Del hambre no se habla, de la pobreza, tampoco

21/05/2016 - 12:01 am
La explotación, la marginalidad, son cosas de todos los días y aun así no son temas de conversación. Foto: Cuartoscuro
La explotación, la marginalidad, son cosas de todos los días y aun así no son temas de conversación. Foto: Cuartoscuro

Hace muchos años que vivo en México, tanto como para sentirme una más en un país al que no terminaré nunca de agradecerle lo mucho que me ha dado, entre ellos un grupo maravilloso de amigos leales, trabajo, perros “aporteñados” pero mexicanos al fin y un sinfín de experiencias que nunca acaban: todos los días descubro aquí algo que me sorprende con beneplácito, tan rico en cultura, en paisaje, en costumbres que es este suelo bendecido.

Sin embargo, no logro acostumbrarme a ese pudor que envuelve la crudísima realidad social que da un contexto extraordinario a un país sumamente injusto. Por un lado, habitan aquí los más ricos del mundo y por el otro, más de 50 millones de seres viven sino en la pobreza extrema con lo mínimo.

La explotación, la marginalidad, son cosas de todos los días y aun así no son temas de conversación, de análisis, de preocupación entre las personas. Como si diera vergüenza hablar de ese no llegar a fin de mes, de esa desesperación que acontece cuando la quincena no llega a tiempo, de lo tremendo que es sentarse a un restaurante y ver cómo desfilan, casi en tropel y sin pausa, los miles de mendicantes que pueblan la Ciudad de México.

A veces creo que la acuciante y descarnada guerra del narco que nos tiene al borde del abismo, quita a los gobernantes de turno la responsabilidad de hacerse cargo de la enorme injusticia social y de los millones que no llegarán a viejos, de los millones que sufrirán los males de la desnutrición y que nunca sabrán lo que es un plato de comida con todos los elementos necesarios para crecer con dignidad.

Sucede también que la injusticia social en México no se da sólo al nivel de la pobreza extrema, sino también en esos millones de empleados, de trabajadores de los servicios, de los medios públicos, que sostienen con su actividad diaria el normal desarrollo de la nación.

La pobreza en esos casos no es extrema, pero a todos nos toca. Una ley laboral “flexibilizada” que exige trabajar en días festivos, sin pago de horas extras, con sueldos congelados ad eternum, construyen un panorama donde siempre “falta cinco pal´peso” y donde hay que hacer verdaderos malabares para subsistir.

Sin embargo, del hambre, de la pobreza, de la explotación, de esos lugares donde contratan a casi niños para que embolsen la mercadería de quienes pueden comprar alimentos o a jóvenes meseros que no reciben salario y se desloman a cambio de la azarosa propina, no se habla.

Es tema Slim como el hombre que ha pasado de ser el número uno al ocho entre los ricos del mundo, pero no es tema la pobreza en la que casi toda la gente que no es Slim en este país está en cierta medida sumergida.

Da pudor decir: “somos pobres, muy pobres”.

No es por llevar agua a mi molino, pero SinEmbargo se encarga de un tiempo a esta parte de producir excelentes reportajes en torno a la pobreza, a la carencia de medios para estudiar, para crecer, para vivir. Es decir, de hacer noticia algo que inexplicablemente no lo es.

Y en este contexto, también celebro con mucha euforia la salida del libro Los 12 pobres de México. El otro lado de la lista de los millonarios, coordinado por el periodista Salvador Frausto y editado por Planeta.

“Más de la mitad de la población mexicana está en situación de pobreza. El reporte “Desigualdad extrema en México” (Oxfam, México, 2015) revela que el 1% de la población concentra el 43 por ciento de la riqueza del país. Muchos viven sin luz ni agua ni electricidad. No comen todos los días y, cuando enferman, acceden a hospitales de pésima calidad. Sus hijos tienen que caminar durante horas para ir a la escuela y muchos no tienen acta de nacimiento. Este libro muestra quiénes son los más pobres del país: los olvidados de los olvidados. Un grupo interdisciplinario de reporteros, videastas y fotógrafos localizó a las doce personas con peor situación económica del país. ¿Cuánto ganan? ¿Dónde viven? ¿Qué comen? ¿Cuáles son sus condiciones de acceso a la salud, educación y vivienda? Ésta, que es la otra cara de la lista de millonarios, apuesta por generar un contraste entre la miseria y la riqueza, enfrentándonos a la enorme desigualdad en que estamos insertos como país.”, dice la sinopsis.

Para mí es importante advertir en este punto que muchos de esos ítems también nos involucran. La verdad es que casi todos en México somos pobres. No tanto como para no comer todos los días, pero si mucho para por ejemplo no gozar de un buen servicio de salud o de acceder a una vivienda digna o a educación de calidad.
Hablar de la pobreza es, además de germinar la solidaridad hacia quienes hoy extienden la mano para recibir un pan o un vaso de leche, ponerse frente a un espejo donde caben los rostros de casi todos los habitantes de este país, enfrentados a diario a trabajos mal remunerados y a un Estado ausente en lo que a asistencia social se refiere.

Nunca pensé que iba a citar a alguien de la iglesia, atea como soy, pero nada me ha dado más satisfacción que lo que apuntó el Papa Francisco la semana pasada: “los que se enriquecen explotando a los demás son como sanguijuelas”.

“Cuando las riquezas se logran con la explotación de la gente… la pobre gente se vuelve esclava. Las personas llegan y dicen “quiero trabajar”, los contratan de septiembre a junio y luego “julio y agosto tienen que comer aire”, señaló el Papa.

Esto es como querer decir: esclavos, pobres, explotados, somos todos. Si podemos verlo así, si logramos que esas injusticias sean nuestras, aun cuando tengamos lleno de manjares el refrigerador, podremos cambiar este estado de las cosas.

Me gusta creerme optimista aunque no lo soy y no quiero morir pensando que la injusticia está bien porque de ese modo se limpia de gente un mundo donde ya no cabemos todos, como afirman algunos cínicos analistas.

Esos 12 más pobres de México del libro de Frausto y los otros compañeros, esos pobres que habitan en los reportajes de nuestro periódico, también somos nosotros. Estamos en cada una de esas criaturas a las que se les niega el pan y el aire, porque si no lo vemos así, si no hablamos de ello, estamos perdidos. Y por decirlo de manera mexicana: No se vale andar perdidos por la vida.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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