ONGs exigen etiquetado coherente, estándar y que garantice una buena alimentación

22/03/2015 - 12:02 am
El etiquetado de semáforo usado obligatoriamente en Ecuador. Imagen: ANFAB
El etiquetado de semáforo usado obligatoriamente en Ecuador. Imagen: ANFAB

Ciudad de México, 22 de marzo (SinEmbargo).– Un etiquetado frontal, claro y estandarizado para facilitar a los consumidores la elección de alimentos saludables de manera rápida y fácil, es otra de las exigencias que la asociación Consumers International (CI) hace a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que lo incluya en un convenio marco para garantizar las dietas sanas y evitar así las millones de muertes por enfermedades no transmisibles.

Luego de los datos proporcionados por la OMS que mencionan que el 10 por ciento del total de las muertes alrededor del mundo están relacionadas con una dieta poco saludable, el CI elaboró una serie de peticiones para que se realice un tratado global con el que los Estados firmantes impulsarían la creación de políticas y acciones encaminadas a disminuir el consumo de sal y de azúcar, implementar o mejorar los etiquetados nutricionales de los alimentos empacados y elevar los estándares de la comida que se sirven en las instituciones públicas como escuelas y hospitales.

“En todo el mundo, están cambiando los patrones dietéticos, puesto que los consumidores preparan menos comida a partir de ingredientes crudos y compran más alimentos procesados y preenvasados. Durante la última década las ventas de este tipo de productos han aumentado en un 92 por ciento, lo que alcanzó una cifra 2.2 billones de dólares estadounidenses durante el 2012. Para los consumidores de alimentos preenvasados que deseen tomar decisiones informadas sobre sus dietas, como identificar cuáles tienen alto contenido de grasa, sal y azúcar, o elegir la opción más sana de una gama de alimentos empaquetados, la información nutricional que se entrega en el paquete es fundamental.

Es por estas razones que CI está exigiendo un etiquetado nutricional que ayude a los consumidores a interpretar de manera rápida y fácil el valor nutricional de los alimentos envasados y evitar las enfermedades relacionadas con la dieta, gracias a la elección de alimentos saludables”, escribe la organización que agrupa a cientos de grupos defensores de los derechos de los consumidores de todo el mundo.

Mientras que el etiquetado no es la única clave para resolver la epidemia de obesidad y sobrepeso –de ahí que la propuesta sea integral– sí es de importancia que los consumidores conozcan la información nutrimental de un producto, es decir, su contenido energético, de grasas, azúcares y sodio, de una manera sencilla.

“Los estudios sugieren que muchos consumidores no tienen tiempo para procesar la información nutricional detallada o tienen dificultades al hacerlo, prefieren información simplificada en la cara frontal del envase que complemente la declaración de nutrientes más detallada en el reverso. Las etiquetas gráficas en la cara frontal, como las que muestran los colores del semáforo o los elementos gráficos, son procesadas con mayor facilidad que las etiquetas que muestran información numérica detallada”, explica CI en un informe dedicado al tema.

“La coherencia es fundamental”

El tipo de etiquetado utilizado en México. Imagen: Coca Cola
El tipo de etiquetado utilizado en México. Imagen: Coca Cola

Como parte de su Estrategia Nacional para la Prevención y el Control del Sobrepeso, la Obesidad y la Diabetes, en México durante 2014 se reglamentó un etiquetado frontal obligatorio que sigue el modelo de las Guías Diarias de Alimentación (GDA), un estilo creado y promovido por la industria desde hace varios años que mediante porcentajes señala las cantidades de azúcares totales, sodio y grasas de un producto, el cual desde 2011 el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) había comprobado mediante un estudio con alumnos de la licenciatura en Nutrición, que no era comprensible.

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En otros países, como Reino Unido y Ecuador han implementado el etiquetado de semáforo para identificar si los productos contienen niveles bajos, medios o altos de energía, grasa saturada. grasa, sal y azúcar. En el primer país se hace de manera voluntaria, mientras que el latinoamericano lo implementó como obligatorio en 2014.

En Australia se utiliza un sistema de clasificación con estrellas de salud, igualmente voluntario, en el que se da una valoración a cada producto según sus componentes “negativos” asociados a enfermedades crónicas, o positivo como contenido de frutas y verduras o fibra y proteínas.

Para finales de este año, en Chile entrará en vigor un etiquetado de advertencia, que a través de señales de precaución avisan al consumidor sobre un “exceso” de sal, azúcar y grasa saturada.

“La coherencia es fundamental. Muchos informes de etiquetado nutricional de alto perfil han concluido que las directrices estandarizadas sobre el uso de etiquetas nutricionales ofrecerían coherencia y familiaridad, y mejoraría el uso de las etiquetas nutricionales por parte de los consumidores. Los esquemas debieran ir acompañados con la educación de los consumidores. Un completo informe sobre el etiquetado de alimentos realizado por el Instituto de Medicina de EU concluyó que “un sistema de etiquetado en la cara frontal del envase solo puede alcanzar todo su potencial […] si está acompañado de una campaña educativa y comunicacional para mantener presente su importancia en los consumidores. Particularmente, las campañas deben dirigirse a los consumidores con alto riesgo de enfermedades relacionadas con la dieta y a cualquier grupo identificado como menos propenso a utilizar las etiquetas nutricionales”, escribe CI.

Es decir, un etiquetado confuso y engañoso pone en riesgo el derecho a la salud de la población.

Lo que exige CI es: Una declaración acerca de la cantidad de nutrientes presentes, y una indicación interpretativa en cuanto a si las cantidades son altas, medianas o bajas en relación con las directrices dietéticas nacionales, utilizando, por ejemplo, un código de colores u otro diseño similar y la expresión de la cantidad recomendada por porción, en términos de porcentaje, con respecto de la ingesta de referencia recomendada.

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