¿Qué hacer con mil millones que padecen hambre en el mundo? Martín Caparrós habla de esta gran tragedia

20/08/2014 - 12:04 am
"Siempre me interesó el tema de la comida", dice. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
“Siempre me interesó el tema de la comida”, dice. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

Ciudad de México, 20 de agosto (SinEmbargo).- “Si usted se toma el trabajo de leer este libro, si usted se entusiasma y lo lee en –digamos- ocho horas, en ese lapso se habrán muerto de hambre unas ocho mil personas: son muchas ocho mil personas.

Si usted no se toma ese trabajo esas personas se habrán muerto igual, pero usted tendrá la suerte de no haberse enterado”.

El hambre (Planeta), el nuevo libro del escritor y periodista argentino Martín Caparrós, es un verdadero mazazo en el centro del pensamiento y, sobre todo, un balde de agua fría al sentido común con el que a menudo pretendemos analizar los hechos de la vida, sin entender mucho, sin saber nada.

Se trata de un trabajo monumental, un libraco de 600 páginas que debería ser de lectura obligada, especie de nueva Biblia de la contemporaneidad, donde todo se pone en duda, menos el hambre, la enfermedad que más mata de todas y con la que podemos vivir a cuestas como si fuera un tema que no nos compete a la especie humana.

Hemos logrado cura para casi todo, menos para el estómago vacío de mil millones de personas que esta noche se acostarán sin saber si mañana tendrán algo en su plato. Lo que es peor, podemos vivir con esa certeza e incluso con el cinismo de haber hecho de la frase “hambre en el mundo” un cliché sin valor, que ni cosquillas nos hace.

“Es duro enfrentarse con aquellas cosas para las que hacemos tantos esfuerzos por no enfrentarlas”, dice el autor de Living y la reciente Comí (Anagrama), una reflexión sobre la comida que, como vemos, es su tema de los últimos tiempos.

De hecho, en 2013 presentaba Caparrós con la editorial Almadía su libro de crónicas gastronómicas Entre dientes, fruto de sus años dedicados a la comida, una pasión que le heredó a su hijo, Juan Caparrós, cocinero diplomado en el Instituto Argentino de Gastronomía.

“Dirigí una revista de gastronomía en una época y sigo desde entonces, hace unos 20 años, escribiendo sobre la comida. Me ha dado fundamentalmente mucho placer. La comida es uno de los ejes alrededor de los cuales puedes organizar tu vida. Uno sabe que va a comer más o menos dos veces en el día y eso va a amojonando tus días, ¿no? ¿Dónde voy a comer? ¿Qué? ¿Con quién?  Y lo interesante es haber hecho de una necesidad un placer”, decía Martín en una entrevista que le hiciéramos en septiembre pasado.

El autor argentino nació en Buenos Aires en 1957 Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
El autor argentino nació en Buenos Aires en 1957 Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

“Tenemos que comer obligadamente, pero revestimos el acto de comer con un montón de cosas que convierte ese acto en deseable en ciertas sociedades occidentales y ricas. Conozco muchos lugares y últimamente más porque estuve trabajando sobre eso, donde comer no tiene nada que ver ni con el placer ni con la variedad, que son como los dos ejes que le damos ahora a la comida. En esos lugares las personas comen más o menos lo mismo cuando pueden, para alimentarse y reproducir sus energías, no para darse gusto”, agregaba.

Por entonces el escritor ya andaba suponemos cuanto menos exhausto por el empeño en el que se veía involucrado y que ahora ha concluido en forma de un libro que hará historia y será seguramente referencia insoslayable para todos los que se interesen por el tema.

Un libro de lectura obligatoria. Foto: Especial
Un libro de lectura obligatoria. Foto: Especial

“¿Qué se hace con 1000 millones de personas que padecen hambre en el mundo? Yo mismo me lo pregunto, que viajo por todos lados y como muy rico, ¿qué hacer? Es mucha gente a la que le falta lo mínimo esencial y sin embargo hemos conseguido armarnos unas vidas que están ajenas a ese problema”, se preguntaba Caparrós.

Sus interrogantes siguen sin respuesta.

TODOS SOMOS NÍGER

La crónica de Martín Caparrós inicia en Níger, “el país más representativo del Sahel, donde el hambre está siempre presente pero se hace brutal cuando el grano de la cosecha anterior ya se acabó y el de la próxima pugna por asomar el suelo”.

Con datos estadísticos contundentes y un análisis difícil de refutar por lo desapasionado y lógico, el intelectual desmonta la idea del “hambre estructural”, un eufemismo para otorgarle a la carencia de alimentos un destino trágico e irreversible.

Las políticas del Banco Mundial, del FMI, el proteccionismo estadounidense a sus propios cultivos, la explotación de uranio por parte de una firma francesa llamada Areva que se lleva todas las riquezas y deja centavos a Níger han generado ese “hambre estructural”. Son responsables directos de una enfermedad mortal que podría curarse con la firme voluntad de los poderosos. Si quisieran. Si les importara.

“Níger es el segundo productor mundial de uranio: sus reservas, en medio del desierto, son enormes –y el uranio es un mineral de los más codiciados. Francia es el país más nuclearizado del mundo: tres cuartos de su electricidad salen de centrales atómicas alimentadas con ese mineral que el país no produce; casi la mitad viene de Níger”, revela Martín.

La empresa francesa Areva no está dispuesta a ceder el monopolio de la explotación de uranio en Níger, ni siquiera a igualar la oferta monetaria de otros países que quieren entrar en el negocio y que por tanto ofrecen un dinero que al país le serviría para combatir las hambrunas.

“En febrero de 2010, el presidente Tanja inició negociaciones con los chinos para explotar el nuevo yacimiento. Pocos días más tarde, un coronel Djibo encabezó el golpe de Estado que lo echó del gobierno. En cuanto asumió, el coronel rompió las negociaciones con China y reafirmó la “gratitud y lealtad” de su país hacia Francia y Areva. Al año siguiente, unas elecciones llevaron al poder a Mahmadou Issoufou, un ingeniero de minas que trabaja para Areva”, informa Caparrós en El hambre.

La investigación también apunta a la discutible labor de las ONGs, muchas veces cómplices del status quo que beneficia a los países desarrollados que imponen las políticas en su beneficio sobre los países pobres.

“Les sirve mantener a los gobiernos locales dependientes de su ayuda “humanitaria”. Y a los gobiernos les pasa lo mismo: les conviene mantener a sus poblaciones dependientes de esa ayuda y, al mismo tiempo, distraídos. Cuanto más difícil es la situación de una población, menos pueden ponerse a mirar. Esas personas se acostumbran a vivir con la mano tendida, en lugar de pensar cómo van a producir su comida, esperan que algún oficial o algún blanco se las traiga”, dice el director de una oenegé que no quiere dar el nombre.6_1_BANNER-Caparros

Y Caparrós precisa: “El hambre en Níger es –como en tantos otros países- una consecuencia del saqueo: si durante los cien años anteriores a la independencia, algo de lo producido se hubiera acumulado; si después, algo del uranio de Areva se hubiera usado para poner en marcha una agricultura productiva, algún riego, algunas carreteras, quizás incluso una pequeña industria. Formas de mejorar –levemente- las vidas: de comer más a menudo”.

EL HAMBRE SIN ADJETIVOS

“Fue una decisión complicada cómo hacer el libro porque tenía mucho miedo del golpe bajo, aunque por momentos pensaba que el golpe bajo no es mío sino de esta sociedad que hemos inventado y a la que dejamos que esto suceda”, dijo Martín Caparrós en una entrevista otorgada a un programa de radio en su país de origen.

“No contarlo es el verdadero golpe bajo, aunque de todos modos era consciente de esta complicación posible. Entonces, lo que me dije fue que tenía que cuidar mucho el estilo y cuidarme sobre todo de no subrayar demasiado, de no adjetivar, porque entonces todo se iba a transformar en una especie de sobreactuación que atentaría sobre la posibilidad de que el libro fuera leído”, afirma el también autor de Argentinismos y El interior.

Una de las cosas que más impresionó al autor nacido en Buenos Aires en 1957 al escribir El hambre es “que por primera vez en la historia de la humanidad producimos suficiente comida o comida de sobra para que coma todo el mundo y más. Entonces, lo que esto quiere decir es que igual que siempre, pero mucho más brutal y violentamente que siempre, si ahora hay hambre es por un problema político”, dice.

Otros de sus descubrimientos aconteció durante su viaje a Chicago para entender cómo es la especulación financiero en relación con la comida y de casualidad se topó –en el país más opulento del mundo- “con una red solidaria de contención frente a lo que ellos llaman inseguridad alimentaria, muy grande. En Chicago hay alrededor de 700 mil personas que se alimentan en comedores populares y gracias a estas redes de solidaridad”, cuenta.

Martín Caparrós se licenció en historia en París, vivió en Madrid y Nueva York, dirigió revistas de libros y revistas de cocina, tradujo a Voltaire, a Shakespeare y a Quevedo, recibió el premio Planeta y el premio Herralde de Novela, el premio Internacional de Periodismo Rey de España y la Beca Guggenheim.

“Otra cosa que me pasó en mi viaje a los Estados Unidos fue darme cuenta de que los obesos son los mal nutridos de los países ricos, así como los hambrientos son los mal nutridos de los países pobres. A los de más abajo de los países pobres no les llega nada, a los de más abajo de los países ricos les llega toda esa comida basura que hace que creen esos cuerpos imposibles”, concluye.

Ofrecemos el primer capítulo de El hambre, gracias a la cortesía de Editorial Planeta México.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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