VANGUARDIA DE SALTILLO

Migrante salvadoreño recorre 3 países en bicicleta; sueña con ayudar a su familia

17/05/2016 - 7:00 pm

Amparado en las sombras, Mauricio salió de su natal Salvador buscando concretar el sueño que ha acariciado desde hace 25 años: conseguir un trabajo estable para enviar dinero a su familia y optar por sacarla de la situación de carencias en la que se halla.

Para Mauricio Gaytán no hay obstáculo insalvable, él se propuso llegar a Estados Unidos, y asegura que lo logrará. Foto: Karla Tinoco, Vanguardia.
Para Mauricio Gaytán no hay obstáculo insalvable, él se propuso llegar a Estados Unidos, y asegura que lo logrará. Foto: Karla Tinoco, Vanguardia.

Por Karla Tinoco

Ciudad de México, 17 de mayo (SinEmbargo/Vanguardia).- Mauricio Gaytán salió de El Salvador una madrugada de marzo, montado en su corcel de aluminio. En la cartera no cargaba más de diez dólares, para un viaje que le llevaría a pedalear más de tres meses con sus días y a veces con sus noches.

Este hombre dice no ambicionar coches, terrenos, casas… solo quiere encontrar un buen trabajo que le permita enviar dinero a los suyos que se quedaron en “La Libertad”, un pueblo que no hace honor a su nombre, porque ahí no solo se sufre la falta de empleo y comida, también el asedio de las pandillas.

Hace ocho años viajó por primera vez fuera de su país, y llegó hasta Veracruz. En esa ocasión decidió emprender el viaje en el lomo de La Bestia, de donde fue arrojado y sufrió un accidente que le costó la deportación hacia El Salvador.

Mauricio, de 45 años, lo volvió a intentar hace un año. Cómo no iba a hacerlo con siete hijos a los que tiene que alimentar.

No todos son míos, de sangre nada más dos, pero los demás son hijos de un cuñado de mi esposa a los que también criamos cuando eran pequeños.

Ahora de Mauricio y su esposa únicamente depende su hijo de nueve años.

No crea que yo viajo para conseguir mucho dinero, yo no busco carros, ni casas, ni nada de eso. Esas no son mis ambiciones. Lo que sí quiero es tener un oficio estable, algo que me ayude para traerme a mi familia, porque allá en El Salvador hay mucha hambre, porque de nada sirve tener un negocio si uno tiene que pagar cuota a las pandillas.

25 AÑOS DE ACARICIAR UN SUEÑO JUVENIL

Foto: Karla Tinoco. Objetivo. Lo que mueve a Mauricio es su familia, a quien le quiere dar un mejor futuro. Foto: Karla Tinoco, Vanguardia.
Lo que mueve a Mauricio es su familia, a quien le quiere dar un mejor futuro. Foto: Karla Tinoco, Vanguardia.

Para que este hombre de complexión delgada, piel tostada y cabello rizado, entrecano, emprendiera un viaje en bicicleta pasaron seis meses de planeación. El año pasado lo intentó, pedaleó y pedaleó hasta que llegó a Houston, allá decidió entregarse a las autoridades migratorias porque planeaba una coartada.

Mi primo me había convencido de que me fuera para Houston, porque estaban contratando a muchas personas que supieran de la
construcción para llevárselas a Pensilvania. Habíamos quedado que yo me entregaría a migración y él pagaría mi fianza, y como había un programa que ayudaba a los migrantes por cinco años mientras trabajaran, por eso decidí entregarme.

Pero la coartada de Mauricio se vino abajo, porque la fianza era de 10 mil dólares y su primo, después de haberse alejado de su mujer, le dijo que no podría pagarla ni podría ayudarlo. Por segunda vez la migra lo deportaba.

En este momento Mauricio está sentado en uno de esos asientos de vinipiel café, recordando cómo creyó en una promesa que no llegó. Hace memoria del sueño que no ha logrado cumplir y que se propuso desde chamaco.

Pero es que yo desde que tenía 20 años siempre tuve la ilusión de irme a trabajar para allá. Entiéndame, tengo 25 años luchando por el mismo sueño, y pienso que ahora sí lo voy a lograr.

Mauricio está convencido de que la tercera es la vencida, por eso planeó con más cautela este viaje. Meses antes reunió a sus hijos, hermanos, padres y a su esposa, les dijo que se aventaría nuevamente a hacer este viaje y que esperaba de ellos un gran apoyo moral.

La decisión fue por todos respetada, y el hombre continuó con sus planes.

Cuando salió de su casa, también traía un mapa con las rutas migratorias que lo llevarían a cumplir su sueño.

En el mapa también venían las casas de migrantes o albergues que dan asilo para las personas que, como él, también huyen de un
país que no tiene más que ofrecer que hambre y muerte.

Para Mauricio no fue tan difícil viajar en bicicleta, porque en La Libertad, dependiente del departamento de Colón en El Salvador, él se dedicaba a arreglar bicicletas, pues allá es un medio de transporte común y el oficio lo aprendió trabajando duramente por mucho
tiempo.

Yo además de saber mucho de bicicletas, también tengo muchos conocimientos para la construcción, como de maistro de obra. Podría dirigir la construcción de una casa, un edificio o lo que me pongan a hacer. También sé de jardinería, soy especialista en ladrillo artesanal y sé de todo tipo de cemento.

En la imagen, el medio de transporte utilizado por Mauricio Gaytán. Foto: Karla Tinoco, Vanguardia.
En la imagen, el medio de transporte utilizado por Mauricio Gaytán. Foto: Karla Tinoco, Vanguardia.

Mauricio únicamente estudió hasta tercero de primaria. Sabe leer, escribir y para él no hay ningún reto difícil, ni conoce lo imposible.
“La aventura hay que vivirla bien para no preocuparse”

No salió solo, lo acompañó Carlos, otro hombre que junto a él emprendió el mismo sueño. Durante un día completo pedaleó hasta salir de El Salvador, para cruzar Guatemala tardó tres días, donde sufrieron para conseguir comida y donde dormir.

Ahí la gente no es tan buena. Allá no dan nada, no es como en México, donde uno pide un vaso con agua y no falta quien le regale
algo de comer. Pero en Guatemala eso es muy difícil.

El viaje continuó con sus días y noches. Sólo se paraban en las gasolineras para cargar agua y no deshidratarse. Dormían donde los alcanzaba la noche, donde no pudieran ser perseguidos por nadie y donde se sintieran seguros.

A veces nos daban las dos o tres de la mañana y apenas buscábamos un lugar para dormir, ya fuera debajo de un árbol, nomás poníamos una bolsa negra que cargamos en el suelo. Pero esa bolsita era nuestra cobija, con esa misma nos cubríamos cuando llovía, era lo único que llevábamos para protegernos.

Para esas noches de frío no hay más remedio que pedalear y pedalear, porque así mitigan los cero grados de temperatura.

Una de esas noches en que el clima no era tan helado, Mauricio durmió tan cansado que no se fijó que se acostó a un lado de una
serpiente de cascabel.

Me di cuenta cuando ya estaba medio dormido porque sonaba bien cerquita el cascabelito, pero no crea que le hice algo, porque las serpientes no hacen nada a menos que las ataquen.

Tanto Mauricio como Carlos despertaban a eso de las cinco de la mañana para seguirle, siempre iban tras los albergues de migrantes donde les dieran algo de comer y descansar unos días.

Cuando conseguían dinero, les alcanzaba para comer dos veces al día después de 15 horas de pedaleo, pero cuando llevaban solo agua en el estómago, siempre pensaban en que pronto llegarían a Estados Unidos y era el impulso para continuar.

Ahora tanto Mauricio como Carlos tienen un mes de rodada por México y parecen no cansarse.

En la imagen, Mauricio Gaytán. Foto: Karla Tinoco, Vanguardia.
En la imagen, Mauricio Gaytán. Foto: Karla Tinoco, Vanguardia.

El tirón más largo y pesado cree que es de San Luis Potosí hasta Coahuila, porque son cerca de 450 kilómetros, donde no hay un solo albergue y tampoco tienen mucho que comer.

Hace 15 días que Carlos y Mauricio llegaron a Saltillo, donde han conseguido trabajo temporal que los ha ayudado a ahorrar dinero para mandar a los suyos y otro poco lo destinan para continuar el viaje.

Seguirán en las tierras del desierto un tiempo más, aún no sabe cuánto, mientras planean cruzar la frontera.

No sé cuánto tiempo estemos aquí, pero el reto, mi sueño, no se habrá cumplido hasta que yo no esté en Estados Unidos.

El riesgo
> ¿Cómo le hacían para evitar que los tráileres los atropellaran?, ?pregunto.
> Yo ya aprendí a moverme con el viento, entonces cuando pasa uno cerca de mí, lo que hago es mover rápido el volante y me agacho poquito, porque si no el aire me jala hacia las llantas.

Lo más arduo
> Los 450 kilómetros de San Luis a Coahuila, porque no hay ningún albergue en donde reponer fuerzas.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE Vanguardia. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas