Ciudad de México, 25 de julio (SinEmbargo).- Hoy es la fecha señalada para que el pintor y escritor mexicano Guillermo Arreola cumpla lo que seguramente será una importante cita en su carrera: regresar a su ciudad natal para ofrecer la retrospectiva titulada El olvido que me diste.
La exposición se ha montado en la Sala 2 de El Cubo en el Centro Cultural Tijuana y está formada por más de 70 obras esencialmente pictóricas, aunque también hay dibujo, fotografía, instalación, algunas piezas de acrílico sobre placa radiográfica, así como materiales literarios y elementos teatrales, disciplinas que ha emprendido de manera simultánea y reflexiva en los últimos años.
La curaduría de El olvido que me diste está a cargo de Arturo López Rodríguez, maestro en historia del arte, quien realizó asesorías curatoriales con Teresa del Conde, historiadora y crítica de arte; y la maestra Raquel Tibol, con quien participó en Diego Rivera, gran ilustrador, en el Museo Nacional de Arte, del INBA.
Para Arreola, autor también de la reciente novela Traición a domicilio (Planeta), esta retrospectiva constituye un “regreso cargadito, pesado, pero con una oportunidad maravillosa de revisar un trayecto y una trayectoria”.
“Los espacios galerísticos del Cubo son fantásticos. En este caso, la exposición va a ser en la planta 2, que son aproximadamente 500 metros cuadrados, muy propicios para hacer esta revisión”, afirma el artista en entrevista con SinEmbargo.
“Las pinturas de Guillermo Arreola son ecos enviados desde un paisaje interior donde una voz que clama en el desierto, escuchó por primera vez al pintor y hoy se hace audible para nosotros”, dijo el crítico Alfred Corn.
El tijuanense de 45 años experimenta así su primera muestra retrospectiva, una circunstancia que –reconoce- lo pone algo nervioso.
– ¿Qué te sugiere la palabra retrospectiva?
– Una vuelta de mirada, la oportunidad de confrontar y conciliar. Uno puede volverse muy duro en este afán autocrítico y en ese sentido, la retrospectiva ha significado el encuentro de un trabajo propio que abarca unos 10, 12 años.
– ¿Es un trabajo de pintor?
– También hay dibujo. Concretamente una serie de 60 dibujos en miniatura que me interesaba mucho mostrar, puesto que considero que ahí está la raíz de todo. Esos dibujos dan cuenta del impulso pictórico.
– Una raíz, la del dibujo, que está siendo abandonada por las nuevas generaciones
– Bueno, las cosas están tambaleándose desde hace un buen rato. Las cosas han cambiado mucho, pero lo cierto es que como pintor, como hacedor de imágenes, el sustento de todo esto innegablemente es la línea, lo “dibujístico”, lo manual.
– ¿Cómo hiciste para reunir todas estas piezas? Supongo que mucho estaría en colecciones privadas.
– Sí, una gran parte de esa obra que está conmigo. Había otra parte que no está conmigo, así que el proceso ha sido muy difícil. Se dice fácil 10 años, pero es un tiempo considerable y muchos coleccionistas propietarios de esas obras no las prestan. Tiene que ver con muchísimas cosas. Con esas manías a veces de los coleccionistas, algunos comportamientos que no alcanzo a comprender…hay personas que no quiere distanciarse de sus objetos…
– ¿Será el miedo a que la obra se deteriore?
– Sí, puede ser. Hay que decir en ese sentido que el Centro Cultural Tijuana cuenta con toda la infraestructura necesaria para garantizar el traslado y el resguardo de las obras. Había un propósito inicial de incorporar a la retrospectiva unas 30 piezas a préstamo, pero no se llegó a ese número, algo que lamento, claro, pues algunas de esas piezas me importaba mucho que estuvieran en la exposición.
– Así que ha sido un poco estresante este proceso…
– Es que estos procesos son siempre estresantes en los que digo que no voy a intervenir, pero siempre caigo en lo mismo.
– ¿Te portaste bien con tu curador?
– Nos portamos bien los dos aunque hubo momentos un poco conflictivos. Al final de cuentas, creo que todo esto requiere su dosis de conflicto. El curador es una persona que trabaja muy cerca de uno, de las obras, y las diferencias siempre van a surgir. Diferencias que me parecen positivas. Es una relación donde pongo mi mirada, mis ojos, aceptando las de él y vamos a ver qué surge de ahí. Diría que fue conflictivo pero no infernal.
– ¿Qué lugar ocupa Tijuana en tu obra y en tu corazón?
– Un lugar inmenso que ha venido prologándose a lo largo de los años. Hace más de 20 años que no vivo allí, pero como decía Constantino Cavafis, vayas donde vayas la ciudad irá siempre contigo. Tijuana es un punto muy alto artísticamente para mí.
– ¿Es un acto de fe, de rebeldía, armar una muestra de pintura en este momento del arte contemporáneo?
– Debería ser un acto de rebeldía y una necesidad muy fuerte de recordar que seguimos siendo seres en busca de imágenes. No importa qué artefacto nuevo nos ofrezca la tecnología, siempre iremos tras la búsqueda de imágenes y tras la posibilidad de crear esas imágenes a partir del contacto con la pintura y el dibujo. Suena un poco ingenuo, pero creo que efectivamente una muestra de pintura debería ser un acto de rebeldía frente a esta celeridad con que aparentemente avanzamos.