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Microcasas: Vivir o trabajar en 10 metros cuadrados

23/10/2016 - 12:00 am

El catálogo de Ikea para 2017 vuelve a sacar a la palestra el tema del aprovechamiento de espacio, de la condena que cae sobre los jóvenes y que los obliga a habitar en viviendas cada vez más pequeñas. No obstante, si algo caracteriza al humano posmoderno, es su capacidad para darle la vuelta a un inconveniente y convertirlo en un rasgo positivo: El Tiny House Movement

Por Esteban Ordoñez, Yorokobu

Ciudad de México, 23 de octubre (SinEmbargo/ElDiario.es).– El libreto sueco aborda las descripciones de sus muebles con una felicidad publicitaria casi convincente, como se cuenta en este artículo de John Brownlee, e intenta eludir la triste realidad: la mayoría de gente vive en apartamentos lata porque no le queda otra. No obstante, hoy hay personas que abogan por habitar en espacios minúsculos por razones que trascienden lo económico. El Tiny House Movement (el movimiento de las microcasas) no ha desaparecido.

La movida comenzó en Japón con el nombre de kyosho jutaku y surgió como una solución a problemas económicos de accesibilidad a la vivienda. Pero la tendencia ha ido puliendo sus aristas hasta postularse como un modo de vida cuyas motivaciones se mueven también en la órbita de la preocupación medioambiental y de la necesidad de independencia y desarraigo cada vez más presente en las nuevas generaciones.

Foto: Yorokobu
Foto: Yorokobu

Además, los diseñadores y arquitectos entraron en tromba en el mundo de las microcasas, seducidos por el reto creativo que supone, así como por las posibilidades de negocio. El arquitecto italiano Renzo Piano expuso en el Museo del Diseño de Vitra una casa de ocho metros cuadrados.

Contenía cocina, ducha, cama, armario, mesa, un sistema de abastecimiento eléctrico y de reciclado de agua de lluvia. Susana Scarabicchi, arquitecta del equipo de Piano, defendía el diseño: “Se trata de sentir la naturaleza y disfrutar del silencio, aislado y protegido. Un lugar donde pensar, leer, trabajar”.

Daniel Corbí, experto en arquitectura bioclimática y responsable de CS&A, lleva años diseñando casas minúsculas y destaca una característica común en sus clientes: “Son personas de 25 a 40 años que quieren experimentar la sostenibilidad”, cuenta a Yorokobu.

Y sostenibilidad significa diseño. En un espacio tan pequeño, de unos 10 metros cuadrados, no hay lugar para florituras estériles. Los diseños de Corbí se basan en el estándar Passivhouse, ideado a finales de los 80 por los expertos Bo Adamson y Wolfgang Feist. Se trata de construir casas que apenas requieren energía artificial.

“La pequeña casa autosuficiente debe reunir unas propiedades de aislamiento y de diseño que permitan que en invierno se caliente sola con el sol y en verano no sea necesario instalar aire acondicionado. En climas como el nuestro, de veranos tan rigurosos, una construcción tan pequeña puede ser el infierno, por eso no nos vale cualquier solución constructiva. Hay que diseñarlas para meter el sol en invierno y sacarlo en verano”, explica Corbí.

Estas pequeñas cajas deben aislarse a conciencia y trabajar mucho la estanquidad. “La fachada y la cubierta deben ventilar para que haya un colchón de aire; debemos usar colores claros para reflejar el máximo de radiación solar. No puedes tener un ventanal al sur por el que te entre el sol y ponerle una cortina, así entra mucho calor. Lo que hacemos es crear un alero o un voladizo para que esa zona permanezca en sombra”,  detalla. No son técnicas nuevas, pertenecen a la arquitectura de siempre, pero “en una pequeña casa hay que afinar todos esos parámetros”.

Foto: Yorokobu
Foto: Yorokobu

Como cualquier fenómeno que se propaga en los comienzos del siglo XXI, han surgido defensores que vinculan esta forma de vida con la obtención de una felicidad casi automática o de una libertad sin límites. Se ha alentado al espíritu nómada diciendo que con estas casas, en tanto que son transportables, uno puede vivir una semana en la playa y a la otra en un bosque. La ley lo complica, al menos en España.

“A todos los efectos esto es una casa. Nosotros presentamos un proyecto con una dirección de obra y pedimos una licencia. Es obra mayor y se tiene que cumplir la ley. Algunas personas nos llaman para colocarla en una parcela rústica y lo que le decimos es que pregunten en el ayuntamiento. La ley está atrasada en ese aspecto”.

Corbí aboga por que se adapte la normativa, ya que el impacto en el terreno de estos habitáculos autosuficientes es nulo: “Ahora mismo, la construcción y la tecnología permiten que coloques la vivienda en suelo rústico y que no necesites nada en cuanto a energía, que se toma con una placa solar, o en cuanto a depuración de aguas”, defiende.

El aumento del interés por las casas pequeñas también guarda relación con unas dinámicas de vida y de trabajo cada vez más independientes. Un estudio del Foro Europeo de Profesionales Independientes determinó que entre el 2000 y el 2011 el número de freelancers había crecido un 82%. Y la gente que trabaja desde casa también puede sacar provecho de esta corriente.

Para Corbí, “la aplicación ideal para las tiny houses es la unión de la vivienda y el trabajo: en el mundo anglosajón se llama shedworking”.

Foto: Yorokobu
Foto: Yorokobu

La idea del shedworking es crear cobertizos en mitad de espacios exteriores que nos ayuden a aislarnos y a conseguir una concentración óptima. Son pequeños estudios, despachos o talleres totalmente personalizables que suelen ubicarse en jardines o patios.

Faltaría ver cuántos freelance cuentan con terreno como para instalar uno de estos despachos.  No obstante, puestos ante la disyuntiva de comprar vivienda, para los currantes que no necesitan desplazarse, el coste de la parcela sumado a la gran cantidad de recursos que los devotos de las tiny houses vuelcan en internet, revelarían esta alternativa como una opción mucho más barata que adquirir un apartamento.

El espíritu colaborativo impregna este movimiento. Muchos diseñadores comparten conocimientos e ideas a través de la red. Existe una comunidad online de amantes de lo minúsculo. Uno de los pioneros, Jay Shafer, fundó la web thetinylife.com, donde intenta expandir la tendencia y publica sus propios tutoriales para que cualquiera aprenda a montar su vivienda.

Dentro de la lógica de su negocio, Corbí también sigue algunos de estos principios colaborativos: “Las casas forman parte del movimiento maker porque ofrecen la posibilidad de adquirir los planos de montaje y recibir una asesoría técnica para construirlas. La idea es disponer de ejemplos gratuitos en la web para compartir el sistema constructivo y cobrar por la asesoría técnica y por los diseños que se personalicen en función de cada cliente”.

Desafortunadamente, poco importan los principios más o menos libertarios o las oportunidades de inventar nuestra propia forma de vida y de huir de los dictados y de las inercias de la sociedad. Al final, siempre llegará Ikea con un catálogo enorme y acabará marcándonos los pasos.

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