión a favor de Arturo Montiel, ambos miembros prominentes del grupo Atlacomulco de donde surgió el actual Presidente de la República. Camacho es el actual presidente de su partido.

Jesús Murillo Karam, hoy Procurador General de la República, ex coordinador del PRI en el Senado, ex Gobernador priista de Hidalgo y ex secretario general del PRI, también coincidió con Lozano en aquélla dirigencia.

Igualmente Felipe Solís Acero, en el presente Subsecretario de Enlace Legislativo y Acuerdos Políticos de la Segob a quien toca, entre otros asuntos, negociar la nueva Ley de Telecomunicaciones propuesta al Senado, situación y tema en que Javier Lozano es protagonista.

En una de sus pocas apariciones como coordinador de Comunicación Social priista, Lozano pronunció algunas críticas a la fracasada campaña tricolor.

“No fuimos capaces de contrarrestar el efecto negativo de años atrás, no tuvimos la habilidad de demostrar una nueva actitud, no sólo en el discurso, sino en los hechos concretos y que convenciera al electorado.

“No sólo fallamos en la comunicación a través de los medios, en la mercadotecnia, sino también al abandonar grupos muy necesitados que en otros momentos fueron los que dieron el apoyo al partido y que hoy quizá, por un exceso de confianza, no tuvimos cerca. Se confió demasiado en la lealtad de quienes nos han apoyado incondicionalmente y abandonamos el contacto con esa gente.

“Lo que pasó con ‘el nuevo PRI’ fue que nos sirvió mucho en la contienda interna, pero luego en la campaña no fue algo que pudiéramos reivindicar o demostrar con hechos, incluso fue contraproducente hablar del nuevo PRI cuando no hubo una renovación al interior del partido para poderlo demostrar ante la sociedad”, decía dos sexenios atrás.

Pronto, Roberto Madrazo, futuro candidato a la presidencia, pasó la aplanadora por encima sin contemplaciones.

Melquiades Morales, Gobernador de Puebla entre 1999 y 2005, rescató a Javier y lo designó su representante en el Distrito Federal.

“La verdad es que como priista poblano no lo recuerdo”, anota Manuel Bartlett. “Lo veía con Melquiades. Le achichincleaba…

Morales fue señalado insistentemente como uno de los operadores electorales más hábiles del PRI… y de los más burdos. Fue el que llevó al poder, con un fraude escandaloso que incluyó el rellenado de urnas, a uno de los gobernadores poblanos más escandalosos y corruptos de los que se tenga memoria: Mario Marín.

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