Artes de México

REVISTA ARTES DE MÉXICO | “El olor de las palabras”, por Alberto Ruy Sánchez

21/05/2016 - 12:04 am
Fotografía: cortesía José Ángel Rodríguez
Fotografía: cortesía José Ángel Rodríguez

Pedro Pitarch trabajó durante 25 años  en los valles de Cancuc, en los Altos de Chiapas, recopilando y adentrándose en los cantos rituales que le permitieran conocer y comprender mejor la cosmología de esos pueblos, su noción del más allá, su sentido de la vida o más bien de las vidas de los varios cuerpos y almas que confluyen en cada persona

Ciudad de México, 21 de mayo (SinEmbargo).-En el cruce fértil de la antropología y la estética, el antropólogo Pedro Pitarch se ha convertido en una leyenda por las osadas aportaciones que ha hecho tanto a una nueva comprensión del pensamiento de los indígenas de Chiapas como a un nuevo conocimiento de esa dimensión de la poesía contemporánea de México creada en el mundo indígena de los tzeltales y expresada en su lengua.

Con una sugerente introducción, seis de esos cantos ceremoniales que sólo pueden ser pronunciados en una especie de largo trance poético se presentan en el libro La palabra fragante: cantos chamánicos tzeltales (Artes de México, colección Libros de la Espiral).

Fotografía: cortesía José Ángel Rodríguez
Fotografía: cortesía José Ángel Rodríguez

El volumen breve y bello, que obtuvo el Premio Juan Pablos al Arte Editorial, incluye las fotografías discretas pero asombrosas de José Ángel Rodríguez, ese alumno y asistente del maestro de maestros Manuel Álvarez Bravo y de Alejandro Parodi.

José Ángel ha documentado la vida ceremonial de los tepehuanes de Durango de donde es originario, de los huicholes y coras del Gran Nayar, de los mazatecos y triquis de Oaxaca y los nahuas de Guerrero. Desde hace tiempo vive y trabaja en Chiapas. Y en este libro publicó por primera vez imágenes de los mayas de San Juan Cancuc en el momento de entrar en contacto con sus dioses para pedir una buena cosecha.

Con tapas duras forradas de tela negra y roja semejando una libreta, La palabra fragante lleva en la portada una etiqueta con tres chamanes sentados frente a una hilera de velas mirando hacia el cielo mientras cantan. Con una muy cuidada composición de páginas, cada canto se muestra en tinta negra y roja para marcar original y traducción y las columnas paralelas se entreveran con delicados grabados y dibujos a línea de animales y plantas.

Portada de la palabra fragante. Foto: Especial
Portada de la palabra fragante. Foto: Especial

Al final de cada canto se señala quién lo pronunció, cuándo y dónde. Y en una nota al final de todos Pitarch señala que los rezadores presentados en el libro como autores del canto se veían a sí mismos tan sólo como “depositarios provisionales” de esas palabras. Uno de ellos, don Extava P’in, había pedido que sus cantos quedaran en libro pero murió antes de ver su anhelo realizado. Pitarch le dedica éste en homenaje también a cada uno de los otros chamanes rezadores.

Durante 25 años trabajó en los valles de Cancuc, en los Altos de Chiapas, recopilando y adentrándose en los cantos rituales que le permitieran conocer y comprender mejor la cosmología de esos pueblos, su noción del más allá, su sentido de la vida o más bien de las vidas de los varios cuerpos y almas que confluyen en cada persona.

Eso le permitió repensar las culturas indígenas mesoamericanas en el conjunto de ensayos sorprendentes que integran su libro La cara oculta del pliegue (Artes de México). Que lo lanzó a ser considerado para el mundo maya contemporáneo lo que Oliver Sacks es para la neurología y que amerita una nota aparte.

Adelantemos que en él, caso por caso, tema por tema, va mucho más allá de lo que pudo llevarlo su monografía clásica: Ch’ulel, una etnografís de las almas tzeltales (FCE) y que ese desbordamiento del campo antropológico sin salir totalmente de él es lo que finalmente nos vuelve más cercanas sus investigaciones, sus casos, sus preocupaciones, sus relatos prodigiosos. Pero todo eso comenzó con el esfuerzo por entender de verdad la riqueza y complejidad de los cantos chamánicos.

Fotografía: cortesía José Ángel Rodríguez
Fotografía: cortesía José Ángel Rodríguez

EL OTRO LADO DEL LENGUAJE

Pitarch se ocupa de “Palabras que son flores, que son frutos, que son actos” citando a Octavio Paz en el ensayo introductorio a La palabra Fragante. Y nos cuenta como pasó de considerar a los cantos un simple medio de conocimiento a tener una seria fascinación por ellos, por su materia y su música, sus poderes curativos en muchos casos, su fuerza de cohesión de la comunidad. Descubrió los poderes de la poesía. Otra dimensión de inutilidad según algunos pero que más bien es de una utilidad que no es la inmediata.

Con los cantos se establece una relación entre el mundo cotidiano y el mundo excepcional de lo sagrado. De que esa relación sea fluida depende una buena parte tanto del bienestar de la persona como de la comunidad. El ámbito de los sagrado es un estado que llaman ch’ul que no se encuentra en ningún punto cardinal sino que es un tiempo distinto dentro del tiempo que habitamos cotidianamente. Se puede contraer y se puede dilatar bajo el poder intimidatorio del sol o atraído en su expasión por la oscuridad y la inestable luz lunar.

Los cantos son ofrendas para estabilizar la relación de cada uno con “lo otro”. Pero esa otredad no es un lugar sino una manera de ser que es flotante. La identidad de la persona varía peligrosamente y el canto le da una fluidez. El canto es el río que nos lleva hacia “el otro lado” de la existencia pero es también el otro lado de la existencia. El canto es un acto. Y puede ser un acto curativo.

La mención de personajes de la mitología cristiana dentro de los cantos es un tema interesante y lleno de paradojas. Hay que comenzar por aceptar que ahí tiene un valor completamemte distinto, transformado. Santos y vírgenes son personajes poderosos pero ocasionales, como tantos otros.

La palabra fragante contiene seis cantos. Los primeros se emplean contra enfermedades que entran en el cuerpo a través de las palabras. La basura que dicen los políticos, los poderosos, la gente que desea mal, se instala en el cuerpo de las personas en forma de palabras. Y hay que sacarlas con el canto.

Otras enfermedades más avanzadas son aquellas de las emociones que se arraigan en el cuerpo como alimañas en forma de ira, rencor, celos, por ejemplo.  Más allá de erradicar al texto intruso, a las palabras enfermas, el canto tiene que negociar con ellas para que abandonen el cuerpo que se quiere sanar.

Un tercer grupo de cantos se ocupa de una enfermedad más radical que se tiene cuando los espíritus han secuestrado el alma de la persona. El canto negocía con ellos que devuelvan el alma. Con frecuencia se tienen que dar ofrendas de todo tipo, incienso, alcohol, tabaco para que el alma robada sea devuelta. El chamán rastrea en el pulso de la persona como va avanzando la negociación. Rastrea el recorrido fugaz del alma y va ajustando los cantos a la necesidad que se va teniendo. Los cantos pueden prolongarse o acortarse. Tiene un carácter impulsivo que idealmente propiciará un resultado en la persona.

Alberto Ruy Sánchez escribe sobre el trabajo de Pedro Pitarch. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
Alberto Ruy Sánchez escribe sobre el trabajo de Pedro Pitarch. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

EN EL CASCABEL DE LA SERPIENTE

¿Cómo interpretar lo radiclamente extraño que sucedió en una de las presentaciones de este libro? ¿Azar? Tal vez. Sucedió en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Después de varios comentarios, mientras se leían los cantos y en el sonido de la sala se escuchaban en lengua original, en el momento de máxima tensión de uno de ellos, cuando el chamán le ordena a la enfermedad a gritos: “SAL, YA, SAL DE AHÍ”; oímos un grito desgarrado y profundo que venía de en medio de la sala. Un hombre se levantó mirando y señalando al techo, como si algo le doliera, puso los ojos en blanco y cayó al suelo. Se llamó a los médicos y se vació la sala. La explicación oficial del servicio de salud: “Una persona con fragilidad emocional previa se dejó llevar por la músicalidad y la llamada al trance de los cantos chamánicos y entró en crisis.” ¿Se habrá curado de algo esa noche o lo contrario? Tal vez nunca lo sabremos.

La belleza de los cantos forma parte de su eficacia. Y si algo deja Pitarch sobre la mesa es su cercanía con la experiencia poética. Se asombra al observar que en su estructura, en su manera de ser enunciados, en sus temas y en las formas cómo definen su obra curativa, los cantos chamánicos de pueblos y culturas muy distantes tengan tanto en común. Los cazadores siberianos, los campesinos del Himalaya y los recolectores de Borneo cantan de manera comparable.

En otra de las presentaciones de La palabra fragante, al mencionar estas similitudes, Pitarch dijo: “Podemos incluso especular con la posibilidad de que estos cantos representen el antecedente de la poesía.” A lo que Aurelio Asiain, en la sala le respondió que esa era parte de la poesía contemporánea de México, no su antecedente. Y que la manera en que el chamán o rezador toma el pulso y adquiere un ritmo en el que las palabras fluyen con cierta música es lo que hacen los poetas hoy siempre. Y que ese aliento ritmado es lo que algunos llaman inspiración. Aurelio se sintió tentado a ensayar más tarde algunas traducciones de los cantos recopilados por el antropólogo.

En esa misma presentación, la gran estudiosa del mundo maya, Mercedes de la Garza afirmo: “La palabra del chamán, con su carga mágica, con su fuerza, con su energía curativa, con su musicalidad, es canto destinado a penetrar en los “otros mundos” y dialogar con las deidades; pero esa fuerza es la de la sutileza, la de la fragancia de flores y frutos, la de la levedad, la de lo ilimitado e intemporal, a través de la cual una comunidad aprehende el universo y descifra los designios de las fuerzas sagradas.

Ese lenguaje expresa, como dice Pedro Pitarch, “el conocimiento compartido acerca de la naturaleza del cosmos y el origen de la aflicción. <…> En este bello libro Pitarch nos muestra su extraordinaria capacidad de apertura, de penetración en el mundo de los cantos chamánicos, en el de las almas tzeltales, con su propia alma abierta, si no es que separada del cuerpo. Los chamanes de Cancuc se dieron cuenta de que el alma de Pedro fue tocada por los cantos, por eso sus informantes le preguntaban si había soñado”.

Los cantos en el libro llevan nombres tan sugerentes como: “Rencor de las almas muertas”; “Carcel fría”; “Jaguar”; “En el cascabel de la serpiente”. Los seis rezadores son presentados en el libro como autores de los cantos aunque ellos mismo dicen que no son de ellos. Que están en el libro invisible que ellos sueñan.

La palabra fragante: cantos chamánicos tzeltales, de Pedro Pitarch. Con fotografías de José Ángel Rodríguez. Artes de México e INBA, colección Libros de la Espiral. 120 páginas. En esta página de Artes de México se pueden escuchar grabaciones de algunos de los cantos y la nota completa de Mercedes de la Garza: http://bit.ly/ArtesdeMexCantos

Nota preparada para SinEmbargo por ARTES DE MÉXICO: http://www.artesdemexico.com

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