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Alejandro Páez Varela

25/04/2016 - 12:05 am

Un helicóptero en Saigón, México

El fracaso de las reformas y la economía en picada juegan un papel importante en la derrota prematura del Gobierno federal. Pero no es ya sólo eso. La visión de Osorio Chong también le hace daño al Presidente. Y un daño muy severo.

30 de abril de 1975. Foto: Archivo
30 de abril de 1975. Foto: Archivo

Le pregunté a los miembros del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) si eran conscientes de adónde se habían metido.

Mi pregunta fue, más puntualmente, si a la par que diseñaban cómo formar parte de las investigaciones sobre los 43 normalistas desaparecidos, estaban preparando su salida del país.

–Es un gobierno que riñe hasta al Papa –les dije en aquella reunión.

Era la primera vez que los miembros del GIEI se reunían con un pequeño grupo de periodistas. Los encuentros eran (o son) confidenciales. No daré más detalles.

Mi pregunta refería la inédita nota diplomática que la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) había enviado a El Vaticano porque a Francisco se le ocurrió hablar, en una carta privada, sobre la posible “mexicanización” de Argentina.

Refería la casi expulsión de Juan Méndez, Relator Especial sobre la Tortura de las Naciones Unidas.

Refería todas las veces que el Gobierno de México y, en particular, esta administración ha utilizado todo lo que está a su alcance para disfrazar la grave situación de derechos humanos que se vive en el país.

Refería las presiones que ejerce contra la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; contra la ONU, incluso.

Todo para evitar que hablen del México del que hablamos todos.

Uno de los miembros del GIEI me dijo que sí, que sí habían razonado su salida de México una vez que presentaran el informe final. Que estaban conscientes del reto.

Lo pienso ahora, y pensé estos meses en esa pregunta y en esa respuesta.

Yo me imaginaba, y se lo dije a un colega, como la salida del ejército de Estados Unidos de Vietnam. Veía esa foto de la embajada de Saigón, donde se ve una cola enorme esperando subir a un helicóptero, esa madrugada del 30 de abril de 1975, cuando el ejército de Vietnam del Norte entraba en la ciudad y todo se había perdido.

Pero ayer, 24 de abril de 2016, no se había perdido todo. Y el GIEI no se iba derrotado, huyendo despavorido.

De hecho, tengo la sospecha de que el informe presentado ayer sobrevivirá a esta administración. Que será más poderoso, en el contexto de la Historia, que la que quisieron llamar “verdad histórica”, ese adefesio construido con tortura –sabemos ahora–, mentiras, pruebas posiblemente sembradas y mucha falta de inteligencia.

Sospecho que no le dará tiempo al Gobierno de Enrique Peña Nieto para remontar la versión del GIEI porque, aunque lo niegue, esa “verdad” que construyeron “a la mexicana” Jesús Murillo Karam, Tomás Zerón de Lucio y otros, no es la definitiva.

La buena noticia es que la duda necesaria se ha sembrado.

La mala noticia es la misma: que todavía no sabemos en dónde están los 43 normalistas desaparecidos la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero.

Pero esa no es culpa del GIEI. Es culpa del mismo Estado mexicano que ha quedado en evidencia, que ha quedado desnudado frente al mundo.

***

El hombre aquél que enfrentó a los estudiantes del Politécnico en mangas de camisa se ha esfumado. Es él, creo, la más viva representación de que el Gobierno de México está negado a hacer política. Curioso que se trate del Secretario de Gobernación. Curioso, pero no extraño.

México se enfrenta hoy a casi todos los organismos internacionales más vivos. Sólo tiene de su lado al priista y ex Secretario de Hacienda José Ángel Gurría, es decir, a la OCDE; pero tiene encima a las Naciones Unidas, a la CIDH, a enormes porciones del parlamento europeo, a varios gobiernos de Europa también. Las críticas a México vienen incluso desde los aliados naturales, como Hillary Clinton.

La política del rechazo por el rechazo, de la negación por la negación, le ha traído enemistades poderosas al Presidente Enrique Peña Nieto. Varias están en el exterior, como decía; pero muchas más están dentro, en casa. Y quien quiera argumentar lo contrario que revise los índices de aprobación del Jefe del Ejecutivo federal y que me niegue que esa mayoría enemistada con Peña Nieto no es un enemigo poderoso.

Se presumían como chuchas cuereras. Decían que sabían cómo hacerlo. Se hablaba de que, frente a los panistas y frente a cualquiera, los priistas eran maestros de la política y no, no lo son. Ya no lo fueron.

El Gobierno del Presidente Peña naufraga en casa y en el extranjero y parece que no es él, o no es sólo él, el mandatario, quien carga con la culpa.

El hombre aquél que enfrentó a los estudiantes del Politécnico en mangas de camisa se siguió quitando ropa los meses siguientes. Y ahora, desnudo frente a todos; evidenciado y en el peor momento de la administración federal, Miguel Ángel Osorio Chong no se ve con tanta gracia; no tiene tanto chiste.

El fracaso de las reformas y la economía en picada juegan un papel importante en la derrota prematura del Gobierno federal. Pero no es ya sólo eso. La visión de Osorio Chong también le hace daño al Presidente. Y un daño muy severo… que afecta, parece, sólo las encuestas de Peña, porque Osorio sigue arriba en las preferencias presidenciales de su partido. En todo caso, ese efecto sí ha sido bien calculado.

Alguien que me diga cómo es que México se ganó tan mala reputación en tan poco tiempo; ni la administración torpe del torpe de Vicente Fox.

Alguien que me diga cómo se explica, si no es en Osorio Chong, que la foto se ha invertido.

Porque no es el GIEI el que se sube derrotado al último helicóptero sobre la embajada de Saigón. Es el Gobierno de Peña.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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