“Si me fijo en qué leen los mexicanos, ¿para qué publico?”, dice Hugo Hiriart, autor de “El águila y el gusano”

25/08/2014 - 12:30 am
"El problema no es lo que leen los mexicanos. El problema es lo que no leen", dice. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
“El problema no es lo que leen los mexicanos. El problema es lo que no leen”, dice. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

Ciudad de México, 24 de agosto (SinEmbargo).- Cuando en mayo pasado el escritor Hugo Hiriart ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua, el jurista Diego Valadés dijo que el también dramaturgo nacido hace 82 años en ciudad de México “no hace literatura, es literatura”.

Ensayista y académico, ha vuelto efectivamente a la ficción para presentar una novela dialogada que tituló El águila y el gusano y que acaba de presentar la editorial Penguin Random House.

Se trata de “una obra de acción en prosa, desarrollando un sistema de diálogo para hacer explícita la trama. Utilizando este método, el autor nos comparte la historia de varios personajes que conviven en un México surrealista, que avanza hacia el absurdo”, explican los editores.

Para Hugo, su nuevo libro es una manera de ofrecer algo nuevo en un panorama literaria que no se caracteriza por la innovación.

Foto: Especial
Foto: Especial

“La narrativa contemporánea parece considerar que la única manera de contar es una historia es la establecida por las novelas psicológicas del siglo XIX”, dice el escritor en entrevista con SinEmbargo.

“Creo que la literatura es mucho más que eso y que se puede hacer un libro que no intente reflejar la realidad, sino construir un mundo con palabras. Shakespeare lo hacía, poniendo cosas inverosímiles con toda facilidad en contextos aparentemente reales”, agrega.

Como Fernando de Rojas en La Celestina, no tiene ningún propósito de verosimilitud, aun cuando los diálogos altisonantes y los contrastes entre el discurso político y el lenguaje del pueblo establezcan paralelismos con la realidad muy identificables y por tanto conmovedores e hilarantes.

Hiriart es un experto cervantino y un gran conocedor de la literatura clásica. Su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua fue una disertación erudita sobre el rito funerario en La Iliada, de Homero.

“El difunto hace mutis del gran teatro del mundo; sale de escena, pero deja su cuerpo inanimado y qué hacer con él, toda vez que no hay muchas formas de deshacernos de un cadáver”, dijo.

La Iliada está hecha de detalles fascinantes y explorables, no hay en ella excipiente, relleno, toda ella es principio a fin, por eso es una obra maestra”, explicó este también amante del cine e interesado por todos los temas incluidos los de la cultura popular.

A lo largo de una carrera imparable, Hugo Hiriart ha ganado el Premio Villaurrutia, el de la Asociación de Críticos, el Nacional de Literatura “Juan Ruiz de Alarcón”, el Nacional de Ciencias y Artes y el Mazatlán, además de tener dos estatuillas Ariel por su dedicación al cine.

Tras realizar estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y de pintura en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, a los 30 años publicó su primera novela Galaor, en la que ya reflejaba su gozo por la escritura.

Autor de más de 20 títulos, entre ensayos, novelas y obras de teatro, su incorporación como miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua fue propuesta por los escritores Mauricio Beuchot, Eduardo Lizalde y Vicente Leñero.

EL VALOR DE LO DIFERENTE

“Si haces lo que hace todo el mundo, aunque lo hagas muy bien, carece del valor de lo diferente”, dice Hugo Hiriart mientras come apio y manzana rebanados que ha traído en su morral de piel marrón.

La exigencia para cualquier artista, según su criterio, es irse por otro camino. Probar, arriesgar, explorar, las condiciones que hacen a un creador nato, para este hombre que echó mano de ese discurso hueco de los políticos –eso que los sociólogos dicen que la gente nunca entiende- para crear personajes que tienen honda resonancia en nuestra cotidianeidad.

“Eso es realismo puro”, admite mientras sonríe con picardía y responde las preguntas con desdén, aburrido de dirimir cuestiones con una cronista que no acierta a interrogarlo sobre algo que considere realmente interesante.

El escritor presenta El águila y el gusano. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
El escritor presenta El águila y el gusano. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

Pero lo suyo parece ser el desdén generalizado, el mismo que opone a la experiencia de la política, que no lo entusiasma como antes y antes tampoco lo entusiasmaba demasiado.

“Mi hermano era un obsesivo de la política, entonces a través de él fui penetrando en los rincones de la política, aunque no con mucho interés. Luego entré a la Facultad de Filosofía y Letras, cuyo centro era el café. La mesa más interesante del café era la de los comunistas y me empecé a sentar ahí”, cuenta.

“Me hice amigo de Carlos Monsiváis, que era mayor que yo (cuatro años mayor) e ingresé las juventudes comunistas para salirme muy poco después por mi gran incapacidad para obedecer a nada ni a nadie. Me dan una orden y mi cabeza empieza a dar vueltas buscando la manera de no cumplirla”, admite.

En su cabeza también anida una fuerte convicción, la de que los políticos y los periodistas inflan la importancia de la política. Quizás por eso se mantiene calmo frente a las recientes reformas del gobierno de Enrique Peña Nieto, seguro de que tampoco “hay que sobrevalorar” el petróleo, sustancia a la que Hiriart le echa la culpa de todos nuestros males.

La política para el dramaturgo y ensayista que hace unos años presentara con la editorial Almadía el libro El arte de perdurar, un conjunto de tratados sobre el valor de la obra en el camino a la posteridad, tiene el grave defecto de querer resolver las cosas.

“En seis años, es muy difícil que un presidente tenga tiempo para solucionar problemas de larga data. Puedes a aspirar a atenuar los problemas, pero para ellos se requiere el paso de varias generaciones”, opina.

“En realidad, hubiera preferido que México no tuviera petróleo. El petróleo es una cosa mala que lastima mucho a los países, que te da dinero salido de la nada y no del trabajo de la gente. El petróleo ha aumentado la desigualdad…¿qué me importa el petróleo?”, agrega.

Hugo Hiriart durante su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua. Foto. Conaculta
Hugo Hiriart durante su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua. Foto. Conaculta

Dice que comenzó a escribir ensayos en 1967, a pedido de Julio Scherer para El Excelsior. Desde entonces no ha parado y los temas son diversos, afirma, mientras prepara uno sobre La Iliada, de Homero y otra sobre Miguel de Cervantes Saavedra.

De todos modos, su pasión de escriba encuentra en México un techo bajo y siempre palpable. “Con lo que leen los mexicanos, ¿para qué escribo?”, dice con escepticismo.

“Aunque más importante que lo que leen es lo que no leen, dado que en el gusto no hay discusión. ¿Quién lee El viaje de Turquía (novela anónima de mitad del Siglo XVI español), ¿quién lee La Celestina?: poquísima gente”, dice.

“Toda esa gente que me mencionas…Pepe de la Colina, Margo Glantz y yo, somos fantasmas en un mundo que ya no entendemos y que no nos entiende. Siento que ya no pertenezco a este mundo”, concluye.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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