Cacería tradicional en pueblos mayas: la subsistencia arraigada en una comunidad

25/04/2017 - 1:47 pm

A diferencia de otras prácticas similares, la batida, una de las cuatro modalidades principales de la cacería tradicional, no se realiza únicamente con fines de subsistencia, pues representa también un espacio de convivencia, de reconocimiento de las habilidades de los cazadores y una posición de prestigio en la comunidad, de acuerdo con los estudios del Laboratorio de Ecología y Conservación de la Biodiversidad (Laecbio) del Departamento en Ecología Humana del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav IPN), unidad Mérida.

Por Marytere Narváez

Mérida, Yucatán. 24 de abril de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- La batida es una de las cuatro modalidades principales de la cacería tradicional en la región oeste de la península de Yucatán, junto con la cacería nocturna, la cacería de acecho y la cacería oportunista. Además, es una actividad icónica de la península de Yucatán debido a la topografía llana, las condiciones ambientales y el tipo de vegetación regional, que favorecen la ejecución de la batida en esta ecorregión del territorio mexicano.

En 2005, Salvador Montiel Ortega, investigador del Departamento de Ecología humana del Cinvestav Mérida y responsable del Laecbio, emprendió un diagnóstico sobre el aprovechamiento tradicional de fauna silvestre en localidades mayas ubicadas en las inmediaciones de la Reserva de la Biósfera Los Petenes, en el estado de Campeche, con financiamiento de Fondos Mixtos (Fomix) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el Gobierno de Campeche.

“Este estudio nos permitió caracterizar el aprovechamiento de fauna terrestre en esta región peninsular, bajo la premisa de que si nosotros comprendíamos mejor la dinámica de las prácticas tradicionales mayas, podríamos contribuir a realizar un manejo más adecuado de los recursos naturales en la región”, apuntó en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt.

Durante la investigación —realizada en una primera etapa de 2005 a 2007—, se incorporaron estudiantes de posgrado en ecología humana del Cinvestav, caracterizándose las modalidades de cacería tradicional, las especies aprovechadas y las motivaciones de quienes formaban parte de esta práctica. Entre los hallazgos principales, se encontró que en esta zona la cacería tradicional no está regulada bajo ningún aspecto más que por la tradición (y necesidad) misma de las comunidades, desarrollándose bajo las cuatro modalidades ya mencionadas.

Tres de estas modalidades son practicadas por uno o dos cazadores: la cacería nocturna, la de acecho y la oportunista (cuando el campesino se dirige a sus parcelas para trabajar y de paso caza); mientras que la batida es la única modalidad que se realiza en colectivo. “Lo que hicimos fue documentar esto, evaluar cuáles eran los beneficios sociales en términos de carne de monte que derivaban de cada una de estas modalidades y cuantificar, por primera vez, estos aprovechamientos de fauna silvestre”, apuntó el investigador.

Maestros, grupos de batida y grupos de espera

De acuerdo con Montiel Ortega, quien está adscrito con nivel I al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), la batida inicia con una convocatoria abierta a los habitantes de la comunidad (generalmente hombres) por parte de uno o dos cazadores con amplio reconocimiento en la localidad, llamados comúnmente maestros o “chingones”. Estos se encargan de definir, en una primera instancia, los lugares donde se practicará la actividad en un determinado día.

Al ser una convocatoria abierta, el grupo se conforma por cazadores experimentados y novatos que, al llegar al sitio donde se practicará la cacería, son organizados por los maestros en dos grupos principales mediante un sorteo con papeles: el de batida o los pujeros y el de espera o los tiradores. Para cada subgrupo de cazadores hay un maestro que coordina la actividad correspondiente.

“Una vez que están constituidos, seleccionan el área de caza y, generando un semicírculo, cubren la mayor área posible. Sobre la periferia de dicho semicírculo, los tiradores se van ubicando de forma equidistante quedando a la espera de los animales que puedan ser acarreados hacia ellos por el grupo de batida. Una vez posicionados a cierta distancia, el grupo de batida —que está en el extremo opuesto del sector de caza— comienza a desplazarse hacia el interior del sector y hacia el grupo de espera, tratando de ir acorralando a los animales que en teoría pueden encontrarse en el área de caza”, apuntó.

Venados y puercos de monte, presas preferidas de la batida

Aunque nadie sabe el número ni las especies animales que puedan estar en el área de cacería, el objetivo es acorralar a las presas potenciales entre los pujeros, que espantan a los animales hacia su extremo opuesto, y los tiradores, quienes se encuentran ahí, en espera de encontrarlos. “Algo que llama la atención es que los pujeros, durante la búsqueda de animales, son acompañados por perros, que son ayudantes directos de los cazadores en esta actividad”, apuntó Montiel Ortega.

Las presas o blancos de caza preferidos en la batida son los venados y los puercos de monte, pues son animales de talla grande que ofrecen una mayor cantidad de carne en comparación con otro tipo de presas (por ejemplo, tejones o codornices). Generalmente, la batida dura de ocho a 10 horas según el éxito alcanzado con la obtención de presas. Una vez que terminan una batida (usualmente al lograr tirar un animal), los cazadores se reúnen y valoran el resultado de caza decidiendo si se realiza o no una siguiente ronda, pero ahora con los puestos de caza intercambiados.

“Esta es una actividad que requiere mucha organización. Estamos hablando de escopetas y disparos hacia presas que no necesariamente son visibles en áreas de vegetación más o menos densa, por lo que si no tienen los cuidados necesarios pueden generar accidentes. Sin embargo, hemos observado que los accidentes tienen bajas probabilidades de ocurrir debido a que el grupo atiende adecuadamente a las recomendaciones de los maestros para llevar a cabo la actividad”, apuntó el investigador.

Repartición equitativa y objetos simbólicos entre cazadores

La actividad es demandante físicamente. Cuando la batida es exitosa (obteniéndose una o más presas), la celebración suele ser en grande. En ocasiones, los cazadores destazan la presa o la “benefician” —como ellos dicen— en el mismo sitio de caza, pero generalmente la trasladan a la casa de alguno de los maestros, donde se reparten entre uno y dos kilos de carne de forma equitativa entre todos los participantes de la batida, incluyendo los perros participantes, según se ha documentado para el norte de Yucatán y la región de Los Petenes.

Para Montiel Ortega, doctor en ciencias con especialidad en ecología y manejo de recursos naturales, otro aspecto que resulta relevante saber es que quien dispara o mata al animal se hace acreedor a una pierna y al estómago de la presa (usualmente venado), además de su porción proporcional de carne. “En esta práctica, los cazadores tienen la creencia de que si descubren dentro del estómago lo que se conoce como ‘la piedra del venado’ —una especie de cuerpo duro y amorfo formado principalmente de pelo compactado—, que es considerado como un talismán, obtienen un permiso para cazar animales en lo sucesivo”, apuntó.

Este elemento es parte importante del contexto simbólico asociado con esta actividad, pues aunque la cantidad de animales que permite es muy variable y no necesariamente es una garantía del éxito futuro en el aprovechamiento, representa una señal de buena suerte en la cacería.

Importancia cultural y social de la cacería, más allá de la carne

La batida no ofrece una gran cantidad de biomasa de caza como otras modalidades de la cacería, pero es atractiva, entre otras cosas, por garantizar un mínimo de carne de monte (de uno a dos kilogramos) para cada cazador por salida. “Si van a cazar solos, el resultado de una salida es incierto: pueden volver con 20 kilos de carne o con nada de ello. La batida, en cambio, es una actividad que generalmente asegura un mínimo de carne para el cazador y su familia, además de que es un espacio de convivencia que permite reconocer a los buenos cazadores, al buen tirador y los jóvenes inexpertos ganan experiencia de ellos”, refirió Montiel Ortega.

Para el investigador, es importante enfatizar que la cacería no se trata únicamente de obtención de carne, sino de una serie de usos y costumbres asociados con el aprovechamiento de fauna silvestre. Por tanto, una prohibición infundada de la cacería tradicional podría impactar de forma negativa a las poblaciones locales que dependen de la carne de monte no solo para complementar su alimentación (aportando proteína animal a la dieta diaria), sino también alterando una serie de prácticas comunitarias con fuerte arraigo sociocultural vinculadas con el uso de animales silvestres.

“Además de que la cacería tradicional es una práctica de subsistencia, también es una práctica acompañante del campesino maya, convirtiéndolo en un campesino-cazador que no solo caza sino que también se dedica a la agricultura, apicultura, producción de carbón, ganadería e incluso la pesca, como parte de diferentes modos de vida vinculados a la estrategia de uso múltiple de la naturaleza que caracteriza a la cultura maya”, indicó.

Adicionalmente, como parte de las estrategias de conservación de la biodiversidad en conjunto con las poblaciones locales, uno de los objetivos del Laecbio es tratar de evaluar, bajo un enfoque participativo, la abundancia y distribución de las especies tradicionalmente cinegéticas en la región, con el propósito de estimar, en una primera instancia, tasas de aprovechamiento sustentable para las principales especies animales relacionadas con la subsistencia de la población maya rural como el venado cola blanca, el jabalí de collar y aves como el pavo de monte

El perro, importancia práctica y sociocultural

Elías Plata Espino, antropólogo y estudiante de la maestría en ecología humana en el Cinvestav Mérida, estudia como proyecto de tesis El perro en la cacería tradicional en grupo (batida): relevancia práctica y sociocultural, con el objetivo principal de evaluar el papel de este canino en la cosmovisión maya asociada a la práctica de la cacería de grupo.

A partir de la documentación previa de la cacería tradicional y de su modalidad en batida, Plata Espino planteó la existencia de tres dimensiones que la componen. “Una práctica, que incorpora los costos y beneficios, la obtención de carne y el diseño de una estrategia de caza; una social, que refleja los espacios de organización, convivencia y recreación que esta práctica permite; y una simbólica, en donde el cazador otorga significados a los elementos que le son más relevantes asociados a la cacería”, señaló.

Como hipótesis de trabajo, el maestrando propuso que el perro no solo participa en la dimensión práctica de la batida, como podría inferirse por ser un componente central de la estrategia de caza, sino que se extiende un reconocimiento a los perros como miembros del grupo, pues durante la repartición los perros reciben una porción de carne equivalente a la de otros cazadores, lo que los ubica en las dimensiones social y simbólica.

Para explorarlo en campo, desarrolló una metodología cualitativa con un enfoque principalmente etnográfico. “Hasta ahora, el trabajo de campo ha dado indicios de la existencia de elementos asociados al uso del perro en la batida que corresponden a las tres dimensiones. Si bien los resultados preliminares del estudio apuntan hacia una preponderancia en la dimensión práctica, con menor presencia en lo social y simbólico, respectivamente, también sugieren la existencia de elementos que pueden tener una doble vinculación entre dichas dimensiones”, apuntó.

Los perros pueden participar en diferentes modalidades, pero están íntimamente relacionados con la estrategia de caza en batida, donde rastrean y “sacan del monte” presas potenciales como el venado. Aunque la expectativa que se tiene de estos perros es que sean útiles en la cacería del venado, hasta ahora se ha encontrado que pueden cumplir diversas funciones en el ámbito doméstico del campesino-cazador, como control de pestes en su milpa, como guardianes en su solar, o bien sencillamente como animales de compañía.

Impacto de Laecbio en el conocimiento del Mayab contemporáneo

Desde épocas prehispánicas, las comunidades rurales mayas de la península de Yucatán han aprovechado diferentes especies silvestres de mamíferos, aves y reptiles con fines alimenticios y, en menor medida, religiosos y comerciales. Estudiar el aprovechamiento tradicional de estos recursos ha constituido uno de los trabajos principales de Laecbio, fundado por el doctor Salvador Montiel Ortega en el seno del Departamento de Ecología Humana del Cinvestav Mérida.

“En Laecbio estudiamos temas de vanguardia sobre la ecología humana en poblaciones mayas, asociada al aprovechamiento de recursos naturales, particularmente de subsistencia. Nuestro grupo de trabajo busca aportar conocimiento de calidad sobre temas que requieren una mejor comprensión y análisis, como el manejo de recursos de subsistencia, la gestión e implementación de áreas naturales protegidas, así como la vinculación social de programas y estrategias de conservación”, detalló.

De acuerdo con Montiel Ortega, entrar en el estudio de la cacería requiere una seria inversión y esfuerzo orientados a lograr una buena relación con las comunidades locales para que se desarrolle la confianza necesaria con sus habitantes y garantizar así información social de calidad.

“Al inicio de nuestras investigaciones realizamos estudios ecológicos sobre murciélagos en la región de Los Petenes. Estos esfuerzos permitieron una primera interacción con las comunidades de la región, despertando su interés en nuestro trabajo. Posteriormente, nuestras múltiples visitas a la región y la interacción cotidiana con su gente promovió buenas relaciones de confianza entre ellos y nuestro grupo de trabajo, lo cual fue fundamental para abordar con éxito el estudio de problemáticas socioambientales, como el aprovechamiento de fauna silvestre en la región”, comentó.

Para el investigador, los resultados obtenidos a partir de la observación participante, la realización de múltiples entrevistas y el análisis global de la información representan una nueva comprensión detallada del aprovechamiento de fauna silvestre en el Mayab contemporáneo. “Las tradiciones pueden datar de muchas generaciones atrás, pero conforme pasa el tiempo se van ajustando, van cambiando según las condiciones del contexto, y esto es precisamente lo que está pasando con la cacería de subsistencia”, apuntó.

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