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Óscar de la Borbolla

20/02/2017 - 12:00 am

¿Qué edad tengo cuando escribo?                                                

A Beca, que se asoma a mis palabras Acabo de percatarme de un aspecto de la escritura que jamás había visto: no tengo edad cuando escribo; es posible que tenga género, nacionalidad, enfermedades mentales… pero la edad me la da el texto. Esto no me sucede cuando corro, ahí sí voy con mis años a […]

¿Cuántos años tengo cuando hago el amor, cuando me deprimo, cuando voy al cine? Foto: Especial

A Beca, que se asoma a mis palabras

Acabo de percatarme de un aspecto de la escritura que jamás había visto: no tengo edad cuando escribo; es posible que tenga género, nacionalidad, enfermedades mentales… pero la edad me la da el texto. Esto no me sucede cuando corro, ahí sí voy con mis años a cuestas, pero no voy con mi nacionalidad: tengo tan desgarbado el estilo que puedo ser de cualquier parte.

En mi manera de comer sí aparecen los modales adquiridos desde la infancia, y también de ese tiempo viene mi gusto o disgusto por cierto tipo de alimentos. Me gusta la comida mexicana y me llevo a la boca cada bocado como lo hace cualquier nativo medianamente educado de este país picoso y chilero.

También están presentes características nacionales, de clase media y de género en la manera en la que odio. Al leer, en cambio, creo no reproducir ningún patrón, pues me gusta hacerlo acostado en mi cama en posición decúbito ventral, con el libro en el suelo y con la cabeza inclinada desde el borde del colchón.

¿Cuáles de mis características se dan cita cuando me encaro a un cuadro? Están conmigo los cientos de horas que he sumado en mi vida de contemplación en la mayoría de los museos de Europa, cuando tuve la suerte de ser vago y estudiante arraigado, pero no de fijo, en la ciudad de Madrid. No sé cuántas horas, durante meses, me quedaba sentado ante las Majas de Goya, las tengo literalmente pirograbadas en la retina.

Tampoco escucho la música de concierto desde mi género. Por ningún lado está mi condición de varón, ni mi orientación sexual, cuando me conmuevo hasta las lágrimas con el área de El adiós a la vida o cuando me quedo dormido con El pájaro de fuego de Stravinski (soy un majadero, lo sé).

Y me han dicho, pero no lo creo, que voy al supermercado estrictamente como hombre: compro lo que se me antoja y, por supuesto, no pongo en el carrito nabos ni coliflores ni betabeles, pero sí refrescos, sí lechugas, sí unos bisteces de facilísima cocción. Por ningún motivo adquiriría los ingredientes para preparar una salsa greivy, pero sí unos totopos y una salsa verde para hacerme unos chilaquiles.

Y tampoco creo manejar como hombre; en todo caso lo hago como cafre, al margen del género y, aunque no voy muy de prisa, sí me voy metiendo por los huecos aprovechando la dimensión de mi cochecito.

¿Cuántos años tengo cuando hago el amor, cuando me deprimo, cuando voy al cine?, ¿soy ateo o teísta al tomar café o una copa con mis amigos? ¿Cuál es mi edad cada que fumo? ¿Cuánto de mí se hace presente dependiendo del verbo que mis actos conjuguen en primera persona del presente de indicativo? ¿Soy siempre yo con toda mi carga de atributos o muchos se quedan afuera de mis actos?

¿Quién piensa cuando pienso? Puede ser que todo yo completo. Pero, ¿quién escribe cuando escribo? Me da la impresión de que ahí no tengo un ser cargado de características, sino que vengo a ser el que se hace con el texto.

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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