QUIÉN FUE QUIÉN EN EL AÑO DE LAS REFORMAS

20/01/2014 - 12:00 am

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Ciudad de México, 20 de enero (SinEmbargo).– El gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto consiguió en 12 meses lo que no pudieron hacer en 12 años las dos administraciones panistas: aprobar las llamadas reformas estructurales, rechazadas por algunos y aplaudidas por otros.

La ruta inició con la firma del Pacto por México en el Castillo de Chapultepec, poco después de que Peña Nieto juró como Presidente. Este instrumento comprometió a los dirigentes nacionales de los tres principales partidos políticos, más el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), a concretar en el Congreso de la Unión las reformas paralizadas durante décadas por intereses particulares.

Para concretar lo que parecía imposible, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se apoyó algunas veces en los diputados y senadores de Acción Nacional (PAN), otras con los del Partido de la Revolución Democrática (PRD), con el propósito de reunir el voto de dos terceras partes del Congreso necesarios para impulsar reformas constitucionales.

Así es como fue aprobada la Reforma Educativa, la primera de gran calado del sexenio, el 21 de diciembre de 2012. El partido en el gobierno consiguió el apoyo completo de legisladores panistas y del sector menos radical del PRD. Ese día, el Partido Nueva Alianza, en otras ocasiones aliado incondicional del PRI, emitió su voto en abstención, por considerar que afectaba los intereses del magisterio.

Tres meses después, el jueves 21 de marzo de 2013 la Cámara de Diputados aprobó la Reforma en materia de Telecomunicaciones, publicitada por el gobierno federal como el instrumento contra los monopolios en el sector. Fue respaldada por panistas, perredistas pevemistas y aliancistas. En esa ocasión, el ala radical de la izquierda la votó en contra, con el argumento de que no solucionaba de fondo el problema de la concentración en medios electrónicos.

Otras reformas que contaron con un considerable apoyo de todas las fuerzas políticas fueron las reformas en materia de Competencia, Financiera y de Transparencia. Todas aprobadas durante el año pasado, con el respaldo mayoritario del PRI, PAN y PRD.

Sin embargo, en la recta final del 2013, las dos reformas estructurales más importantes de la década requirieron una intensa negociación política por parte de los líderes priistas en ambas cámaras del Congreso, para alcanzar los votos de dos terceras partes del Congreso, es decir más de 333 votos.

Por ejemplo, la Reforma Hacendaria confrontó a Acción Nacional con el partido en el gobierno. El rechazo panista se originó por la intención gubernamental a sostener el grueso de la carga impositiva en los mismos contribuyentes de siempre y en el sector empresarial, áreas electorales históricas del panismo.

La solución del PRI fue simple: buscó el apoyo de los perredistas “progresistas” para avalar los nuevos impuestos, en la enmienda constitucional aprobada el 17 de octubre de 2013.

Todo lo contrario con la Reforma Energética que provocó el rechazo unánime de todas las “tribus” del PRD, por lo que el gobierno federal optó por atraer, a como diera lugar, el voto de los legisladores albiazules, a fin de obtener los votos de dos terceras parte del Congreso, que dieran luz verde a la reforma más importante del sexenio.

Solo cinco legisladores panistas (dos senadores y tres diputados federales) votaron en sentido contrario a la Reforma que abrirá todas las ramas del sector energético a los capitales privados, un 11 de diciembre de 2013.

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