Hoy hace 18 años que conozco Coyoacán

23/12/2017 - 12:00 am

Hoy hace 18 años que conozco Coyoacán. Fue el primer territorio al que fui cuando recién llegué. Comí entonces en Los danzantes y cada vez que voy allí, me siento para tomar una sopa de huitlacoches en un pan, disfrutar aunque sea el olor del mezcal (ya no puedo beber más y sentir el sol a pleno que pareciera que en México brilla más en la tierra de coyotes.

Mucha gente que vive ahí dirá de los turistas, dirá que no hay muchos lugares para comer, dirá que la Cineteca aquí, los puestos de artesanos allá y ahora el escritor Juan Villoro, un coyoacanense irredento, sacó los separadores de yagalán en su reciente libro (La utilidad del deseo) para referirse a su estar en el mundo. Dice Juan “mi pueblo” y es eso lo que tiene Coyoacán, un aire a pueblo que ni los terremotos ni los ladrones ni esas noches oscuras que allí, en tierra de coyotes, son más negras que nunca, podrán.

Si es el territorio coyoacanense es tierra fértil para que florezcan los pasos de personalidades destacadas de la cultura y el espectáculo mexicanos, se debe en parte (en gran parte) a la celebridad de los coyotes que abrevan sin pausa de la fuente ubicada en el centro del Jardín Centenario.

Reminiscencia de la especie nombrada con el vocablo náhuatl coyotl y que rondaba en gran número por la zona en tiempos pasados, la escultura de Gabriel Ponzanelli le da forma y contenido al pintoresco pueblo defeño.

Otros famosos son, valga la redundancia, “Los famosos de Coyoacán”, nombre que en realidad alude a la empresa fundada en 1921 por los primos Ponciano y Luciano Ponce, Helados Siberia, un local de nieves que hoy, con más de 90 años de vida, resulta toda una institución en la zona.

Así las cosas, el espacio florido y perfumado del Coyoacán de nuestra era conserva rincones de privilegio para muchas celebridades vernáculas que sin la estridencia ni la historia de los coyotes y la nevería centenaria, viven su versión del paraíso en la por momentos infernal y post-apocalíptica ciudad más poblada del mundo.

Tal el caso de la cantante Hebe Rosell, cuyo apellido materno, Masel, la delata como hermana mayor del célebre rockero argentino Andrés Calamaro, sin que esta mención familiar, por supuesto, intente restar mérito a su prolífica y destaca labor artística.

Integrante fundadora del grupo folclórico Huerque Mapu, músico y psicoterapeuta, Hebe llegó a México en 1976 escapando de la dictadura militar argentina. Desde entonces, vive en nuestro país.

“Coyoacán me refugió cuando pasé a ser libre e independiente. Y su alegría populosa y colorida, sencilla, siempre amable, como de pueblito, le hace mucho bien al corazón y a mi guarida”, dice Rosell.

“Me inspira como persona entre otros muchos valores su liviandad, su belleza, el abrazo que ejerce con quien se deje entre sus rasgos coloniales, sus colores que disparan impulsos, sus parquecitos, sus artesanías, algunas delicias gastronómicas”, agrega Hebe, quien camina a diario y desde temprano por la Francisco Sosa.

“Es la más bella calle que conozco, disfruto, habito, camino. Las casas, los rincones, las privadas, los árboles, sus extraordinarios árboles. Ahora la necesito más, porque me contiene y anima entre los textos del espectáculo que voy recuperando por las mañanas tempranito. Vivo en Coyoacán hace 15 años, es mi pequeña Tierra Prometida”, dice la cantante.

El presentador de televisión y actor Miguel Conde es un potosino de pura cepa que hace años ya adoptó el Distrito Federal como su primer hogar. Aunque tiene su casa en San Ángel, todas las citas de trabajo y personales las lleva a cabo en Coyoacán, donde pronto también regenteará su propio restaurante.

“Me gusta el sabor a barrio que tiene. Sus calles y casas antiguas, poder caminar tranquilamente, tomar un café o comer las variadas opciones que ofrece. Hay algo de nostalgia por un México que se fue y que se une a una nostalgia por mi propia infancia”, dice el conductor de La ruta del sabor.

“Creo que todo esto es materia prima para el artista. Un olor a pasado que se mezcla con el olor a fresco, a tierra que te permite al mismo tiempo estar en el presente”, pregona.

En Coyoacán, muy alejado del poco sosiego de los turistas que recorren el paseo obligado del centro histórico con los ojos abiertos como platos y los gestos festivos de quien celebra un paisaje antes nunca visto, tiene su casa de usted el legendario Francisco Barrios “El Mastuerzo”, fundador para más datos de Botellita de Jerez y autor de canciones memorables como “Prohibido” y “La muerte de los locos viejos” , entre otras.

Oriundo de Tulancingo, Hidalgo, “me fui de ese terruño para vivir a Coyoacán, DF, donde construí mi mansión tipo Chalet Suizo Tulancingueño, estilo para los arquitectos verdaderamente fundamentado, con columnas de barbacoa, cimientos de Guajolote con enchilada y huevo hervido”, dice el cantautor en su página web.

La verdad es que no hay arquitecto que explique las intrincadas e imposibles escaleras que llevan al cielo del Mastuerzo, cuya casa en una terraza de la Colonia San Mateo Churubusco ofrece una extraordinaria panorámica del pintoresco pueblo.

Ese pueblo donde habita el fantasma de Frida Kahlo, cuando sale a pasear por las calles aburrida como suponemos se encuentra en la Casa Azul, donde Paco llegó “a tocarle las nalgas” a la mismísima esposa de Diego Rivera.

Cuenta El Mastuerzo que una de las primeras salidas que hizo cuando llegó a ciudad de México fue la visita al Museo Frida Kahlo y que cuando el guía explicaba la historia del museo, el curioso visitante no tuvo mejor idea que meter los dedos en un jarrón que reinaba en un altar.

¡Eran las cenizas de Frida!

Silvia Navarro, que entrena ese cuerpito gentil en Los Viveros; Irene Azuela, la talentosa y bella actriz mexicana que recorre Coyoacán en bicicleta; María Rojo, que de tanto amar el pueblo terminó gobernándolo entre 2000 y 2003, son algunas de las celebridades que habitan la tierra de los coyotes.

Muy cerca de Los Viveros, más bien enfrente, vive el matrimonio formado por el bajista Alonso Arreola y la chef Marion Díaz. Ella sale todas las mañanas rumbo al gimnasio donde comparte clases con la cantante Cecilia Toussaint, una vecina histórica de la zona y luego parte raudamente a hacerse cargo de su restaurante en la Colonia del Valle.

Él hace apenas unos pasos para dar clases en el LaBA Taller, donde enseña los secretos del instrumento a más de 35 bajistas y deja perdidos en la ansiedad a los 40 que pueblan la lista de espera.

La carrera de la hoy estrella internacional Lila Downs se fue bordando con paciencia y esmero por la propia Lila y su representante Libertad Estrada en una escondida oficina en Coyoacán, que es también la zona donde la cantante, su esposo Paul Cohen y el hijo de ambos, tienen la casa familiar.

Cuando no se dedica a unos de sus hobbies favoritos, la cocina, Lila sale a comer por el barrio. Sus restaurantes preferidos son La Talavera, La Caracola y El Jolgorio.

Tierra de poetas y pintores, allí donde erigió su magnífica casa el “Indio” Fernández, destacado director de la época de oro del cine mexicano, Coyoacán extiende su magia en las personalidades que eligieron transitar sus rumbos con la pasión propia de quien se percibe un poco dueño de un tiempo otro, siempre vivificador, a menudo estimulante.

Qué hermoso es Coyoacán y qué lindo dedicarle unas líneas a su existir, hoy que hace 18 años que forma parte de mis paseos, como si recién llegara a México y hay que ir a esa tierra de coyotes.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video