Los secuestros continúan en Veracruz y Oaxaca, aún frescas las fosas del horror en Tres Valles; van 41 cuerpos

23/06/2014 - 12:02 am
La búsqueda continúa. Foto: Antonio Mundaca
La búsqueda continúa. Foto: Antonio Mundaca, Expediente, especial para SinEmbargo

Por Antonio Mundaca, de blog.Expediente.mx, especial para SinEmbargo

Cuenca del Papaloapan, Veracruz, 23 de junio (SinEmbargo/Expediente).– El anfiteatro de Cosamaloapan se llenó de madres, esposas, familiares que buscan entre los restos a los suyos. Casi todas son mujeres. Por segundo día consecutivo esperan una respuesta. Un poco de paz para meses de búsqueda. Algunas de ellas viajaron desde el día anterior de Tres Valles, Carlos A. Carrillo, Córdoba, Orizaba. Literal, le mientan la madre al Procurador de Justicia de Veracruz, que criminalizó a sus desaparecidos vinculándolos con el narco.

Unas de ellas se escabulle, no quieren fotografías. Quieren entrar por la fuerza y saber si es verdad que sacaron seis mujeres decapitadas de las fosas; si de los 24 hombres alguno de ellos lleva una cruz de oro, un tatuaje, un lunar, una señal divina entre la carne podrida que los oficiales forenses se niegan a mostrar.

“Están irreconocibles. Te dejo pasar para que les digas a ver si así entienden”, dice un tipo duro, mal encarado y de cejas finas que atiende con aburrimiento una larga lista de personas venidas de otros pueblos, principalmente de Tres Valles, donde reportan “nueve levantones” no denunciados; de Tuxtepec, Oaxaca, donde otras diez personas fueron reportadas como desaparecidas; de Loma Bonita, donde alrededor de cinco personas más fueron secuestradas y no se tiene rastro.

Una foto muestra la carne vulnerada y blandita, oscura mal tapada con sabanas blancas, incapaz de ser reconocido a pesar de que el Procurador de Justicia del Estado, Luis Ángel Bravo Contreras, le da a la fosa un tiempo aproximado de cuatro meses, una versión distinta a la gente que quiere certidumbre, a los pobladores que no se atreven a hablar sobre los años que llevan las extorsiones y secuestros en la zona.

Los cadáveres serán movidos al puerto de Veracruz y Xalapa para las necropsias. Mientras informan, las personas se apilan. La resignación y el enojo. En la madrugada elementos de la Policía Estatal vigilaron la pequeña plancha forense. El edificio lleva el nombre de “Víctor H. Pitalua”. Fue pintado por última vez en los tiempos de la “fidelidad” con un irónico y penetrante rojo vivo que guarda a los muertos y un blanco tirando a hueso. El olor nauseabundo traspasa sus paredes. Durante el día se sabe en la ciudad que los Marinos rondan desde hace dos noches las comunidades de La Herradura, El Ancla, El Espiadero y pondrán un destacamento dos días más en Gabino Barreda y el kilómetro 20.

Se sabe que en medio de la refriega de quien busca a sus muertos, la presidenta municipal de Cosamaloapan, Adriana Maass Michel, promete la pavimentación de las calles Josefa Murillo, Antonio Plaza y Salvador Díaz Mirón en una región que se desangra.

Los policías municipales están en la comandancia. Las oficinas del subprocurador Regional de Justicia de la zona Centro-Cosamaloapan, Guilebaldo Maciel Mercado, permanecen en el hermetismo total desde el miércoles cuando canceló una conferencia de prensa con medios de comunicación de distintas partes del estado y decenas de familias. Antes y después  del descubrimiento de la masacre, tortura y ejecución masiva de personas cuyo destino juzgado de antemano de “Zetas” enmudeció un subprocurador que es conocido en Cosamaloapan por haber dicho en alguna audiencia pública de inicios de este año: “Quien la haga que la pague”.

Tratando de dar con las víctimas. Foto: Antonio Mundaca, Expediente, especial para SinEmbargo
Tratando de dar con las víctimas. Foto: Antonio Mundaca, Expediente, especial para SinEmbargo

UN CIRCO DEBIÓ IRSE…

El rancho “El diamante” es ahora una fortaleza. Han rodeado las entradas por los flancos. Entran y salen personas de negro, con camisas blanca con sudor y tierra, sombreros para sol,  como si todavía no hubieran terminado de sacar muertos.

Los policías nerviosos no responden preguntas. Huelen la curiosidad de los reporteros, aprietan sus armas, se suben a las patrullas. Los medios locales no saben nada. Igual que en Cosamaloapan el silencio se apoderó de las redacciones.

En la entrada hay  un circo que llegó con payasos y animales y se quedó en las instalaciones de la feria de Tres Valles. Esta vació, se van, no hay clientes.  Circulan rumores sobre los tirados del Papaloapan. Se habla poco.  Los bares no abren. Varias familias fueron a Cosamaloapan a identificar a sus muertos. No tuvieron suerte, tampoco tienen dinero para ir a Xalapa a seguir el trámite burocrático del ADN. No quieren contar la experiencia del corazón en esa plancha.  Es mejor no insistir.

“Todos eran malosos”, el discurso oficial se impregna en la gente. También hay indiferencia.  Es el mismo silencio sepulcral de hace tres días. Pero esta vez se sienten ojos por todos lados. Ahora rondan los elementos de la Agencia Veracruzana de investigaciones (AVI) con sus armas largas, lentes oscuros, abdómenes prominentes.

Sobre la avenida Independencia atraviesan camionetas, casi siempre blancas, sin placas. Unos dicen que andan investigando colonias. Los taxistas, en silencio; no le dicen a los extraños dónde queda el camino al 11. Sabes por vecinos que hay formas de entrar al rancho, detrás de la colina, te dicen que la casa fue habitada hace poco. Que los Cano, dueños del rancho “El diamante”, son una dinastía en el poder con sus contraluces; hay temor que existan otras fosas, porque si fue posible que hubiera una tan cerca, con la comandancia municipal a punto de ciego, nada impide existan más en un terreno lluvioso, con el calor pudriéndolo todo, siempre lleno de sol y de agua.

Aquí la gente está acostumbrada a los asesinatos. Al menos a decirlo, a no dimensionar el paso de la muerte por sus calles. Después de la fosa con el mayor número de muertos en la historia de Veracruz, te hablan del bar “La espuma”, en la comunidad de La granja, donde asesinaron apenas el 6 de junio pasado a Samuel Ámbel Bravo.

Cae la noche. Afuera de varias casas que bordean la periferia de este pueblo, de apenas 45 mil habitantes y hecho municipio en 1988, encuentras efigies de muerte santa, santificada por sangre de acribillados,  la misma muerte que a sus pies vio entrar y salir cuerpos en el rancho “El diamante” hace cuatros días, la misma muerte blanquecina que vigila la carretera federal 175 en la frontera de Veracruz y Oaxaca y todos esos pueblos que hoy tienen a Cosamaloapan y Tres Valles como ciudades hirviendo.

Al filo de las 9 de la noche apareció el cuerpo 41.

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