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Óscar de la Borbolla

17/10/2016 - 12:00 am

René Avilés Fabila

Querido René: Tú sabes… tú supiste que muchas veces me senté, como ahora, a escribir por ti o para ti, pues presenté una docena de tus libros y cuando recibiste la Medalla de Bellas Artes estuve ahí contigo elogiando tu vida y tú obra. Tú sabes, René, que me sobran temas y motivos para hablar […]

Qué bueno que he borrado tantos párrafos, tantos comienzos, todo lo que mande a la nada para alcanzarte. Foto: Especial
Qué bueno que he borrado tantos párrafos, tantos comienzos, todo lo que mande a la nada para alcanzarte. Foto: Especial

Querido René:

Tú sabes… tú supiste que muchas veces me senté, como ahora, a escribir por ti o para ti, pues presenté una docena de tus libros y cuando recibiste la Medalla de Bellas Artes estuve ahí contigo elogiando tu vida y tú obra. Tú sabes, René, que me sobran temas y motivos para hablar de ti. Sin embargo, lo que no sabes, y ya no lo sabrás nunca -y esto es lo que me deja mudo- es que ahora, a unos días de tu muerte, no tengo nada que decir de ti. Si escribiera en papel y tú pudieras verme descubrirías a mi lado un montón de hojas arrugadas con tu nombre como título y unas palabras que no iban, que no fueron a ninguna parte. Pero hace mucho que no escribo en papel, sino en esta pantalla en la que he borrado y borrado párrafos.

¿A dónde se habrán ido esos otros comienzos de esta carta, esos párrafos que me parecieron impropios, sentimentales, impertinentes? Me imagino, René, que igual que tú se han ido a ninguna parte, que igual que tú han desaparecido. Y me pregunto: ¿si esos párrafos que borré y que están en ninguna parte te han llegado, puesto que tú también estás en ningún lado?

Y es que ahí, en lo borrado, sí tenía mucho que decir de ti y, sobre todo, algo que ya no pude decirte, y que era algo muy importante que tenía que decirte, que tendría que habértelo dicho para que no te enteraras por los periódicos o por terceros, sino por la voz de un amigo, René, porque éramos amigos, y el domingo, precisamente, a la hora en la que tú morías, yo me resolví a llamarte por teléfono. Te quería invitar a comer para contarte que había abogado por ti, para que tú fueras… Porque estaba y estoy convencido de tus méritos; pero que no había podido convencer a la mayoría.

Pero hoy, ¿qué caso tiene aquello que se relacionaba con tu vida?, ¿qué caso tiene si cada palabra que voy agregando a este texto te convierte en un personaje, en mi personaje. La persona real que fuiste ha desaparecido y las palabras que se digan de ti, en vez de presentarte, te representan te sustituyen: termina de enterrarte.

Qué bueno que he borrado tantos párrafos, tantos comienzos, todo lo que mande a la nada para alcanzarte.

 Acá quedan tus libros que no son tú, porque ellos son y tú no. Y quedan estas palabras que no son para ti, porque las que eran para ti las he borrado para dártelas.

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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