Vidas nómadas subsisten en islas con fecha de caducidad en Bangladesh

25/05/2015 - 3:30 am

Igor G. Barbero

Char Parbatipur (Bangladesh), 25 may (EFE).- A falta de propiedad en tierra firme, decenas de miles de personas subsisten en islas temporales o “chars” en ríos de Bangladesh, que aparecen y desaparecen por los caprichos de la naturaleza en uno de los países más vulnerables al cambio climático.

Surcado por el inmenso delta del Ganges, la sexta parte de los más de 147.000 kilómetros cuadrados del fértil territorio bangladesí (24.140 kilómetros cuadrados) se encuentra en sus 700 ríos y afluentes.

Las aguas modifican cada año cauces, moldean riberas y crean o destruyen decenas de hectáreas por los efectos de la erosión, especialmente en la época de lluvias monzónicas o ante fenómenos climáticos como los ciclones.

A Char Parbatipur, una pequeña isla en el caudaloso río Brahmaputra, se llega tras unos diez minutos de navegación en bote desde un rudimentario muelle en el distrito septentrional bangladesí de Kurigram junto al que hay gran trajín mercantil.

Algunas personas llegan a la ribera con productos de labranza o cabezas de ganado para venderlos en el mercado local y otras cargan en las embarcaciones enseres, leña y alimentos que transportarán a las islas cercanas.

Al arribar a Char Parbatipur, con apenas medio kilómetro de punta a punta y unos 2.000 habitantes, el sol se vuelve tórrido sobre la planicie de arena. En el interior de la isla pronto brotan verdes campos rodeados de habitáculos con paredes de metal o cañas de bambú en los que residen familias enteras.

“Vivimos aquí desde hace cuatro años. Antes estábamos en una isla cercana pero desapareció por la erosión y vinimos a esta”, cuenta a Efe el joven Mohamed Tahidul, cuyos familiares están desperdigados por el archipiélago de “chars” del Brahmaputra.

Tahidul explica que viven en la isla gran parte del año, hasta que llegan las lluvias torrenciales en julio que inundan el lugar.

“Entonces tenemos que vivir en las barcas o movernos a tierra firme por un tiempo. Cuando se acaba el monzón, regresamos y nos toca volver a construir la casa y a empezar todo de nuevo”, dice.

Dedicados a la pesca, el cuidado de ganado y el cultivo de los escasos productos que crecen en suelo arenoso, como legumbres y frutos secos, estos isleños apenas reúnen dinero esporádicamente con su trabajo.

Subsisten en parte con ayudas de un dilatado conglomerado de organizaciones no gubernamentales y agencias de desarrollo locales y extranjeras.

“A veces pasamos hambre porque no conseguimos suficiente dinero, en otras ocasiones el agua se lleva nuestras gallinas. Comemos solo dos veces al día”, lamenta Mohamed Sokiot Rehman.

A sus 50 años de edad, Rehman es la tercera generación de su familia que vive en “chars”.

Su abuelo tuvo hogar en algún momento del siglo pasado en una zona en tierra firme en la que incluso había una estación de tren que conectaba con la actual India, pero que hoy está anegada por las aguas.

“En realidad no tenemos otra opción. Una parcela en tierra firme saldría muy cara. Aquí al menos podemos pescar y labrar”, argumenta.

Habitados por entre 600.000 y un millón de personas según diversas fuentes, la gran mayoría de los “chars” carecen de electricidad y agua corriente.

En Char Parbatipur hay dos mezquitas pero ningún cementerio, de manera que los isleños despiden a los suyos arrojando los cadáveres al río pese a que el rito musulmán prioriza enterrar los cuerpos.

“Esta gente vive en la incertidumbre de ser nómadas constantemente ante los efectos de la erosión. Sus principales problemas son la falta de comunicaciones, servicios, el sol y las continuas inundaciones”, afirma a Efe Momar Hossein, representante de una ONG local que visita varias islas de la zona.

“El cambio climático está afectando más si cabe a este colectivo. El monzón llega antes, el frío es más intenso”, agrega Hossein.

A falta de clínicas, los lugareños son a veces visitados por médicos en virtud de programas de cooperación y en la isla hay una escuela pública con 120 alumnos, pero los maestros no siempre se asoman por ella y hace unos meses la tuvieron que cambiar de lugar porque fue engullida por el río.

Más allá de la educación primaria, no muchos jóvenes en Char Parbatipur prosperan en sus estudios, por lo que el título de secundaria conseguido en un entorno tan hostil por el adolescente Sahidul Islam es un motivo de orgullo en la isla.

“Tengo problemas para ir a clase al otro lado del río. A veces hay tormenta y el bote naufraga. Cuando llueve mucho los libros se empapan”, relata.

Con todo, Sahidul saca tiempo para enseñar a otros estudiantes más jóvenes y soñar con una vida mejor fruto de sus esfuerzos.

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