México

Vecinos del Rébsamen siguen en la calle. Guillermo, por ejemplo: con más de 70 años, pasa hambres

19/10/2017 - 10:00 pm

“¡Se quedó gente abajo! ¡Están gritando! ¡Doblen la varilla para que puedan salir!’’, dijo un hombre minutos después de que el Colegio Enrique Rébsamen, ubicado en la Delegación Tlalpan, se derrumbara el pasado 19 de septiembre. Un niño herido y cubierto de polvo apareció frente a él y fue rescatado, sin embargo, a sus espaldas, compañeros y maestros luchaban por sus vidas.

Hoy, 30 días después, el enorme edificio que albergaba el centro educativo es un cadáver de concreto entablado. Y aunque la atención de políticos y medios ya no se centra en ese lugar, los damnificados vecinos de esa escuela sí están y denuncian el olvido de las autoridades. “Señor Presidente de la República, señor Gobernador de la Ciudad de México, ¿por qué no se hacen héroes nacionales? Es el momento. ¿Cómo? Ayudando”, llama Guillermo González Salas.

Ciudad de México, 19 de octubre (SinEmbargo).- Se cumplió un mes después del sismo del 19 de septiembre, y el Colegio Enrique Rébsamen –ubicado en la Delegación Tlalpan de la Ciudad de México–, donde murieron 26 personas (21 niños y cinco adultos), se convirtió en un cadáver de concreto entablado.

Esa mañana, la del 19 de septiembre, niños y niñas fueron acompañados por sus familiares hasta la puerta de la institución educativa. Llegaron desde Acoxpa o Calzada del Hueso, se encaminaron por División del Norte y doblaron en las esquinas de Brujas y Rancho Piomo, sin imaginar que era un día de tragedia.

Y dieron las 13:14 horas en la colonia Nueva Oriental Coapa y la alerta sísmica sonó cuando ya cuando los edificios del Enrique Rébsamen crujían. Sí, la mayoría de las personas salieron en el momento, pero decenas quedaron atrapados bajo los salones y el mármol del departamento de Mónica García Villegas, dueña de la Escuela.

La sangre comenzó a circular entre las ruinas. Polvo, descontrol, gente corriendo y gritando. El terror se apoderó de la zona. Se convirtió en un microcosmos del dolor.

“¡Se quedó gente abajo! ¡Están gritando! ¡Doblen la varilla para que puedan salir!’’, gritaba un hombre junto a la estructura que acaba de vencerse. De un agujero en la pared, sobre la calle de Rancho Pio, se asomó un pequeño uniformado, pantalón rojo con cuadros y suéter con el escudo del CER. Estaba llorando. Entre las ranuras que dejó el movimiento telúrico fue rescatado junto a una de sus compañeras, de acuerdo a las escenas que compartió en redes sociales un héroe que arriesgó su vida para intentar salvar otras.

LLEGARON LAS MANOS…

El Rébsamen ya era noticia minutos después del sismo de 7.1 grados. Los testigos y los voluntarios que arribaron al lugar adoptaron, de inmediato, un lenguaje ahora ya conocido: Puño cerrado es igual a “silencio”, palma equivale a “nadie se mueva”, dedo significa “seguimos trabajando” y las manos arriba son para pedir agua.

Así corrieron los minutos y el sudor. Así se rescató a 11 personas en 24 horas. Y así, también, se localizaron los cadáveres de 21 niños y 5 adultos.

Llegó la comida, y los paramédicos. Arribaron las malas noticias, y la muerte. Hubo lámparas, y silencios prolongados. El área fue acordonada, y las autoridades, junto a voluntarios y “Los Topos”, dirigidos por Héctor “El Chino’’ Méndez, tomaron el control de los escombros (si es que se puede tener control sobre algo así).

Y de los restos emergieron menores con vida (ninguno de nombre Frida Sofía, por cierto). Pasaron las noches, los mitos, y los negocios se convirtieron en refugios, y la periferia del Enrique Rébsamen se volvió un búnker.

Claudia Sheinbaum Pardo, Delegada de Tlalpan, aseguró en septiembre que antes de demoler los restos del Colegio Rébsamen, se realizarán los peritajes necesarios para determinar qué pasó en el lugar.

De acuerdo a información presentada por Sheinbaum, en 2010 se ordenó la demolición del cuarto piso de la institución. El lugar, nombrado “gimnasio’’ en los expedientes, fue presuntamente clausurado, sin embargo, siguió ahí, dañando a los tres pisos originales del plantel.

“Al momento del análisis técnico, se observó que se están realizando trabajos de demolición de estructura de concreto armado del tercero y cuarto piso, dañando elementos estructurales que afectan la estabilidad de la construcción’’, dijo en 2010 la Dirección General de Obras y Servicios Urbanos al director general Jurídico y de Gobierno, Alejandro Zepeda Godínez.

Siete años después vino la tragedia.

Sobre Zepeda Godínez ya pesa una denuncia penal, y también contra Miguel Ángel Guerrero López, director de Jurídico y de Gobierno de Tlalpan en 2014, y la directora Mónica García.

“Es necesaria la investigación para saber qué pasó en los (edificios) que se derrumbaron, en los que quedaron afectados, o en los que hubo muertos”, apuntó Raquel Aguilera, subdirectora de programas de Amnistía Internacional México, en entrevista con SinEmbargo.

“La reconstrucción debe hacerse respetando y garantizando los derechos humanos de las personas. Es decir, que esta reconstrucción sea transparente, se garanticen las viviendas a las personas que lo perdieron, y que exista una investigación rigurosa respecto a los inmuebles’’, agregó. 

Hoy, a un mes de la tragedia, aún está pendiente el dictamen del Colegio de Ingenieros Civiles, el cual resultará del análisis de las estructuras del edificio, del concreto, los planos y expedientes.

Pasaron horas, días, y los rescatistas pedían silencio con la esperanza de hallar sobrevivientes. Foto: Cuartoscuro.
El Colegio Rébsamen se convirtió en un símbolo tras el el sismo de 7.1 grados. Foto: Carlos Vargas, SinEmbargo.
La presunta corrupción en la construcción del colegio es noticia en México y el extranjero. Foto: Cuartoscuro.
“Este mes ha sido horrible”, cuentan los padres del Colegio Rébsamen y los vecinos de la zona. Foto: Cuartoscuro.

UN MES DEPUÉS, EL BÚNKER SE DISOLVIÓ 

La circulación en División del Norte se normalizó. Los negocios reabrieron sus puertas y se lo hicieron saber a la gente con pancartas que recubren los camellones de Acoxpa. Ya no quedaron medios de comunicación ni voluntarios. Sólo permanecen escombros recubiertos de tablas de madera, y policías que vigilan las 24 horas para que nadie ajeno camine por el lugar. Y es que pasó un mes desde el sismo, y más de tres semanas del final de las labores de rescate.

El búnker que ocupaba cuadras y cuadras se disolvió. La vida continuó en medio de flores marchitas y veladoras apagadas en el sitio en el que, hace 30 días, laboraba Nestor Daniel Cáceres, voluntario y encargado de un muro improvisado que recogía los nombres de muertos y desaparecidos. La pared, de hojas, ahora envuelve un árbol y ya no es de interés para los que circulan por ahí.

El Rébsamen convive entre edificaciones “inseguras, de alto riesgo”, que tienen el ingreso restringido, y es custodiado, a sus espaldas, en la calle Rancho Camichines, por otro plantel educativo, el Colegio Palmerston, donde ya regresaron los niños a tomar clases, justo después de que el arquitecto Benjamin Alberto Equihua Barragán dictaminara que el edificio no presenta daño alguno.

Aún quedan restos de la solidaridad y del dolor. En una banqueta, un papel cubierto de tierra envía un mensaje para los muertos: “Gracias por sus días, hoy están con nuestro Padre’’. En otro punto, la Academia de Música ABM invita a los niños, de entre 5 y 12 años, a tomar clases gratis para anular el miedo, la depresión y la angustia. 

Aún avanza por la zona un ambiente lúgubre. Niños murieron por las vibraciones del piso y la corrupción.

A un mes de la tragedia, la escuela parece un cadáver de concreto entablado. Foto: Carlos Vargas, SinEmbargo.
El Colegio Palmerston es donde los niños del Rébsamen toman hoy sus clases. Foto: Carlos Vargas, SinEmbargo.
El Rébsamen se ubicaba entre edificaciones “inseguras y de alto riesgo”. Foto: Carlos Vargas, SinEmbargo.

VECINOS DEL RÉBSAMEN, AÚN EN LA CALLE

“Este mes ha sido horrible. La ayuda que hemos recibido es de ciudadano a ciudadano. Estamos maravillados. La policía nos ha protegido, nos han cuidado y estamos agradecidos por eso. Pero la ayuda de la delegación ha sido nula”, afirmó Margarita, vecina del Rébsamen que lleva un mes en la calle. 

La mujer ahora se queda en una casa de campaña frente a su edificio, en la calle de Escalera (a un costado de la calle Brujas). Se encuentra preocupada, pues, dijo, no han recibido asesoría sobre cómo cuidarse o cómo ingresar por sus cosas.

“Nos han venido a ofrecer créditos, pero eso es como venderte. La mayoría de la gente de estos edificios es gente muy grande. Tenemos vecinos de 80, 90 años. Hay gente que es lo único que tiene, hay gente que no tiene ni hijos para apoyarse en ellos. Ellos ya no califican para crédito, y si calificaran, la condición es que tienen que dejar deudores”, narró.  

“No esperamos nada. O nos movemos nosotros o aquí nos van a agarrar 15 años. Ya no pasó nada. Ya no se habla del terremoto. La realidad está aquí en la calle, y lamentablemente los medios duermen al pueblo. Es hora de que México se levante. Sí podemos. El ciudadano puede. México vale mucho”, agregó. 

Guillermo González Salas llegó a principios de los años 80 al edificio de Escalera. “Tuvo la suerte” de ser de los colonos, y ahora, a sus más de 70 años y ante las dificultades que eso implica para conseguir una fuente de trabajo, vive en la calle, a unos metros del que fuera su hogar hace un mes y frente al Rébsamen.

El hombre contó a SinEmbargo que logró salir de la estructura a pesar de los movimientos, entre piedras y tabiques, y la caída de muros intermedios el 19 de septiembre. Ahora, y con hambre, señaló a las autoridades y a los medios de comunicación por dejar de hablar sobre los fondos que se lograron captar a partir de donaciones desde el sismo y de los recursos que los partidos políticos entregarían (en lugar de utilizarlos en las campañas electorales). 

“Estamos sobreviviendo con las cosas que la gente nos da. La televisión, los periodistas, los comentaristas, radio, prensa, ya no lo mencionan, ya se les olvidó que hay una cantidad inmensamente grande que se les va a regalar a los partidos, que es nuestro dinero, de gente pobre y de gente rica”, señaló. 

“Señor Presidente de la República (Enrique Peña Nieto), señor Gobernador de la Ciudad de México, (Miguel Ángel) Mancera, ¿por qué no se hacen héroes nacionales? Es el momento. ¿Cómo? Ayudando”, dijo González Salas. 

El hombre exigió a los partidos que luchen con el dinero de sus bolsillos”, y recalcó que desde el extranjero llegó “una fortuna”, la cual, “convertida en ladrillos y cemento, reconstruye a gran parte de la ciudad. Devuelvan nuestros impuestos con tabiques, alegrías a nuestras familias”. 

Carlos Vargas Sepúlveda
Periodista hecho en Polakas. Autor del libro Rostros en la oscuridad: El caso Ayotzinapa. Hace crónica del México violento de hoy. Ya concluyó siete maratones.
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