El reciente libro The Best Latin American Films of the Decade, escrito por el investigador cinematográfico Julian Smith, la película Amores perros, exitosa ópera prima de Alejandro González Iñárritu, fue elegida entre los 10 filmes latinos más importantes de la década.
Para México, se trata de la película que hace 14 años cambió para siempre el cine nacional, entre otras muchas cosas porque gracias a él aprendimos a mirarnos en un espejo propio y a confiar en un lenguaje característico de nuestra época y nuestra cultura.
El crítico determina que una de las razones de éxito rotundo de la película que arrasó en el 2000 con los premios Ariel fue el tráiler.
“A diferencia de la mayoría de los tráilers, éste no incluía diálogo alguno, cosa que suele ahuyentar al público anglosajón, poco habituado a leer subtítulos, un problema en los países de lengua inglesa donde el gran público rechaza tanto el subtitulado como el doblaje.
La última secuencia de ese tráiler emplea unas imágenes subliminales, brevísimas fotogramas de actos de violencia que sólo se ven claramente cuando se congela el DVD. Además de la película se debe analizar la innovación que supuso Amores perros en el aspecto de su producción, distribución, exhibición, y promoción”, considera Smith.
El éxito tiene muchas caras y todos deslumbrantes. El primero de un actor formidable, por entonces desconocido y que a partir de Amores Perros emprendió un camino irrefrenable hacia la cima tanto adentro como afuera de su país.
Gael García Bernal (30 de noviembre de 1978) encarnaba la bondad y la esperanza en el mundo caótico e implacable diseñado por el guionista Guillermo Arriaga y el director Alejandro González Iñárritu.
Su facilidad para lograr empatía con el espectador y sin duda la calidad interpretativa alimentada por una familia dedicada a la actuación hicieron de Gael una verdadera estrella en el cine internacional.
Su inteligencia y su compromiso social fueron la plataforma desde donde se lanzó a emprender acciones destinadas a aportar hechos culturales de trascendencia para su país, desde el festival de cine documental Ambulante, hasta la productora fílmica Canana que tanto ha hecho por el séptimo arte nacional.
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Sin duda se trata de uno de los rostros más hermosos de la pantalla de cine contemporánea, a la que se le suma una voz esplendorosa y reconocible, entre ronca y melosa en dosis justas.
Nacida en 1973 en la ciudad de México, Vanessa también se hizo popular con la ópera prima de Alejandro y Amores perros la colocó en la cabeza de muchos hombres y mujeres que soñaron con su sensualidad y su belleza.
No desarrolló una carrera internacional, pero en su edad madura ha demostrado una evolución notable como cantante, teatrera y activista social, un verdadero ejemplo para las actrices de las nuevas generaciones.
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Tanto en Sexo, pudor y lágrimas como en Amores Perros, el actor mexicano Jorge Salinas (Ciudad de México, 1968) ofrece una estampa poderosa y grandes dotes para la pantalla grande.
Sin embargo, sus pocos aunque prodigiosos trabajos en el cine tienen el gusto amargo que deja su elección por los culebrones de Televisa, que le habrán abultado la cartera, pero le impidieron dejar huella en el séptimo arte.
Una de las grandes cualidades de Alejandro González Iñárritu y que ya demuestra en su ópera prima es la dirección de actores. Las imágenes de Salinas secuestrado, en el papel del joven empresario Luis Miranda, su rostro cuando descubre la traición, han quedado grabadas para siempre en nuestra retina.
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Cuando el veterano actor Emilio Echevarría llegó a Amores perros ya tenía recorrido un largo camino sobre todo en el teatro. Sin embargo, fue la película de la dupla Arriaga-Iñárritu lo que lo metió de lleno en el corazón del pueblo.
Director y guionista fueron al teatro a ver la obra Los perdedores, de Vicente Guerrero, donde trabajaba Echevarría (nacido en ciudad de México en 1944). Al terminar la función, guionista y director poseían una certeza: “Ya tenemos al Chivo”, se dijeron.
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El guionista y escritor mexicano Guillermo Arriaga, ganador, entre otros importantes premios internacionales, de la Palma de Oro en Cannes por su guión Los tres entierros de Melquíades Estrada, fue el gran hacedor de Amores perros, una historia que construyó de a cabo a rabo, dando a conocer sus grandes dotes de guionista.
Su incursión en el cine fue además el impulso para iniciar el debate en torno a quién es el dueño de un filme: ¿el director o el que la escribe?
Diferentes puntos de vista o lucha de egos, lo cierto es que González Iñárritu y Arriaga se separaron luego de 21 gramos y Babel. El guionista dirigió su primer filme, Fuego, protagonizada por Charlize Theron y José María Yázpik, sin alcanzar el éxito que conoció junto a su antiguo compañero.
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El músico y productor musical argentino Gustavo Santaolalla fue otro de los grandes descubrimientos que dejó Amores perros. Nacido en Buenos Aires en 1951, ya era un artista conocido y de gran trayectoria en su país de origen, con proyectos como su primer grupo Arco Iris o discos como De Ushuaia a la Quiaca, junto al cantautor León Gieco.
Sus dos discos con las canciones que dieron marco sonoro al filme hicieron historia y dieron inicio a una sociedad que sigue hasta nuestros días entre el artista sudamericano y Alejandro González Iñárritu.
Santaoalla, además, ganó dos Oscar por Babel y Brokeback Mountain, de Ang Lee, y se convirtió por si fuera poco en uno de los productores musicales más requeridos en el continente.
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El fotógrafo mexicano Rodrigo Prieto (1965) ha cumplido muchos de sus mejores sueños protagonizando una prolífica carrera, junto a los mejores directores de cine del mundo.
Fue candidato a un Oscar por su labor al frente de Brokeback Mountain, de Ang Lee y fue convocado por el mismísimo Martin Scorsese para hacer la fotografía de The wolf of Wall Street.
Empezó con Alfonso Cuarón y fue el fotógrafo de Amores perros.
“Queríamos hacer algo distinto con otro nivel de calidad y eso nos impulsó a ver el resto del mundo de lo que se estaba haciendo y hacer nuestra propia propuesta, en México nos aventamos y salió”, dijo recientemente.
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Otra de las grandes virtudes del “Negro” González Iñárritu es rodearse de grandes equipos de trabajo, convocando a lo mejor en cada una de las profesiones que se requieren para hacer una película.
Así fue con la directora de arte alemana radicada en México Brigitte Broch, quien hizo una gran labor en Amores perros, además de timonear una carrera profesional por demás exitosa que la llevó a ganar el Oscar por su trabajo en Moulin Rouge, en 2002.
“Todo, todo. Estuvo todo ahí. Y fue un trabajo maravilloso con Alejandro González y con Rodrigo Prieto, realmente maravilloso. En realidad, es de esas películas en que uno puede decir que no destaca un arte o un oficio en especial, sino que está como redonda, está compacta, está completa, porque todo cuaja, todo embona, y nadie resalta en el sentido de “¡Ay, mira! ¡Qué dirección de arte más fabulosa!”, supo Brigitte Broch decir con modestia.
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Aunque Alejandro González Iñárritu dijo en numerosas oportunidades que se usaron perros amaestrados para las escenas de su película y ningún animal salió lastimado, las imágenes son tan fuertes y vívidas que durante mucho tiempo las organizaciones en defensa de las mascotas vieron con cierta sospecha al cineasta.
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No fue fácil para “El Negro”, nacido en ciudad de México en 1963, abrirse paso en el mundo del cine. Sus trabajos en la radio como locutor de Rock 101 junto a Martín Hernández y luego su desempeño exitoso en el mundo de la publicidad no fueron para muchas figuras del celuloide.
Sin embargo, su ópera prima lo cambió todo y negarle a casi 15 años esa trascendencia resultaría cuanto menos mezquino.
Con sus resplandecientes 51 años es todavía un hombre joven que tiene mucho para dar al séptimo arte. No ha encontrado mejor forma para celebrar su historia que estrenar este año Birdman, una comedia protagonizada por Michael Keaton y que parece llevará al cineasta mexicano otra vez a lo más alto del cine mundial.
