Parte del problema para identificar a esta población es que no se consideran a sí mismos como enfermos. Foto: Cuartoscuro

Lo obscuro del ejercicio: la vigorexia lleva el cuerpo al límite

23/06/2015 - 12:03 am
Parte del problema para identificar a esta población es que no se consideran a sí mismos como enfermos. Foto: Cuartoscuro
Parte del problema para identificar a esta población es que no se consideran a sí mismos como enfermos. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 23 de junio (SinEmbargo).- Los médicos tienen un consenso generalizado en que la realización de ejercicio ayuda a prevenir enfermedades. Sin embargo, hay quienes cruzaron la línea entre la salud y el exceso debido a un trastorno mental llamado dismórfico múscular (TDM).

El TDM, mejor conocido como vigorexia, altera la percepción del propio cuerpo. De esta manera, las horas en el gimnasio no son suficientes para obtener los resultados que estas personas esperan, e inicia el aislamiento por centrarse en el ejercicio, lo que afecta sus relaciones personales y de familia.

“Este es un trastorno de ansiedad, que lleva a tener ideas de manera obsesiva, que son constantemente invasivas en el sujeto, lo que lo lleva a tener conductas obsesivas, de tipo ritualista. Con un orden, una disciplina, demasiado importante”, explicó el Óscar García Castillo, jefe del Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Iberoamericana.

Estas ideas pueden ser una preocupación constante por una parte particular del cuerpo y la necesidad de aplicar medidas para cambiar su aspecto. Los ejercicios anaeróbicos, entre ellos el levantamiento de pesas, resultan una vía usual para aumentar el volumen muscular. “Suelen ir tres o cuatro veces al día a gimnasios distintos, porque no quieren que los molesten por su comportamiento, ni que piensen mal de ellos”, afirmó García.

Si bien este trastorno puede afectar a las mujeres, es más común ver cómo algunos hombres desarrollan un interés férreo por el tamaño de sus músculos.

“Los trastornos se definen porque modifican la calidad de vida del individuo, si uno pudiera convivir y no hacerse daño a su cuerpo, sin necesidad de modificar su vida, pues no sería un trastorno”, sostuvo el doctor García.

A nivel corporal el exceso de ejercicio excede la capacidad de los músculos y articulaciones, por lo que se está más expuesto a lesionarse.

Sin embargo, las consecuencias más trascendentes se pueden apreciar en la calidad de vida y equilibrio mental. La obsesión por hacer ejercicio, incluso hasta cuatro horas diarias, conlleva una sensación de constante inconformidad.

Foto: Shutterstock
Las consecuencias se pueden apreciar en la calidad de vida y equilibrio mental. Foto: Shutterstock

Esta variante del trastorno dismórfico corporal (TDC) también incide en los hábitos alimenticios, que a diferencia de la anorexia o la bulimia, se caracteriza por consumir productos con alto contenido proteínico con el fin de hacer crecer los músculos.

Cuatro latas de atún y cuatro huevos en una sola merienda pueden parecer la dieta normal de un fisicoculturista, no obstante, la ansiedad por ver resultados lleva a estos sujetos a caer en abusos de anabólicos y esteroides, los primeros relacionados con consecuencias como la afectación renal, y los segundos con ataques al corazón y cáncer de hígado.

“Son manifestaciones socialmente adaptadas del trastorno obsesivo compulsivo. Mientras las chicas están preocupadas por su peso, los hombres están preocupados por adaptar su masa corporal a un estándar distorsionado”, hizo hincapié García.

Estadísticas recopiladas por la revista estadounidense Psychology Today señalaron que la prevalencia de algún trastorno dismórfico corporal en ese país era del 2.4 por ciento dentro la población general, por encima de otros trastornos mentales, como el bipolar.

García Castillo consideró que esos porcentajes son aún muy altos. “Es también cuestionable la manera en la que obtuvieron este índice. Podemos ver a un montón de gente haciendo ejercicio, pero la única manera de saber es haciendo un análisis de la vida del paciente”, dijo.

No obstante, parte del problema para identificar a esta población es que no se consideran a sí mismos como enfermos, ni están dispuestos a pedir ayuda.

El tratamiento se incluye dentro del espectro de trastornos compulsivos, y expertos coinciden en que la forma más efectiva de regular este padecimiento es a través de una terapia cognitiva, acompañada de la toma de pastillas antidepresivas y ansiolíticos, que devuelven la serotonina en el cerebro a los niveles normales, dándole estabilidad al paciente y haciéndolo identificar sus hábitos perjudiciales para reemplazarlos por otros más saludables.

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