Manlio Fabio Beltrones se fue de la dirigencia nacional del PRI y en su discurso de despedida recuperó una tesis de Luis Donaldo Colosio: Lo que los gobiernos hacen, sus partidos lo resienten.
Es una expresión que sintetiza los cuatro años, seis meses y 24 días del Gobierno peñista. Un periodo donde el “gran reformador”, a quien la revista estadounidense Time le otorgó la corona publicitaria de Saving Mexico, terminó siendo castigado por los electores el 5 de junio y dos semanas después en el represor de quienes en Oaxaca no aceptan y luchan contra sus reformas estructurales dejando oficialmente seis muertos de bala, más de 100 heridos y un número impreciso de detenidos-desaparecidos (más, los que se acumulen, de aquí que aparezca este artículo).
Busco recordar otra experiencia modernizadora con final trágico e inevitablemente me remite al sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Caciques regionales, gobernadores y cuerpos de seguridad asesinaron a gente común, perredistas y zapatistas. Unos para seguir teniendo control sobre su estado y otros para imponer el nuevo modelo de desarrollo.
Estos actos criminales el Gobierno los justificó con los supuestos beneficios que traería para todos la puesta en marcha del TLC. Y, sorprendentemente, por esas carambolas de la política mexicana, el ex Presidente hoy aparece como inspiración, mentor y alter ego del Presidente Peña Nieto, incluso no son pocos, los que consideran a Salinas de Gortari el estratega de este nuevo paquete de reformas neoliberales y, subsecuentemente, uno de los asesores de la violencia política que está ocurriendo en Oaxaca.
Entonces, entre ambos personajes hay un hilo conductor tanto por la naturaleza de las reformas estructurales, como por la represión que marcan a sus gobiernos. El problema de Peña Nieto, es que en aras de sacar adelante las reformas y continuar su modelo neoliberal, no se mueve ni un centímetro. Es su ruta y no se sale, tope con lo que tope, eso es lo que explica que contra viento y marea sostiene al peor secretario que haya tenido la SEP.
Sin embargo, como en 1994, es desde el México profundo de donde surge la resistencia a las reformas estructurales, si en plural, cómo lo declara un activista de la CNTE al periódico español El País. Pero, también en singular, la reforma educativa que sin ser la estrella de todas ellas y menos en clave de negocios, es la que convoca a la resistencia no sólo a los maestros de la sección 22 del SNTE sino a sus similares de otros estados además sacude a la opinión pública nacional e internacional.
Las imágenes terribles de los muertos y personas mayores ensangrentadas están dando vuelta al mundo y las expresiones de enojo y solidaridad se hacen patentes en pronunciamientos de políticos, intelectuales, científicos y líderes de opinión pública. La gente de a pie lo comenta en sus trabajos y sus casas. Los oaxaqueños pierden el miedo y están en la calle. El EZLN y el EPR se pronuncian en contra del gobierno y movilizan a sus bases en defensa del magisterio, por lo que es probable que el problema escale por la vía institucional y la no institucional.
La ausencia de diálogo entre los actores complejiza la situación y es urgente una intermediación legitima como la que hubo en 1994, cuándo Manuel Camacho y Samuel Ruiz, se sentaron con los zapatista con el fin de construir acuerdos firmes y eso inmediatamente bajo la tensión política.
Ahora, la situación no va por ahí, la decisión del Gobierno federal es acabar con violencia la resistencia social. No hay espacio para el diálogo que Osorio Chong ofrece que es “escucharlos” si regresan a sus escuelas. La violencia cambió la agenda del Gobierno y la CNTE.
La sombra de Acteal y Aguas Blancas se pasea sobre el territorio oaxaqueño. La única diferencia es que en aquellos terribles casos actuaron policías y paramilitares y ahora son abiertamente las fuerzas del Estado mexicano las que atacaron violentamente a los maestros y sus aliados.
Entonces, la frase colosista atraída por Beltrones en su renuncia al cargo de dirigente nacional del PRI es una excusa personal y al mismo tiempo una crítica a las políticas del Gobierno de Peña Nieto.
Intenta justificar las siete derrotas electorales y al hacerlo, está más en cerca de lo que piensa la gente de los que votaron en contra y hoy protesta en las calles y redes sociales, y al hacerlo está más lejos de las órdenes de la Presidencia de la República.
En definitiva, la pregunta que hoy muchos se hacen es si las malas decisiones que está tomando el Presidente terminaran fortaleciendo sus reformas o estarán provocándole un daño irreversible.
La defensa firme de ellas choca con la credibilidad y confianza al Presidente. Hoy, los medios de comunicación internacionales, qué parecen ser los que únicamente influyen en las acciones gubernamentales, exhiben su violencia pero también la impotencia y debilidad ante un movimiento popular que se irradia dentro y fuera de Oaxaca.
Se suma además a la protesta del clero, los empresarios, los médicos. Nunca antes, un Presidente había abierto tantos frentes, sin tener control de la situación. Está en riesgo la gobernabilidad del país. Urge hacer uso de la política de negociación y acuerdo. Y eso pasa por la renuncia de quienes la obstaculizan.
