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Jorge Alberto Gudiño Hernández

24/03/2018 - 12:02 am

Robo de información

Esta semana se levantaron varias voces indignadas por el escándalo de Cambridge Analytica. El asunto central parece sencillo: por medio de algoritmos y del aprovechamiento de ciertas fallas de seguridad en Facebook, la empresa se hizo de información de unos cincuenta millones de usuarios de la red social. A partir de ésta, desarrolló estrategias tendientes […]

Foto: Pixabay

Esta semana se levantaron varias voces indignadas por el escándalo de Cambridge Analytica. El asunto central parece sencillo: por medio de algoritmos y del aprovechamiento de ciertas fallas de seguridad en Facebook, la empresa se hizo de información de unos cincuenta millones de usuarios de la red social. A partir de ésta, desarrolló estrategias tendientes a influir en sus opiniones políticas. La repercusión más inmediata fue que las acciones de Fb cayeron en el mercado provocando que la compañía perdiera una cantidad desorbitada de millones de dólares.

Ha sido un escándalo, sin duda. Sobre todo, porque los usuarios de la más popular de las redes sociales se han dado cuenta de que su privacidad dista mucho de serlo. De ahí que hasta se hayan engendrado movimientos que insisten en que debemos dar de baja nuestras cuentas en Fb. Algo que, quizá, no sea tan mala idea aunque no necesariamente por esas razones. O no sólo por ésas.

Como muchas personas, a veces entretengo mi ocio recorriendo las pantallas que me ofrece Fb. No me engaño: pierdo tiempo en publicaciones triviales tanto como me entero de lo que están haciendo mis conocidos. He caído, en varias ocasiones, en la tentación de leer artículos entretenidos y con poca sustancia. Como aquél que me muestra los 100 lugares que debo visitar antes de morir, el que me ofrece enseñarme cuáles son los 50 mejores hoteles del mundo o, incluso, uno que me revela los 15 secretos menos conocidos de la farándula. Pierdo un par de minutos cada ocasión y ya está.

El asunto se vuelve interesante cuando, tras visitar alguna de estas páginas, mi timeline se llena de más de éstas. En otras palabras, un algoritmo detecta mi interés y, casi de inmediato, me ofrece más contenido del tipo que ya he consumido. Desde hace tiempo que sé que Fb sabe lo que quiero y yo reconozco la capacidad de sus procesos para identificarlo y ofrecérmelo. Así pues, nunca he sido ingenuo en ese particular y lo consumo a sabiendas de que lo hecho parte de un análisis de gustos.

Todo se vuelve más complejo al salir de la aplicación. He buscado, por ejemplo, boletos de avión a partir de herramientas creadas por otros desarrolladores. He buscado sin comprar, alimentando la ilusión de que algún día haré ese viaje. Me llama la atención cómo, un par de días después, mi Fb se llena de anuncios de vuelos baratos o de hoteles en las ciudades que, presuntamente, visitaré. En otras palabras, su algoritmo es más poderoso de lo que yo creía pues es capaz de vincular la información entre diferentes aplicaciones. Más que espantarme, a veces lo agradezco: en una de ésas llega una oferta que me seduzca.

Soy, pues, consciente de que esas cosas pasan al estar dentro de la red social. Lo soy tanto, que son escasos mis datos personales en mi perfil. Nunca publico, por ejemplo, fotos familiares ni digo a qué parte iré salvo cuando quiero ser encontrado (en la presentación de un libro, por ejemplo). Así, me convenzo un poco de que mantengo cierta privacidad que, de antemano, sé vulnerada.

No me sorprendió el affaire de Cambridge Analytics. Hasta me pareció normal. Llegaría tarde o temprano. El hecho de que una o varias empresas aproveche toda la información que vamos dejando es una mina de oro para generar campañas publicitarias, para incentivar la venta y, también, para incidir en procesos electorales. Ahora alzamos la voz indignados y lo hacemos con razón: una cosa era sospechar que alguien tenía acceso a nuestros datos, preferencias y aficiones, y otra, muy diferente, saberlo de cierto.

Ya está. Lo sabemos de cierto. Lo relevante será ahora qué haremos como usuarios. Dudo que abandonemos de manera masiva las redes sociales, nuestra comprensión del mundo actual pasa a través de ellas. Tal vez el ejercicio lógico sea ser más cuidadosos en la información que compartimos y menos crédulos en la que nos ofrecen. Un asunto de postura crítica. La que, a la larga, nos salvará sea quien sea el que vulnere ese espacio virtual que, seamos serios, nunca ha sido seguro.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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