El ejército de 2 mil 500 títeres del Museo Nacional del Títere, en Tlaxcala

18/08/2018 - 9:00 am

En el Museo del Títere residen 2 mil 500 rostros inmóviles que recobran vida cuando salen a contar cuentos en alguna comunidad de Tlaxcala. El acervo de este museo tiene títeres de origen japonés hasta francés,para el disfrute de los tlaxcaltecas.

Por Édgar Ávila Pérez

Tlaxcala (México), 18 de agosto (EFE).- Los 2 mil 500 rostros permanecen inmóviles y adustos en un edificio del siglo XVIII, pero aún logran provocar sonrisas y evocar recuerdos de niñez en el Museo Nacional del Títere, el más grande de México en su tipo.

A los títeres y muñecos de los hermanos Rosete Aranda (famosos titiriteros del siglo XIX) que hoy “viven” en el central estado de Tlaxcala se les unieron marionetas de países tan diversos como España, Francia, Alemania, Italia, Indonesia, Japón, Pakistán, República Checa, Argentina, Venezuela, Colombia y Estados Unidos.

En el pintoresco pueblo mágico de Huamantla, los muñecos de trapo, madera, cartón y latón despiertan emociones de felicidad, tristeza, ira, sorpresa, miedo y disgusto, todo en un solo lugar.

“Cuando llegué acá sentía una atracción, pero hoy los siento como mis hijos, algo que tengo que cuidar con mucho cuidado, estarlos revisando y corregirlos”, describe para Efe el director el museo, Jaime Flores Flores.

Durante décadas, estas figuras con rostro y alma propios recorrieron pasajes históricos, cuentos clásicos, batallas infernales, conciertos musicales épicos y dieron voz hasta a los sin voz.

Hoy esos “hombres”, “mujeres” y animales reales y mitológicos yacen en vitrinas dando luz y alegría, aunque de forma distinta.

En sus años de esplendor cobraban vida con todas las técnicas de manipulación, como hilo, guante, guiñol y varilla, mientras que hoy reviven día con día cuando los visitantes sonríen al verlos y rememoran aquella infancia que se fue.

“Recuerdan una etapa de la vida infantil, a las personas les hace recordar pasajes de su vida y salen emocionados”, afirma Flores Flores, un hombre entrado en años.

De los 2 mil 500 títeres del acervo, muchos de ellos donados por compañías de teatro, actrices y productoras de cine, 650 se encuentran en exhibición y periódicamente se hacen cambios para que todos vean la luz.

Destacan las colecciones Rosete Aranda, de la época de oro del guiñol en México, los de la etapa precolombina y los procedentes de Asia y Europa, que son admirados y temidos en ocho salas permanentes y una temporal.

Los títeres participaron en obras como “El gato con botas” o “La Cenicienta”, inspiradas en los cuentos de Perrault; las óperas “La urraca ladrona” y “El barbero de Sevilla”, de Rossini, y en películas mexicanas como La edad de la inocencia protagonizada por Marga López en 1962.

En las vitrinas sorprenden personajes como El Brujo, con un rostro vivo y tétrico, que se maneja con la técnica de cruceta, o El Payasito, el primero que fue donado al museo por una compañía de teatro checa.

Este lugar también participa con Festival Internacional de Títeres de Tlaxcala, que reúne a los mejores exponentes de todo el mundo.

“Es brindar magia; los títeres te regalan sonrisas, lágrimas y conocer gente, es un mundo que cambia mucho las vidas”, afirma la titiritera Erika Torres Pérez, de la compañía AniMados, uno de los diez grupos independientes que cada fin de semana presentan obras en el espacio del museo.

Torres Pérez viene de una familia de titiriteros. Su madre fundó la compañía Machincuepa de Huamantla y ahora ella sigue la tradición desde el Museo, pero además sale a las calles de los pueblos más recónditos y hace funciones para los niños de menos recursos.

Caperucita Roja y el Lobo Feroz, Hansel y Gretel, Pinocho y Los tres Cochinitos también visitan las áreas infantiles de hospitales y escuelas públicas de este pequeño estado mexicano, que conserva sus tradiciones indígenas y españolas.

“El llevar títeres a un hospital, a escuelas y comunidades donde hay niños que nunca han visto un títere es un regalo”, afirma la joven, que forma parte de un gran ejercito de titiriteros que montan obras en Tlaxcala capital y en municipios tan pequeños como Zacatelco.

El único fin que tienen los actores, como el propio museo, es seguir teniendo la magia que brindan los títeres y ver las sonrisas de niños y no tan niños.

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