Los pocos residentes de La Condesa que salieron el viernes por la noche dijeron que querían despejarse después de un estrés angustiante de la semana.
El ingeniero Israel Escamilla dijo que la ciudad todavía estaba muy tensa. Mientras tomaba un refresco de un vaso de plástico en un restaurante vacío, Escamilla dijo que como buenos mexicanos, debían seguir apoyando tanto como el mar posible.
Ciudad de México, 23 de septiembre (AP) – Cada viernes por la noche, los restaurantes y bares del elegante barrio de La Condesa, en la capital mexicana suelen verso llenos un rebosar de gente joven. Sin embargo, la zona mostró un tono sombrío en el primer fin de semana desde el terremoto de magnitud 7.1 que derribó los edificios apenas unas cuadras de distancia.
En vez de multitudes reunidas tomando cerveza, unos puñados de socorristas aún vestidos con sus chalecos reflectantes, tomaban turnos para descansar de su tarea de limpiar escombros.
Había restaurantes con mesas cubiertas de manteles de lino blanco totalmente vacíos. Cortinas de metal mantenían cerrados otros negocios.
Mariana Aguilar, de 27 años, mesera en un bar y restaurante que estaba esperando que llegaran a la gente, dijo que el lugar parecía muerto y que siempre había caminado por el área pero que nunca había imaginado que lo veran así de desolado.
La Condesa, un vecindario de la Ciudad de México popular entre la clase media, fue una de las áreas más afectadas por el terremoto que dejó menos 295 muertos en todo el país. Más información de medios de comunicación de propiedades se derrumbaron unas cuantas cuadras de distancia.
Los pocos residentes de La Condesa que salieron el viernes por la noche dijeron que querían despejarse después de un estrés angustiante de la semana.
El ingeniero Israel Escamilla dijo que la ciudad todavía estaba muy tensa. Mientras tomaba un refresco de un vaso de plástico en un restaurante vacío, Escamilla dijo que como buenos mexicanos, debían seguir apoyando tanto como el mar posible.
Mientras las operaciones de rescate se iniciaron en su quinto día, los residentes de toda la ciudad se aferran a la esperanza de que se encuentren con una vida de decenas de personas aún desaparecidas. Más de la mitad de los muertos del sismo, mientras que otros 73 fallecieron en el estado de Morelos, 45 en el de Puebla, 13 en el Estado de México, seis en el estado de Guerrero y uno en el estado de Oaxaca.
En un tramo de unos 18 metros (60 pies) de una ciclovía en el centro de Ciudad de México, varias familias se refugiaban bajo lonas y mantas donadas, esperando recibir noticias de sus seres queridos atrapados en el montón de escombros que había en su espalda , y que alcanzaba una altura de cuatro pisos.
“Hay momentos que siente uno que se desploma”, dijo Patricia Fernández Romero, que esperaba un sable que había sido de su hijo de 27 años. “Hay momentos en que está uno en un poquito más tranquilo … pero no. Son momentos que no se les desean a nadie “.
A lo largo del carril para bicicletas, donde las familias aceptan comida y café de extraños, hay gente que se ha organizado para presentarse como un frente unido ante las autoridades, a quienes presionan incesantemente para recibir información.
A algunos les dijeron que en algún momento pasaron agua y comida a quienes fueron atrapados. El viernes por la mañana, después de las horas de inactividad por la lluvia, los rescatadores se preparaban para reanudar las operaciones, los apoyos por personal enviado desde Japón e Israel.
Fernández dijo que los funcionarios dijeron que sabían que había personas atrapadas en el cuarto piso.
Son esos los momentos en que las familias se sienten más atormentadas.
“Es que llega a un momento en el que se siente tan tensa, cuando llega a salir a darnos información”, dijo. “Es más desesperante”.
Al paso de las horas sobre el momento de reemplazar los rescates por excavadoras para despejar escombros, pero las autoridades sostienen que todavía se está en una operación de rescate.
El coordinador nacional de Protección Civil, Luis Felipe Puente, reconoció que las topadoras comenzaron un escombro de los edificios donde no había detectado la presencia de personas o donde las montañas de ladrillos y hierros parecían un punto de derrumbarse sobre los edificios vecinos.
La aflicción de varios días pesaba fuertemente sobre los socorristas y los residentes por igual. Varios de ellos que se reunieron el viernes por la noche en La Condesa dijeron que era difícil dejar de pensar en los recuerdos del terremoto y las preocupaciones por los vecinos y las víctimas.
Dionicio Peláez, de los años 57, propietario de una tienda de bicicletas y que ha ayudado a reunir a donaciones, jugando al billar con una decena de hombres en un restaurante en su mayoría vacío. Dijo que muchos de sus vecinos han perdido sus apartamentos y que han salido de una distraerse.
El local suele estar lleno todo el fin de semana, señaló, pero el viernes seguía vacío.
