Author image

Jorge Alberto Gudiño Hernández

22/04/2017 - 12:00 am

Ver la tele en México

Nuestra familia creció y descubrimos grandes opciones televisivas para los pequeños. Con eso conseguí desestigmatizar una creencia que tuve durante mucho tiempo: la televisión hace daño. No es así. No si ésta es buena, si los contenidos para los niños son supervisados, si se controla el tiempo que pasan frente a las pantallas, si se dialoga al respecto. Además, negarles la posibilidad de consumir televisión implica, en alguna medida, aislarlos de un mundo que conocen sus amigos.

Eso no significa, empero, que no reconozca claros problemas en la oferta televisiva. Foto: Cuartoscuro.

Lo confieso: fue hace menos de diez años que comencé a pagar para que me llegara televisión de cable a mi casa. Hasta antes de ello, durante un largo periodo de mi vida, supe que no la necesitaba. La televisión nacional siempre me ha parecido mala en términos generales (si acaso, rescato algún programa pero son la excepción). En ese entonces no tenía ningún problema pues entretenía mi tedio en otros menesteres.

Más tarde me casé con una fanática de la televisión. Entiéndase: no es que a M le encanten las telenovelas y los partidos de futbol. No, a ella le encanta el medio como posibilidad de ejercer el análisis y la crítica. Ver la tele con ella es una experiencia que abreva de muchas más vertientes que la pantalla misma. Pese a todos estos argumentos, no teníamos dinero (pagábamos por el departamento, por acostumbrarnos a la vida marital, por algunos pequeños lujos que nos parecían más relevantes que la televisión), así que tardamos varios años en contratar un servicio de cable. Sin embargo, comenzamos a consumir series. Casi todas ellas producto de préstamos de amigos o de compras propias. Pronto me enteré (ella ya lo sabía) de la maravilla a la que se podía aspirar con la televisión extranjera.

Mi primer contrato de cable fue un tanto frustrante. No contenía los canales Premium que más me interesaba ver. Y no los incluía porque no nos alcanzaba para el plan más caro. Yo habría sacrificado gustoso la mitad de los que me ofrecían en ese entonces por tener HBO, por ejemplo. Aun así, comenzamos a disfrutar de contenidos a los que antes no teníamos acceso.

Nuestra familia creció y descubrimos grandes opciones televisivas para los pequeños. Con eso conseguí desestigmatizar una creencia que tuve durante mucho tiempo: la televisión hace daño. No es así. No si ésta es buena, si los contenidos para los niños son supervisados, si se controla el tiempo que pasan frente a las pantallas, si se dialoga al respecto. Además, negarles la posibilidad de consumir televisión implica, en alguna medida, aislarlos de un mundo que conocen sus amigos.

Eso no significa, empero, que no reconozca claros problemas en la oferta televisiva. No toda la programación cumple sus horarios, los cambios son excesivos, se repiten capítulos en los periodos vacacionales, existen demasiados anuncios y uno pronto se pregunta por qué está pagando por un servicio que, cuando menos, resulta regular. Para colmo, hace unos meses tuve que cambiarme de paquete por un asunto relacionado con la empresa proveedora. En el nuevo contrato firmé por un plazo que está lejos de cumplirse.

En cuanto tuve mis nuevos decodificadores, mi esposa constató que hay varios canales que antes podíamos ver que ya no están disponibles. Poco me preocupó: la verdad es que casi nunca los veía. La semana pasada, sin embargo, dejó de transmitir la BBC sus contenidos en América Latina.

Eso sí es grave. Hacen muy buena televisión. Es uno de mis canales favoritos. Transmiten cosas imposibles de localizar en otro lado. Además, me queda claro que pagaba, en buena medida, por esos canales. Al margen de las razones comprensibles de la televisora, me siento cada vez más estafado por la empresa de cable. Y lo peor es que no puedo rescindir el contrato.

Así pues, tendré que esperar a que éste finalice. Mientras tanto, claro está, tendré que irme a otras plataformas, Netflix y similares. Resulta increíble que la mala calidad de la televisión abierta mexicana ya se haya contagiado a los contenidos por cable. Tal vez pronto, muy pronto, vuelva a mi estado de hace diez años: sin televisión de paga aunque con muchos más contenidos que entonces. En verdad, ver la televisión en este país cada día es más complicado.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas