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Alejandro Páez Varela

24/04/2017 - 12:10 am

Del Mazo-Duarte, 2017

Javier Duarte y Alfredo del Mazo no imaginaban que caminarían este tramo del sexenio juntos, como si fueran fórmula. El primero esperaba otra cosa, como ya he citado: irse al Gabinete; tenía invitación del Presidente Peña. El segundo soñaba con ingresar simplemente al Palacio de Gobierno de Toluca como su padre, sus amigos y su primo: por la puerta ancha.

Unidos. Foto: Archivo

Contra lo que he leído y escuchado, yo no pienso que fuera parte de un plan del Gobierno federal los arrestos de Javier Duarte de Ochoa y de Tomás Yarrington en estas fechas. Para simular que iba contra la corrupción, el Presidente Enrique Peña Nieto bien pudo dar un paso menos arriesgado: presionar hasta que saliera el Sistema Nacional Anticorrupción, por ejemplo. No poniéndose dos trompos en una uña; no subiéndose al toro mecánico justo antes de las elecciones en el Estado de México.

A Yarrington lo agarraron en Italia porque ya lo tenían. El Gobierno de Estados Unidos y la Interpol lo tenían. Fueron por él, y ya. No estaban pensando en las elecciones y en cómo pudiera afectar a Alfredo del Mazo.

A Javier Duarte de Ochoa lo tenían ubicado Interpol y el Gobierno de Guatemala. Y México no tuvo más opción que “administrar” el arresto: sí, permitió al ex Gobernador reunirse por última vez en un hotel con toda la familia; sí, le llamó para avisarle que saliera de su cuarto para que no se asustaran los niños y su esposa; sí, quizás le prometió que sería benevolente con Karime. Pero fue inevitable detenerlo en estos días. Estaba ubicado y, esto concluyo ahora, no iba a ser posible ni hacerse güey, ni hacer güey a la Interpol o a las autoridades guatemaltecas, hoy revalidadas en el plano internacional por sus recientes golpes contra la corrupción.

Cayó Javier Duarte y ya. En Guatemala no estaban pensando en cómo pudiera afectar a Del Mazo o las elecciones en Coahuila.

Lo que al Gobierno federal le hubiera gustado era mantener su caravana de secretarios de Estado en el Edomex, repartiendo dádivas y promesas como le ha hecho durante décadas.

Pero las cosas salieron patas-para-arriba. La campaña de Alfredo del Mazo se ha visto obligada a lidiar no sólo con la ineficiencia de Eruviel Ávila y de Enrique Peña Nieto sino con escándalos mediáticos acumulados durante un sexenio que ha apostado a dorarle la píldora a los ciudadanos con la esperanza de que, a la hora de votar, se olviden de ellos.

***

Detenido Javier Duarte en Guatemala, lo único que debía hacer el Gobierno de Peña Nieto era ir por Karime Macías y el resto de la familia vinculada con el desfalco de Veracruz. No lo hizo. Le ganó su propia inercia, la inercia sexenal: dejar ir, dejar ser, esperar a que las multitudes no lo noten y si lo notan, que lo olviden. Y si alguno de los propios roba y lo descubren, no investigarlo, no molestarlo, mantenerlo bajo la cobija y esperar a que las multitudes no lo noten y si lo notan, que lo olviden.

Pero pocos políticos han sido tan odiados como Duarte de Ochoa y la gente no olvida que gobernó ladrando, despotricando contra los ciudadanos, menospreciando a todos y apagando a madrazos cualquier exigencia, como un dictadorcete de mierda. Así lo dicen los activistas ignorados y permanentemente bajo asedio; pregúnteselo a una familia que se las vio con su policía o con su Fiscalía (y, por cierto, la de Miguel Ángel Yunes está acumulando el mismo rencor, en apenas unos meses). Pregúntese en Veracruz qué recuerdan de Duarte y verán.

O pregúntenle a cualquier periodista de a pie qué era Duarte y le dirán: un dictador tramposo y corruptor, que pagaba a una gran mayoría de los medios para controlarlos y para poder darse el lujo de, si alguien se le salía del carril, poder pedir su cabeza. Váyase al archivo: Duarte compró silencios por todas partes y usó el garrote para aplacar a los que no compraba. Y eso, estimados, en algún momento iba a explotar. Pregúntenle a los periodistas que perdieron su empleo o a los que tragaron puños de pelotas de golf para conservarlo. Duarte hizo todo para aplastar, todo: humilló políticos, gritó a empresarios, le manoteó a los reporteros. Y pagó, harto dinero. Hubo diarios nacionales que ni siquiera cubrieron el asesinato de Rubén Espinosa, Nadia Vera Pérez, Yesenia Quiroz Alfaro, Mile Virginia Martin y Alejandra Negrete Avilés. Vaya a los buscadores de los medios que sospeche y aplique “Rubén Espinosa” para recuerdar esa cobertura.

No, Javier Duarte de Ochoa se ganó el odio a pulso. No iba a ser tan fácil olvidarlo. El Gobierno de Peña Nieto calculó mal: debió ir por Karime, su esposa, y por el resto de la familia vinculada con el desfalco de Veracruz. Y no lo hizo. Cometió el grave error de recurrir a la inercia sexenal: dejarla ir, dejarla ser, esperar a que las multitudes encabronadas no lo notaran y si lo notaban –en ese juego sigue–, que lo olvidaran.

Duarte negaba con tanta vehemencia todos sus crímenes que quizás para muchos era convincente. Y luego, cuando escuché (en la sesión abierta de Guatemala) que los testigos decían que agarraba dinero de una Secretaría y después daba órdenes para que lo cubrieran, así como así, terminé por confirmar mis sospechas: Duarte es, simplemente, un idiota pasándose de listo. Y podía ser idiota y abusivo porque podía.

Lo peor es que puede, todavía, burlarse de todos nosotros. De hecho, apostaría a que lo hará. Nada me dice que en este país se puede hacer justicia. Por defecto, el Gobierno federal apostará a que las multitudes vociferantes no lo noten y si lo notan, que lo olviden.

Podrá estar detenido pero de que se aplique la justicia, todavía estamos lejos.

***

Javier Duarte y Alfredo del Mazo no imaginaban que caminarían este tramo del sexenio juntos, como si fueran fórmula. El primero esperaba otra cosa, como ya he citado: irse al Gabinete; tenía invitación del Presidente Peña. El segundo soñaba con ingresar simplemente al Palacio de Gobierno de Toluca como su padre, sus amigos y su primo: por la puerta ancha.

Pero a los dos se le ha atorado la realización de sus respectivos sueños. La campaña de Del Mazo no va bien, a pesar de los miles de millones de pesos que reparten Eruviel, Peña y el PRI.

Ahora Duarte impacta en las aspiraciones de Del Mazo. Es el ejemplo vivo de lo que significa votar por el PRI, y es el futuro de los mexiquenses, si es que se atreven a votar por los mismos que empobrecieron a sus bisabuelos, empobrecieron a sus abuelos, empobrecieron a sus padres y los empobrecerán a ellos y a sus hijos sin ningún remordimiento.

Las carreras de Duarte y Del Mazo se cruzaron y es un mal momento para ambos… aunque un buen momento para los ciudadanos porque pueden ver en el retrato del primero lo que les espera si votan por segundo.

Del Mazo-Duarte, 2017. ¿Quién iba a decirlo?

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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