LÓPEZ OBRADOR: NO TODA LA CULPA LA TIENE EL PRI

22/07/2012 - 12:00 am

La parcialidad de los medios de comunicación, la inequidad de la competencia electoral y la compra de votos por parte del PRI explican, según Andrés Manuel López Obrador, su derrota electoral. Sin embargo, existen otras razones tan decisivas como las anteriores: que el candidato de la izquierda se estancó en sus rencores, como en 2006, y le faltó un equipo de trabajo profesional para sortear los embates de la mala prensa. De la REVISTA VARIOPINTO / Especial para SinEmbargo.MX

Miércoles 20 de junio. Como el vuelo 2 283 de Interjet sale a las 6:30 de la mañana rumbo a Ciudad Juárez, Andrés Manuel López Obrador habrá dormido unas cuantas horas. La noche anterior participó en el #Debate132 que organizaron los universitarios. No fue brillante, pero se defendió. O por lo menos se vio más fresco que en los anteriores encuentros con sus adversarios.

Ya en la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el candidato del Movimiento Progresista (PT, PRD, MC) avanza con dificultad: varias personas se le acercan; le llevan un pedazo de papel para que lo firme, o un libro; le pegan el cachete para tomarse una foto. Su hombre de prensa, César Yáñez, le carga la agenda y le platica al oído. AMLO, como se le dice de manera ordinaria, lo escucha mientras atiende a sus fans. Todos los que se le acercan le desean éxito y se despiden de mano.

–Vamos a ganar –les responde él, con certeza.

Va de caquis y camisa blanca de algodón a una Juárez que estará en unos 38, 40 grados. Está algo despistado por las pocas horas de sueño. Tiene los ojos papujados. Lleva un pañuelo rojo en la bolsa derecha del pantalón, como el que le limpia el sudor en las fotos que le hacen durante los mítines.

–Son muy complicados esos escenarios para mí –dice del debate presidencial del día anterior.

–Le fue muy bien –respondo.

–Es que… es que yo tengo que cuidarme de todo. Cualquier error, cualquier asunto mal pensado o mal dicho… de eso se agarran… me transgiversan –agrega, cuidándose de decirlo con propiedad.

Y sí. Cualquier resbalón habría bastado para que se le fueran a la yugular. Incluso lo que no son errores se le transforman, se le tergiversan para hacerlo quedar mal. En esta elección, por ejemplo, el PAN le editó un video, en el que llamaba a no recurrir a la violencia, para hacer parecer lo contrario. Y a veces lo logran. A veces, sus adversarios son efectivos y lo transforman, frente a la opinión pública, en algo que, por lo menos hasta hoy, no es.

Esa fue la historia de 2006: entre lo que dijo y lo que no dijo, le hicieron una campaña negra que lo volvió un villano, un dictador ante los ojos del votante. Historia conocida.

AMLO está a la puerta del avión, como cualquier otro pasajero. Uno de los auxiliares, gordito y risueño, le extiende los brazos para abrazarlo pero el líder de las izquierdas no sabe cómo reaccionar. «Déjeme abrazarlo», dice el hombre.  AMLO se deja.

Acomoda sus cosas. «Armar toboganes», se escucha. Y a volar.

En las siguientes horas, López Obrador no parará (ese mismo día voló a Monterrey a un cierre masivo de campaña). En Juárez es recibido por un breve grupo de simpatizantes y por la prensa. Él se detiene para permitir los micrófonos. «Vamos a ganar», etcétera.

Ya es otro López Obrador. El animal político ha perdido, a esas horas de la mañana, el cansancio, las bolsas de los ojos, las arrugas, todo.

Frente a los seguidores y la prensa, es un hombre nuevo. Un ganador.

***

A pesar de todo, Andrés Manuel López Obrador obtuvo (obtendrá, que al momento del cierre de este texto el cómputo distrital apenas iniciaba) más votos que en 2006. Los datos del PREP del Instituto Federal Electoral (IFE) indican que, otra vez, tiene a más de un tercio de los votantes activos (los que sí van a las urnas) de su lado. Son muchos mexicanos: 16 millones.

Nadie se extrañe. Esa es la historia de López Obrador. De funcionario menor del Instituto Nacional Indigenista a dos veces candidato presidencial. De una marcha de protesta en 1988 a movilizaciones, muchas de ellas polémicas, que han puesto en vilo a un país o han paralizado a una de las ciudades más grandes del mundo.

Todos los golpes madrean. Y los que van hacia AMLO son, en apariencia, demoledores. A pesar de todo, dice su biografía, él se recupera.

Pero algo va quedando atrás y hay un alto costo de tantos golpes. No es fácil ser blanco de muchos. Algo se desgasta siempre. Por lo pronto, la presidencia de la República se le ha negado dos veces, y quizás no haya una tercera oportunidad porque nuevos cuadros emergentes ganan espacios públicos. Uno de ellos es Marcelo Ebrard Casaubón, el actual jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

Frente a los golpes, quizás el único consuelo, si se le puede llamar así, es que los políticos que han sido más duros con él (incluso injustos: el Tribunal Federal Electoral determinó que Vicente Fox estuvo a punto de descarrilar, desde la Presidencia, el proceso democrático mexicano) se han venido al suelo o se van haciendo chiquitos.

Felipe Calderón Hinojosa, a quien las autoridades electorales entregaron el triunfo en 2006, dejará un país hecho pedazos, ensangrentado por la violencia, herido, lastimado, dividido, con 60 mil o más muertos y con otros miles de desaparecidos. Y con su partido en la debacle (Josefina Vázquez Mota empujó al PAN al tercer lugar). Y con una deuda social altísima y creciendo.

–¡Vicente Fox se irá al basurero de la historia! –dijo AMLO en la Macroplaza de Monterrey, ante miles y miles de seguidores.

Ese es el otro caso emblemático. Al basurero de la historia. López Obrador tiene razón: quizás desde Carlos Salinas de Gortari no ha habido, en los tiempos modernos, un ex presidente tan cuestionado, tan rechazado, tan vapuleado incluso por su propio partido.

Pero todos los golpes madrean y las fotos casi nunca mienten.

AMLO se ve cansado. Y lo que le queda por delante no está fácil.

***

Y él que se presta a los golpes. Que comete errores brutales, casi inconcebibles, que rompen incluso con la idea del animal político. Más bien esos errores lo hacen ver como un niño berrinchudo y no un político experimentado. Un niño cagado que se niega a que le quiten el pañal. Así parece.

Errores que arrastra consigo y que sigue pagando.

Como ignorar todos los señalamientos de corrupción que se hicieron a René Bejarano en su momento, y no actuar en consecuencia de manera expedita. Como poner en ridículo la marcha ciudadana contra la violencia del 27 de junio de 2004, cuando era jefe de Gobierno del Distrito Federal. Como violar el amparo en el caso de El Encino y ponerse en manos de sus adversarios, en este caso el entonces presidente panista Vicente Fox. Como lanzar la frase, que editaron y descontextualizaron hasta el cansancio, de «al diablo con sus instituciones».

Como ponerse la banda presidencial y nombrar un «gabinete legítimo». Inolvidable.

Y como mantener, de manera sistemática, un pleito con la prensa que nadie ganará jamás: ni él, ni la prensa. Y no con uno o dos medios: con gran parte de la prensa.

Una pregunta que la izquierda está obligada a hacerse, si es que quiere avanzar, es: ¿Por qué Andrés Manuel López Obrador tiene tan mala prensa? Quizás exista una respuesta en lo que él significa para el futuro de medios como Televisa, Milenio y TV Azteca.

O tal vez la respuesta sea más sencilla: quizás le ha faltado un equipo profesional, no político ni apasionado por su causa; uno que no se faje y vea «el producto AMLO» como una bolsa de verduras; uno de relaciones públicas.

La pregunta no es menor.

La «República amorosa» de López Obrador se topó con esa prensa.

Y con esa prensa lidiará su Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) cuando el proceso electoral de 2012 haya terminado por completo.

***

Texto publicado en la revista VARIOPINTO en su primer número, correspondiente al mes de julio. Twitter: @RVariopinto y Facebook: Revista Variopinto

Ciro Gómez Leyva fue enrojeciendo. Abandonó la tercera persona del singular y pasó a la primera. Y no es difícil que lo haga: tanto él como Carlos Marín participan en la noticia de manera regular. Pero esta vez, dada la seriedad del tema, fue muy notorio. Y más hasta dónde llegó. Y más en el momento que se estaba viviendo.

En un hecho quizás inédito para la televisión mexicana, esa noche del 2 de julio de 2012, el director editorial de Grupo Milenio y conductor principal de Milenio Televisión abandonó toda formalidad para lanzar acusaciones a Andrés Manuel López Obrador en una transmisión en vivo y sin guión. Le dijo «cobarde» y «linchador», pero los calificativos fueron poca cosa; fue la manera en que lo hizo.

«Que sea muy claro. Que diga si es el dueño [de Milenio], si es Francisco González; o también que sea muy directo: que diga si ese problema es con Carlos Marín o con Ciro Gómez Leyva. Pero que no, cobarde, tramposa y dolosamente, con 16 millones de votos atrás, esté poniendo en riesgo, Andrés Manuel, estés poniendo tú, que eres un “linchador” –el dedo apuntó a la cámara–, estés poniendo en riesgo a nuestros reporteros y a nuestros camarógrafos».

El periodista se refería a varios episodios. Días antes, Marín había sido perseguido por un grupo de manifestantes que le reclamaron su «parcialidad». AMLO había acusado a los medios, «con sus honrosas excepciones», de parciales. Ciro se refería hasta a «robo de un celular» a una de sus reporteras. Y en el fondo, se refería a un viejo pleito entre Milenio y López Obrador que se ha extendido por años.

Minutos antes de lanzarse contra AMLO, el periodista había caminado sobre abrojos. Se disculpó públicamente por su fallida encuesta diaria de GEA/ISA, que durante 90 días dio como ganador –con márgenes promedio de 20 puntos– al candidato del PRI, Enrique Peña Nieto. «Editorialmente no hay justificación que valga», dijo. «El ejercicio no salió bien, a pesar de haber estado trabajando en equipo con la mejor casa encuestadora de las elecciones de 2000 y 2006».

Casi un centenar de días de encuestas publicitadas por el periodista y por Milenio en radio, televisión, impresos, internet; en editoriales y en notas formales; en columnas y en foros. Todos estos días afirmando a millones de mexicanos que el triunfo era inevitablemente del PRI.

Y en uno de esos 90 días, en cadena nacional, con la audiencia del Canal 2 de Televisa, Gómez Leyva se autorizó a lanzarse otra vez contra López Obrador. El miércoles 6 de junio, a casi tres semanas de la elección presidencial, le reclamó que no creyera en la encuesta de GEA/ISA.

«Están copeteadas [las encuestas]», le respondió AMLO.

Y lo estaban: La mañana del 2 de julio, con el 95% de las casillas computadas, las cifras del PREP del Instituto Federal Electoral (IFE) pusieron en ridículo a Gómez Leyva y a la gran mayoría de las encuestas publicadas por medios mexicanos. Los ejercicios estadísticos de MilenioEl UniversalTelevisaExcélsior y El Sol de México siempre estuvieron copeteados, como argumentaba el izquierdista. Siempre a favor del PRI.

AMLO no solo tuvo razón con las encuestas, sino que resultó cierto que él estaba mejor posicionado ante el electorado que en 2006, cuando se le declaró derrotado frente a Felipe Calderón Hinojosa: con 98.95% de las actas capturadas, superó los 14 millones 756,350 votos de la elección anterior y logró 778,767 sufragios más, para alcanzar los 15 millones 535,117 en los que se cerró el PREP, sin el 100% de los votos contados.

«No hay justificación que valga», reconoció Gómez Leyva. Y la encuestadora GEA/ISA pagó: se anunció que Grupo Milenio cancelaba sus ejercicios estadísticos.

La Ley no contempla una sanción para encuestadoras, periodistas o medios que difundan encuestas que, al final, resulten engañosas. Los daños causados por esos ejercicios –y por decenas de horas en televisión y toneladas de tinta y papel–, o las distorsiones provocadas en el electorado, se quedan para el anecdotario.

«¡La gente en la calle, ya lo vimos, ha sido muy agresiva! ¡Hoy le robaron un teléfono a una de nuestras compañeras, la gente que estaba alrededor de él [de López Obrador]! Y en varias ocasiones ha habido indicios, connatos y agresiones contra nuestros reporteros», dijo Gómez Leyva el día en que perdió los estribos y llamó en vivo «cobarde» y «linchador» al dirigente de las izquierdas.

Gente en la calle, agresiva, dijo.

Pues sí.

***

A ojo de buen cubero, en un conteo grosso modo, AMLO habrá recibido, en su carrera política, unos 40 millones de votos. Solo por él. Esto lo convierte en el dirigente de las izquierdas más exitoso en la historia de México*.

Quizás sea, también, el político mexicano más golpeado por sus adversarios. Se lo merezca o no.

La pregunta con López Obrador es siempre la misma: ¿Qué sigue para él? Porque ya se vio que no se desploma, que mantiene un gran carisma y si cree lo contrario, lance una diatriba en las redes sociales para que vea lo que recibe a cambio.

Con todo, sigue siendo «un rayito de esperanza» –la idea de sí mismo en 2006– para muchos (este 2012, para casi 16 millones de mexicanos).

Contando votos, experiencia, empuje, arraigo entre la gente; contando que ahora tiene MORENA y que en la capital del país el liderazgo de la izquierda se ha afianzado de manera brutal, no podría hablarse de un líder social en la derrota. Peores momentos ha tenido. Peores amarguras ha pasado.

Es mucho aventurarse, sí, decir que 2018 está cerca. Piénselo bien: tiene 58 y tendrá, entonces, 64 años. Viejo, viejo, no es. Tampoco un chamaco.

«Es que estoy aflojado en terracería», diría López Obrador de sí mismo.

Ahora falta saber si el camino, lleno de piedras y abrojos por  el PRI fortalecido que viene, no afloja y cansa, de manera definitiva, a los que siguen pensando que él puede ser la respuesta para este país.

* Alejandro Páez Varela es Director de contenidos del periódico digital SinEmbargo.mx. Escritor. Sus últimos dos libros son Presidente en Espera, biografía de Marcelo Ebrard (Planeta 2011) y El Reino de las Moscas, novela (Alfaguara, 2012).

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video