Author image

Epigmenio Ibarra

24/08/2018 - 12:00 am

La guerra que viene

No pudieron impedir que Andrés Manuel López Obrador llegara a la presidencia. Pese a  su esfuerzo por cerrarle, a cualquier costo, su camino a Palacio, se estrellaron contra el muro formado por 30 millones de votantes. Pero no se han dado por vencidos; al contrario, han comenzado a velar sus armas para la guerra que viene.

Hemos vivido hasta ahora las primeras escaramuzas. Foto: Cuartoscuro.

                                                                                             “Nos queda la palabra…”

                                                                                                           Gabriel Celaya

No pudieron impedir que Andrés Manuel López Obrador llegara a la presidencia. Pese a  su esfuerzo por cerrarle, a cualquier costo, su camino a Palacio, se estrellaron contra el muro formado por 30 millones de votantes. Pero no se han dado por vencidos; al contrario, han comenzado a velar sus armas para la guerra que viene.

Durante los últimos 15 años hemos sido testigos y víctimas de su capacidad para orquestar ofensivas propagandísticas contra López Obrador y contra cualquier opositor serio al régimen. La que ya han iniciado ahora, a tres meses de que el nuevo gobierno tome posesión, rebasara con mucho la guerra sucia electoral, las campañas de desprestigio, el abanico de mentiras e infamias al que suelen recurrir. Mucho me temo que lo peor, en ese sentido, está por venir.

Ya no se trata sólo de cerrarle el paso, sembrando el odio y el miedo entre los electores, a un candidato que representa una amenaza para sus intereses, sino de impedir que gobierne quien, en las urnas y en buena lid, llegó al poder. Será la suya -para decirlo con claridad- una franca intentona golpista. Querrán descarrilar al nuevo gobierno, hacer que fracase López Obrador y, si es posible, sacarlo de Palacio.

La derecha en el PRI y el PAN, y sus cómplices en los más altos círculos del poder económico y mediático, no están dispuestos a aceptar la mano que les tiende López Obrador. El llamado a la reconciliación nacional les resulta inaceptable y ofensivo porque inaceptable y ofensiva es para ellos la derrota sufrida el 1 de julio.

Para ellos la democracia (de ahí el “haiga sido como haiga sido” de Felipe Calderón o la compra masiva de votos por parte de Enrique Peña Nieto) sólo sirve, sólo tiene sentido si valida su permanencia en el poder, si les sirve como coartada para someter y saquear a México. Hoy más que nunca, y tienen razón en creerlo así, López Obrador es un peligro para ellos.

Llegaron a las urnas divididos y también por eso perdieron. En 2006 y 2012 formaban un frente común y gracias a eso tuvieron margen de maniobra suficiente para imponerse. Pulverizados en el Congreso no les queda hoy más remedio que apostar por una alianza fuera del mismo. Cerrado el camino institucional para oponerse a López Obrador comenzarán a conspirar y a actuar juntos contra el nuevo Presidente.

Columnistas, presentadores de noticias en radio y TV que les sirvieron con dudosa eficacia en la reciente campaña electoral hoy se ponen de nuevo a su servicio. Quienes guardaron ominoso y cómplice silencio ante los crímenes de Estado y los escandalosos actos de corrupción durante los últimos dos sexenios intentan ahora  perfilarse como las voces valientes y críticas que ya se alzan contra López Obrador.

El primer objetivo de la ofensiva es minar el camino que López Obrador debe recorrer hasta su toma de posesión el 1 de diciembre. Para debilitarlo, para desprestigiarlo es que se despliegan recursos en los medios convencionales y en la red para, por ejemplo, presentarlo como responsable directo de la liberación de Elba Esther Gordillo.

Ninguno de los muchos columnistas y locutores de los que se alzan para denunciar este “hecho” presenta pruebas que confirmen sus dichos. La prensa mexicana, salvo honrosas y contadas excepciones, hace de la filtración y el chisme evidencia incontestable. Es tan abrumadora la repetición de la mentira, tanto el aplomo con el que una y otra vez se repite la misma, que hay quien termina por creerla.

Sorprende, por otro lado, el nivel de encono, la procacidad, el odio que se advierte en la red. Ni en los momentos más álgidos de la campaña electoral actuaron bots y usuarios reales (pero fanatizados al extremo) de forma tan masiva y coordinada. Lo que hoy sucede en Twitter es, a mi juicio, apenas el anuncio de lo que vendrá en los medios convencionales.

Lo que no logran entender los estrategas de esta nueva guerra que se viene y que será despiadada, es que Andrés Manuel López Obrador se crece en este tipo de combate, se alimenta de la confrontación, se nutre de la polémica. Por eso está en la Presidencia pese a ser el político más atacado por el poder y los medios en la historia de México. Porque ni se rinde, ni se deja.

Hemos vivido hasta ahora las primeras escaramuzas. La decisión de disminuir, en un 50%, el gasto en publicidad oficial atizará la contienda. Tanto los medios electrónicos como la prensa escrita y sus colaboradores pueden ver como una nueva afrenta, de ese al que consideran su enemigo ideológico y al que tanto combatieron, el hecho de que atente contra sus finanzas y, peor aún, contra su propia sobrevivencia.

Poder y prensa en México han sostenido una relación perversa. Muchos medios sólo se mantienen en circulación gracias a la inversión gubernamental en imagen. Ante los gobiernos y gobernantes se han acostumbrado a un doble discurso: golpearlos para subir su precio, halagarlos para mantener abierto el flujo financiero. No hay democracia real sin prensa independiente y no hay prensa independiente si esta vive del dinero del erario.

Lo cierto es que para Andrés Manuel López Obrador comprar voluntades y plumas, retractarse en la decisión de recortar el gasto publicitario oficial, contrarrestar los ataques con inversiones en imagen, tan cuantiosas como inútiles, no son la opción, nunca lo han sido.

El contradiscurso gubernamental, necesario en una contienda de este tipo, deberá hacerse sin caer en los mismos vicios, sin incurrir de nuevo en el gasto obsceno, criminal, irracional en imagen que realizaron los gobiernos del PRI y el PAN. López Obrador no necesita, como Calderón y Peña, volverse rehén de publicistas y asesores en imagen, no necesita, en estricto sentido, hacerse de una imagen pública, le basta y le sobra con ser quien es. Así llego a la Presidencia. Así debe mantenerse en ella.

Se batió en campaña y en condiciones adversas sin más armas que su palabra, esa palabra una y otra vez repetida ante multitudes que aprendieron a respetarlo, a quererlo, a seguirlo, sin más medios que sus videos divulgados en la red. Hoy, desde el poder, le tocará hacer lo mismo.  Le quedan, nos quedan, porque no está solo, la palabra y los hechos.

 

TW: @epigmenioibarra 

Epigmenio Ibarra
Periodista y productor de Cine y TV en ARGOS. Ex corresponsal de Guerra en El Salvador, Nicaragua, Colombia, Guatemala, Haití, El Golfo Pérsico, Los Balcanes. Ha registrado, con la cámara al hombro, más de 40 años de movimientos sociales en México y otros países.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas