Un viaje al caos del Metro, por cinco pesos

25/01/2015 - 12:00 am

Al cumplirse un año casi dos meses del incremento del boleto del viaje de tres a cinco pesos para mejorar la infraestructura de este transporte, al parecer no ha sido evidente. Debajo de la tierra, el nivel del estrés aumenta, la desesperación por el tiempo también en las horas pico, un medio idóneo para desencadenar actos de violencia. Esta situación se vive día a día en las horas pico de este transporte en la Ciudad de México. Todo en medio de tumultos, falta de mantenimiento, basura e inseguridad.

Se han recaudado mil 977 millones 634 mil 979 de pesos, según el Instituto de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales del Distrito Federal (InfoDF), lo irónico es que las autoridades del Metro a la fecha no cuentan con los datos relacionados a las mejoras realizadas con el dinero del aumento de la tarifa.

Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo
Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo

Ciudad de México, 25 de enero (SinEmbargo) .- Van a dar la una de la tarde y al convoy del Metro le cuesta llegar a la estación Juanacatlán. Un día sin mucho frío, 21 de enero. En el andén no hay pasajeros ansiosos, ni golpes, gritos o empujones, sólo está Vicente luchando contra los focos rojos de la edad. A sus 64 años empujar un trapeador seco sobre el mármol lo obliga a tomar descansos a cada rato. En apariencia todo está en calma, casi en silencio, lo que permite escuchar la voz débil y cortada del señor. Saluda y se presenta: “Soy de limpieza de aquí”, dice mientras voltea a todas partes y muestra su credencial. “Mire, estoy enfermo y no tengo seguro social”, exclama con la mirada fija, “gano el mínimo, no me alcanza”, confiesa. Se adelanta a mostrar su bolsa recolectora de orina que está sujeta a su pantorrilla derecha. “¿Me podría ayudar con algo?”, pregunta.

Autoridades del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro han presumido sus logros en cuanto a la limpieza de las instalaciones y vagones. “Es uno de los más limpios del mundo”, sostienen. Puede que sea cierto, pero detrás de ello está el trabajo de cientos de personas, muchas de la tercera edad o jóvenes que inician su vida laboral, y quienes subcontratados por la empresa Claver S. A. de C. V, ofrecen sus deseos de sobrevivir por un sueldo que va de entre los 3 mil 600 a 4 mil pesos mensuales. Es el caso de Vicente, quien en su uniforme lleva un logotipo que dice Claver Servicios pero que dado el diseño se forma un juego con las letras c y s, cuyo resultado da la palabra slaver, que en inglés quiere decir esclavizador.

Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo
Decenas de personas de la tercera edad son subcontratados por la empresa Claver. Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo

Claver es un outsoursing que brinda servicios de limpieza a hospitales y escuelas del gobierno, secretarías de estado y hasta a las cámaras de diputados y senadores. El tema no es ajeno ni nuevo. La Diputada federal Luisa María Alcalde ha venido denunciado que incluso los dueños de Claver S. A. de C. V son socios mayoritarios de Kasper Limpieza y Mantenimiento, S.A. de C.V, otra firma la cual ha ganado licitaciones públicas desde su formación en 2008.

Y mientras la cadena de la subcontratación se refuerza con brechas legales y reformas a la Ley Laboral, uno de sus eslabones, Vicente, pide dinero en su lugar de trabajo porque no le alcanza y no tiene seguro social para atender su próstata enferma. Pero al Metro tampoco le interesa, al menos no de momento, en sus 11 compromisos que emitió ante el aumento de la tarifa no dedica ni un renglón al personal de limpieza, pero sí informa que contratará mil 200 policías para dar mayor seguridad e inhibir el comercio informal.

“Tómenme la foto, pero que no se vea mi cara, por favor, ya saben cómo son [directivos de la empresa que lo empleó]. No quiero que me perjudiquen”, pide nervioso el hombre a SinEmbargo.

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Lo único que ha cambiado aquí es que el reloj marca la hora exacta, quizá dos minutos más, pero siendo el Metro ya es decir mucho. A las ocho de la mañana es imposible verle los zapatos a alguien si estás en los andenes de la estación Pantitlán de la Línea 1. Bancos de gente llega, bancos de gente se va. Cardumen sobre cardumen asaltan los vagones. La inquietud a la hora de abordar se convierte en ritual frenético para alcanzar lugar –ni hablar de asiento– dígase un espacio cualquiera dentro del tren. Las mujeres tienen su área reservada pero sucede más o menos lo mismo, sino es que peor. Pese a que en este momento, siendo las ocho con doce, no se ha presentado ninguna gresca notable, quien haya viajado en hora pico sabe que las peleas son el pan y la sangre de cada día en este sistema de transporte.

Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo
A las ocho de la mañana es imposible verle los zapatos a alguien. Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo

Las autoridades del Metro siempre han realizado acciones para intentar desahogar la hacinación de gente mediante circuitos de vallas, sin embargo, la demanda los ha puesto a trabajar en nuevos métodos. La novedad de 2013 fue poner cercos en los pasillos. Funciona de la siguiente manera: a un río de gente se le cierra el paso con una reja operada manualmente por elementos de la Policía Bancaria e Industrial (PBI), se le encapsula por cinco minutos mientras que los embudos de personas en los andenes se liberan un poco, transcurrido el lapso, los uniformados abren la puerta y los usuarios, como normalmente llevan prisa, salen en forma de estampida. Este sistema opera en las estaciones Pantitlán, Zaragoza, Pino Suárez y Balderas, por decir sólo un color de línea que es el rosa.

Una vez en el vagón, si se está de pie las opciones para sostenerse de algún tubo se tornan ridículas. “Hay mucha gente”, dice Carlos, quien vive en la Agrícola Oriental, DF, y es chofer. Tiene razón, el vagón va a tope y hace calor, el sudor brota en varias frentes y el tren no avanza, se queda parado en el túnel entre Gómez Farías y Boulevard Puerto Aéreo.

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En otras líneas, como la naranja, surgen situaciones similares. Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo

El último informe del Sistema de Transporte Colectivo indica que con 50 trenes, durante 2012 la “Línea Rosa” brindó servicio a 265 millones 823 mil 823 personas; tan sólo en Pantitlán, más de 4 millones de personas en el segundo semestre de 2014.

Son las 8:32 horas del martes 20 de enero. El convoy sólo ha avanzado cuatro estaciones. La desesperación se apodera algunos usuarios, otros en cambio se dejan llevar por la música de sus dispositivos móviles y la mayoría que va sentada, cierra los ojos y dormita.

En San Lázaro un grupo de hombres empuja para salir y otro usa la fuerza para entrar al vagón. Parecen espartanos defendiendo las Termópilas de Grecia. Los de atrás resisten para no regalar ni un centímetro de espacio. “Qué te pasa, pendejo” dice un hombre a un señor de bigote que lo jaló con su mochila. “Te dije que me dieras permiso”, le responde. Cuando avanza el tren el desorden vuelve a la calma. La siguiente batalla, no es Candelaria sino Merced o Pino Suárez.

Viajar en Metro en hora pico pone a cualquier ser humano en alerta. Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo
Viajar en Metro en hora pico pone a cualquier ser humano en alerta. Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo

El psicoterapeuta y profesor de la Universidad Iberoamericana, Jesús Piña, asegura que este tipo de comportamiento agresivo no es exclusivo del DF ni de los mexicanos, sino de los habitantes de todas las ciudades del mundo. Detalla que el problema radica en que un gran sector de personas tienen que transportarse a la misma hora, y por más trenes que haya la situación sería similar debido a la densidad de población.

Agrega que viajar en Metro en hora pico pone a cualquier ser humano en alerta [por robo, agresión sexual…], sumado a que el nivel de estrés y desesperación por la hora y factores emocionales pueden generar actos de violencia. “Esa misma persona que en su casa es amable y tranquila puede ser distinta en el transporte porque está en una zona de peligro”.

Para llegar a su trabajo a tiempo, Carlos sale de su casa con 40 o 45 minutos de antelación “por cualquier cosa”. Narra que es normal que el Metro vaya lento, aunque asegura que en hay momentos donde la marcha es una bala.

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Autoridades del Metro no cuentan con los datos relacionados a las mejoras realizadas con el dinero del aumento de la tarifa. Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo

El 13 de diciembre de 2013, Joel Ortega Cuevas, director del SCT Metro informó que a partir de ese día el costo del boleto del viaje subiría de tres a cinco pesos. Ante los cuestionamientos de los usuarios, el funcionario aseguró que era para mejorar las instalaciones, reparar y comprar trenes. De hecho prometió 45 convoyes para la L1, pero ni Carlos ni nadie los ha visto pasar hasta el momento, aunque las autoridades aseguran que ya está todo listo, pero siguen estudiando el plan para que no haya errores.

“Tiene que ver con la compra de 45 trenes de la Línea 1 que estamos planteando que no sean bajo un PPS [Proyectos para Prestación de Servicios], sino bajo un esquema que permita que el Metro no se quede endeudado como pasó con los trenes de la Línea 12”, dijo Ortega el pasado 8 de enero.

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La columna vertebral del transporte del DF opera como un caos controlado. Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo

“Es una burla pagar por este servicio. Prometieron algo y no han cumplido”, dice molesto Carlos, quien asegura que no viaja incómodo Sin embargo, Jesús Piña informa que hay un problema de salud pública que debe ser atendido para mejorar el viaje de horas pico en el Metro.

El investigador por otra parte sostiene que mucha de la solución está en el pasajero: “no se trata simplemente de hacerse la víctima, también se debe atender las acciones que puede hacer cada persona para mejorar sus recorridos. ¿Si esto no me gusta, qué estoy haciendo para solucionar el conflicto o mi situación?”.

Desde el primer día de aumento y hasta el 30 de septiembre de 2014, el Sistema de Transporte Colectivo Metro recaudó mil 977 millones 634 mil 979 de pesos, dio a conocer el Instituto de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales del Distrito Federal (InfoDF). Lo irónico es que las autoridades del Metro a la fecha no cuentan con los datos relacionados a las mejoras realizadas con el dinero del aumento de la tarifa.

La columna vertebral del transporte de la Ciudad de México opera como un caos controlado que estalla de a poquito. Carlos lo sabe. Comparte que una de sus aspiraciones es dejar de viajar en Metro. El catedrático Jesús Piña explica que se trata de una aspiración basada en necesidades que están relacionadas con desear una mejor condición económica, laboral y de vida.

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Atlalilco es el principio y el final de la “Línea Dorada”. Desde el mes de marzo de 2014 el tramo que corría hasta la terminal Tláhuac fue suspendido temporalmente por fallas técnicas. Ya va para el año y las autoridades del Metro aún no anuncian la reanudación de las corridas.

La administración del ex Jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard Casaubón, entregó deficiente su obra mayor: la Línea 12. Que Joel Ortega aceptó y firmó la obra como buena, a pesar de que se habían detectado fallas.

Alrededor de 435 mil pasajeros usaban cada día los 24.5 kilómetros de la también llamada “Línea Dorada”, que fue inaugurada el 30 de octubre de 2013 durante el último tramo del ex mandatario capitalino Ebrard Casaubón, resultan afectados por la decisión –a decir de algunos legisladores– política.

Originalmente el costo de la Línea 12 sería de 17 mil 500 millones de pesos, sin embargo, al final la obra costó 26 mil millones de pesos, con un sobreprecio de 744.5 millones para obras complementarias.

Miles de capitalinos y mexiquenses de Iztapalapa, Tláhuac y Valle de Chalco que veían una nueva forma rápida y eficaz de transporte, seguirán esperando que las autoridades atiendan sus demandas.

Afuera de la estación Tláhuac decenas de hombres uniformados con chaleco, camisa blanca y pantalón negro juegan con piedras a algo semejante a la rayuela, beben refresco, se sientan en la sombra y platican, esperan órdenes. Son choferes de la Red de Transporte de Pasajeros (RTP) del Distrito Federal. Otros tantos, se mantienen en las unidades y avanzan en hilera para dar servicio gratuito a los usuarios. Son cerca de las 11:20 horas del lunes 19 de enero; hay más camiones que gente.

El RTP casi vacío sale del paradero con dirección a la estación Atlalilco. Ya en la parda de Nopalera no quedan asientos disponibles y hay personas paradas. Durante el recorrido vendedores ambulantes ofrecen chocolates, chicles y audífonos; un señor sube a recitar poemas.

“Todos fracasamos. La única diferencia está en qué tan rápidos nos recuperamos. Fracasar no significa que somos fracasados…”, dice el hombre por medio de un altavoz, acompañado con música instrumental.

El timbre del RTP no funciona. En el vidrio de la puerta hay una leyenda en la que se lee: “No sirve, pegue aquí”. El camión es amplio, y está tapizado por manchas de mugre, líquidos y demás basura, pese a que en el centro hay un bote de pintura que debía servir para que los usuarios depositen sus residuos.

Muy distinto al FE-07, que es el modelo de trenes que corren en la Línea 12. Son lo último en tecnología de su tipo al menos en la Ciudad de México. Tienen pantallas, asientos de buen tamaño, aire acondicionado, ilustraciones, indicaciones sonoras sobre paradas, además hay música relajante durante el recorrido.

“Fracasar no significa que hemos hecho el ridículo. Sólo significa que hemos estado dispuestos a probar”, sigue el hombre de los poemas, quien con un micrófono camuflado con tela, hace que un joven le dé una moneda.

Si bien no hay costo por el servicio RTP, al llegar a Atlalilco de la Línea Dorada el viaje en Metro cuesta cinco pesos.

“El fracaso no es un final. Es un punto de partida”, declama el hombre. Luego sigue con una reflexión.

Todos se apresuran a bajar. Ya en la estación, Cristian Navarrete y su esposa se sitúan a un lado de la fila de la taquilla. Las dos monedas de cinco pesos que guarda en su mano derecha se las extiende a un joven a la par que pregunta en tono afable: “¿Disculpa, no me pagas dos viajes con tu tarjeta? ¡Por favor!”. Sí, asienta el muchacho. Es el mediodía del lunes 19 de enero en las instalaciones de la estación Atlalilco de la Línea 12 del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metropolitano. Aquí los boletos han pasado a la historia, para acceder de forma regular a los andenes hay que comprar una Tarjeta de la Ciudad de México con valor de 10 pesos, o en su defecto pedir un favor como Cristian, quien es un comerciante de Iztapalapa que asegura no utilizar a diario este sistema de transporte porque le resulta un “robo” pagar por un servicio “malo”.

Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo
Sólo para darse una idea, la estación Indios Verdes da servicio a unos 134 mil 463 usuarios por día laborable. Foto: Francisco Cañedo, Sinembargo

OTROS DATOS

El Sistema de Transporte Colectivo Metro reportó en 2014 una afluencia de 400 millones 81 mil 61 pasajeros en sus más de 226 kilómetros que conforman su red de vías.

Tiene un parque vehicular de 390 trenes, de los cuales 292 son de 9 carros y 29 de 6, en ambos casos de rodadura neumática, así como de rodadura férrea 12 de 9 carros, 27 de 6 y 30 de 7 carros.

Sólo para darse una idea, la estación Indios Verdes da servicio a unos 134 mil 463 usuarios por día laborable, mientras que Deportivo 18 de Marzo registra 2 mil 528.

A la fecha operan las líneas 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, A, B, 12.  Se tiene consideradas ampliaciones a las líneas 4, 9, 12 y la A. La construcción podría arrancar entre 2014 y 2015 y comenzarían operaciones en los dos años siguientes.

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