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Jorge Alberto Gudiño Hernández

21/10/2017 - 12:01 am

Un show que promete

Me gusta atestiguar competencias. Ver la final de un torneo de cualquier deporte o un simple partido de niños en la calle me provoca entusiasmo. Más, cuando existe algún acto narrativo que le confiera sustancia a la gesta: ya sea la historia de alguno de los niños, ya los años que lleva determinado equipo sin […]

Estamos a menos de un año de las elecciones del 2018 y ya se perfilan los candidatos. Muchos, dirían algunos, aunque sabemos que, en realidad, serán pocos los independientes que consigan su registro. Foto: Cuartoscuro

Me gusta atestiguar competencias. Ver la final de un torneo de cualquier deporte o un simple partido de niños en la calle me provoca entusiasmo. Más, cuando existe algún acto narrativo que le confiera sustancia a la gesta: ya sea la historia de alguno de los niños, ya los años que lleva determinado equipo sin ganar el torneo en cuestión. Entonces sumo mi entusiasmo a sus causas. Debo confesar que casi siempre fallo. Los equipos a quienes apoyo suelen ser derrotados pero éste no es el espacio para hablar de mis pésimas elecciones.

Supongo que disfruto de estas competencias porque hay algo demasiado humano en el intento por derrotar al otro, por ser mejor. Lo aclaro de una vez: no apoyo a ningún equipo durante el año, no voy a partidos, no sigo con detalle las peripecias de las ligas deportivas. Al contrario, cada tanto, mientras mi tedio pulsa los botones del control remoto, doy con un juego en el que me quedo como espectador. Así, ni siquiera es por la simpatía natural de los verdaderos aficionados a un club que apoyo sus causas. Veo los partidos porque algo me resultó atractivo en ese momento. Nada más.

Estamos a menos de un año de las elecciones del 2018 y ya se perfilan los candidatos. Muchos, dirían algunos, aunque sabemos que, en realidad, serán pocos los independientes que consigan su registro. Pese a ello, la propuesta es nutrida. Si las cosas no se salen de lo previsto (cosa poco probable dado el revuelo que ha habido), sólo se podrá votar, para la presidencia, por un partido que también lo intentó en las elecciones presidenciales anteriores. Al menos, como una fuerza política independiente: el PRI. Morena no existía en aquellos días y, al parecer, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano irán juntos en el famoso Frente. El resto de los partidos podrán, o no, hacer coaliciones pero es poco probable que sus nombres aparezcan de la misma forma en que lo hicieron en 2012.

He platicado de esto con mis amigos. Lo menos que podemos concluir es que está emocionante. Una militante sempiterna del PAN se ha desafiliado por no gustarle el método de elección; izquierda y derecha se juntan para crear un frente bifrontal; en Morena no hay precandidatos ni nada parecido; en el PRI el dedo flamígero sigue sin otorgar su luminosidad; los que tienen aspiraciones independientes se pelean con la aplicación que les permite registrar firmas… ¡Hasta parece una telenovela! Y me quedo corto. Es el juego de las intrigas de un perverso guionista de televisión.

Entonces me entusiasmo. Tanto como lo hago frente a una competencia deportiva. Hasta me permito el lujo de unirme a las especulaciones sin conocimiento. Lo hago en el campo de lo privado, claro está, me avergüenza equivocarme en exceso. Participo, pues, del clima que ya comienza a respirarse. Y es que el show está a punto de comenzar. Los teloneros están terminando sus actuaciones.

Viene lo bueno. Tristemente, nos dejaremos llevar por la narrativa de la competencia, anticipo. Lanzaremos exclamaciones cuando un candidato acuse a otro o cuando se muestre la ilegalidad en ciertas formas de financiamiento. Contaremos como chismes algunas relaciones personales o hablaremos de las familias de los presidenciables. Compararemos sus imágenes, peinados, atuendos y formas de expresión hasta volvernos expertos en detalles minúsculos. Sobre todo, gozaremos de cada mandoble bien acomodado, de las caídas, tropezones y deslices de cada uno de ellos. Ejercitaremos, pues, una suerte de sadismo morboso.
Yo ya estoy acostumbrado a que pierda a quien le voy. Lo que me preocupa no es eso sino la idea misma del show. Sí, tendremos una gesta como ninguna antes pero eso poco abona a la elección de un buen presidente (Estados Unidos es un buen ejemplo). Espero equivocarme pero me da la impresión de que nos quedaremos sólo con eso: un buen show que, al finalizar, nos dejará un poco peor de como estamos. Quizá, al menos, como cuando tras el triunfo de un equipo sobre otro descubrimos que poco tiene que ver con nosotros, nos quedemos con la sensación de su disfrute. Aunque es un cruel consuelo para quien no se merece a esos competidores.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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