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Dolia Estévez

22/09/2017 - 12:00 am

Hipocresía

Trump reiteró el mensaje y ofreció ayuda en una llamada telefónica a Peña el miércoles. Para mostrar buenas intenciones, mientras hablaban, volaban a México equipos de élite especializados en búsqueda y recuperación de la Agencia para el Desarrollo Internacional, la dependencia del gobierno federal que canaliza asistencia civil al extranjero.

“Sería ingenuo creer que el comportamiento de Trump presagia un giro político hacia México y los mexicanos”. Foto: Peter Foley, EFE

Washington, D.C.—Las redes sociales recibieron con justificado escepticismo el repentino cambio anímico de Donald Trump ante la tragedia humana en México. Trump–quien esta semana debutó en Naciones Unidas con un aterrador discurso contra Norcorea que inquietó a la comunidad internacional—mandó “bendiciones” al pueblo de México por el devastador terremoto. A diferencia de hace dos semanas, cuando fue criticado por haberse tardado una semana (culpó la mala recepción del celular de Enrique Peña Nieto) para ofrecer condolencias por el temblor en Oaxaca y Chiapas, esta vez dijo en su cuenta de Twitter: “Estamos con ustedes y estaremos allí para ustedes”.

“Hipócrita”, clamaron las redes sociales. “Nadie te cree, tus acciones sólo muestran que odias a cualquiera que viva al otro lado de la frontera sur”. “Deja de decir mentiras, estás con los supremacistas blancos, no con los mexicanos”. “Bonitas palabras pero sigues construyendo el muro e insistiendo que ellos [los mexicanos] paguen por él”. “¿Qué sigue? ¿Decir que vas a destruir a México si no paga por el muro? “¿También bendices a los violadores y criminales?” “Usa el presupuesto del muro para ayudar a México. Has algo bueno por primera vez”. “Con toda franqueza, no creo que el pueblo de México quiera que compartas su dolor”. “¿No eres tú el que trata de construir un muro y deportarlos a todos? Eres una vergüenza global. Por favor cállate”.

Trump reiteró el mensaje y ofreció ayuda en una llamada telefónica a Peña el miércoles. Para mostrar buenas intenciones, mientras hablaban, volaban a México equipos de élite especializados en búsqueda y recuperación de la Agencia para el Desarrollo Internacional, la dependencia del gobierno federal que canaliza asistencia civil al extranjero.

Sería ingenuo creer que el comportamiento de Trump presagia un giro político hacia México y los mexicanos. Trump es un hipócrita. La hipocresía, dijo en tono sarcástico Nicholas Kristof en The Washington Post, es un área en la que Trump ha mostrado liderazgo mundial.

Su compasión no es sincera. Son palabras huecas. De ahí que no le quiten el sueño a su base de apoyo rabiosamente antimexicana. Saben que el cargo de Presidente conlleva una dosis de political correctness que la facción globalista de la Casa Blanca (encabezada por el yerno Jared Kushner) lo obliga a tragarse. A Trump le importan poco los cientos de mexicanos muertos, o los que quedaron atrapados, o los que perdieron sus hogares. Le importa poco que las heridas del 85 se hayan vuelto a abrir. Nos desprecia tanto como el primer día. No reza por México y, si lo hiciera, seguramente Dios no lo escucharía.

Las palabras son baratas. Lo que cuenta son los hechos. El muro fronterizo sigue. Las deportaciones de inmigrantes sin trayectoria criminal, siguen. Las separaciones de familias, siguen. El limbo jurídico al que arrojó a cerca de 800 mil jóvenes indocumentados, sigue. La eliminación del financiamiento federal para las ciudades santuario para inmigrantes, sigue. La prepotencia en las negociaciones del TLCAN, sigue.

Trump está convencido que México, según dijo su jefe de gabinete John Kelly, “está al borde del colapso”, como la Venezuela de Hugo Chávez. No importa que el general de marines, a quien Trump considera duro entre los duros, no sepa lo que está diciendo: bajo Chávez, Venezuela no estuvo al borde de colapso, es ahora, con Nicolás Maduro, que se desintegra.

El debate sobre si México es un estado fallido está muy trillado. Felipe Calderón y sus 100 mil muertos le dieron fuerza. Situar a México a un paso del despeñadero, no sólo es táctica de miedo para tratar de convencer a los renuentes demócratas a financiar el muro. Trump y Kelly realmente los creen.

Cuestión de recordar la famosa conversación telefónica del 27 de enero, cuya transcripción fue publicada en su totalidad por The Washington Post. Trump dijo a Peña que el problema del narco en México está “completamente fuera de control” y culpó a los capos de la droga por la epidemia de drogadicción en partes de Estados Unidos. Desconfía en los militares mexicanos. Cree que son incapaces de enfrentar y acabar con el poder del narco. Le gustaría que los militares gringos se hicieran cargo.

El debate sobre el estado fallido no está resuelto. Hay argumentos válidos en ambos lados. Hechos que justifican la descripción, pero también que la refutan. Si el país estuviera a punto del derrumbe, la sociedad civil no hubiera actuado con la fuerza, generosidad y serenidad con que enfrenta el actual desafío. Es la misma sociedad participativa que se organiza para acabar con los gobernantes corruptos, hacer valer el Estado de derecho, y enterrar de una vez por todas la noción de que México no tiene remedio.

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El meloso mensaje de Trump no merece el beneficio de la duda de los mexicanos. Sus lágrimas de cocodrilo no van a cambiar el juicio de la historia que seguramente resolverá condenarlo como el presidente más antimexicano de todos los tiempos.

Dolia Estévez
Dolia Estévez es periodista independiente en Washington, D.C. Inició su trayectoria profesional como corresponsal del diario El Financiero, donde fue corresponsal en la capital estadounidense durante 16 años. Fue comentarista del noticiero Radio Monitor, colaboradora de la revista Poder y Negocios, columnista del El Semanario y corresponsal de Noticias MVS. Actualmente publica un blog en Forbes.com (inglés), y colabora con Forbes México y Proyecto Puente. Es autora de El Embajador (Planeta, 2013). Está acreditada como corresponsal ante el Capitolio y el Centro de Prensa Extranjera en Washington.

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