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Dolia Estévez

25/08/2017 - 12:00 am

Compañeros de viaje

Los grupos supremacistas, neo nazis y del Ku Klux Klan que protagonizaron los hechos en Charlottesville, no tienen nada que ver con los contra manifestantes. Los primeros son individuos convencidos de que el creciente pluralismo de la sociedad estadounidense ha oprimido a los blancos y los ha dejado en desventaja. Los segundos, son activistas de izquierda y miembros de la comunidad local que salieron a las calles a manifestarse contra el neo fascismo.

“Durante la campaña presidencial, Trump no censuró las consignas racistas de sus seguidores”. Foto: Especial

Washington, D.C.—La reticencia a condenar a los fascistas de Charlottesville deja pocas dudas de que Donald Trump los ve como sus compañeros de viaje. No es nada que no sabíamos. Durante la campaña presidencial, Trump no censuró las consignas racistas de sus seguidores. Su mantra sobre el declive de Estados Unidos y sus discursos sobre “nosotros contra ellos” en relación a los inmigrantes, fueron ecos de la Europa de los 1930 que dio lugar al ascenso de Adolfo Hitler.

Los trágicos acontecimientos en Charlottesville dejaron como saldo a una activista asesinada por un neo nazi que la atropelló al puro estilo de los terroristas de ISIS, y a una sociedad alarmada por el despliegue de odio de sujetos enarbolando banderas con esvásticas nazis en la cuna de Thomas Jefferson. La critica generalizada dentro y fuera de Estados Unidos, forzaron a Trump a reprobar de boca para afuera la violencia, pero echó más sal a la herida al culpar tanto a los supremacistas como a los que se oponen a ellos. Un equivalente moralmente falso.

Los grupos supremacistas, neo nazis y del Ku Klux Klan que protagonizaron los hechos en Charlottesville, no tienen nada que ver con los contra manifestantes. Los primeros son individuos convencidos de que el creciente pluralismo de la sociedad estadounidense ha oprimido a los blancos y los ha dejado en desventaja. Los segundos, son activistas de izquierda y miembros de la comunidad local que salieron a las calles a manifestarse contra el neo fascismo.

Foto: Especial

El año pasada, en medio del candente debate sobre migración que desató Trump, entrevisté a una especie de esa fauna. Andrew Anglin, fundador de The Daily Stormer, publicación que toma su nombre de Der Stürmer de la Alemania nazi, me dijo que apoyaba a Trump porque quería una América blanca. Afirmó que los inmigrantes “no blancos” son una amenaza a “nuestro legado genético” y “el flujo de esas ‘minorías’ inexpugnables es un asalto a las relaciones humanas básicas”. Catalogó a los “no blancos” como “genéticamente inferiores” y llamó “grave acto de disgenesia” procrear con variables genéticas inferiores, toda vez que se “reduce el coeficiente intelectual, el atractivo físico y la moralidad”.

Anglin, para quien el holocausto es una farsa y Hitler digno de admiración, también arremetió contra las mujeres, a las que catalogó de infantiles y emotivas, incapaces de razonar y, consecuentemente, seres inferiores cuya única misión en la tierra es procrear.

En septiembre de 2016, publiqué en Forbes la entrevista en inglés. Valiéndome de estudios científicos y datos estadísticos de ONGs y el gobierno estadounidense, contradije cada una de sus falacias. Anglin montó en ira. Me llamó “criminal” y me acusó de ser “agente extrajera” que busca “socavar a Estados Unidos” infiltrando a su prensa. Ordenó a su ejército de bots lanzar una perversa campaña en mi contra y amenazó con demandarme.

Foto: Especial

Durante 48 horas, mi cuenta de Twitter fue inundada de memes y textos misóginos. Me llamaron “puta horrible”, “FEMINISTA”, “lesbiana” y “activista”. Me amenazaron de muerte. Lanzaron mensajes y difundieron memes pidiendo “destruirme”. “NOW YOU DIE CUNT”, (AHORA MUERES CUNT), decía un meme con la fotografía de un gato disparando una metralleta. (Cunt es la forma más despectiva de llamar a una mujer y es considerada una de las expresiones más ofensiva en inglés.) Otro tenía la imagen de un patrullero aplastando con su bota a Dora, el popular personaje animado de una exploradora de Disney que enseña español a los niños, con el mensaje, “GET OUT” (lárgate). También trataron de relacionarme con el actor Emilio Estevez, a quien tacharon de “marrano” (judío), epíteto que me aplicaron.

Envalentonado por el éxito mediático de la protesta en Charlottesville, en la que participó y promovió en su sitio, Anglin publicó un blog denigrando a la activista atropellada. La llamó gorda, despreciable y lacra social por no haber procreado. En momentos en que aumentaban los llamados a la unidad, el blog, que se volvió viral, le salió por la culata. Anglin finalmente rebasó los generosos limites de la libertad de expresión en Estados Unidos.

Foto: Especial

GoDaddy y Google expulsaron a The Stormer de sus respectivos dominios. Tampoco pudo mantenerlo en un dominio ruso, ni en otros. No le dejaron más opción que constreñir su mensaje de odio a la dark web o red oscura. La salida del internet es su último revés, pero no el único. De hecho, Anglin podía tener contados los días como propagandista neo nazi.

A principios de año, el Southern Poverty Law Center, influyente ONG que combate el racismo y la discriminación, lo acusó de haber orquestado una cruel campaña cibernética contra una familia judía en Montana. Según la acusación, Anglin es el cerebro detrás de un “ejército de troles” especializado en intimidar y aterrorizar en las redes sociales a sus blancos. La demanda no ha avanzado porque Anglin está escondido y la corte no ha podido citarlo a comparecer.

Se creía que en la sociedad estadounidense no había cabida para ese tipo de extremismo. Pero, mientras Trump mantenga usurpada la presidencia de Estados Unidos el fascismo no solo encontrará espacios para expandirse sino lo hará con el beneplácito presidencial.

Foto: Especial

 

Twitter: @DoliaEstevez

Dolia Estévez
Dolia Estévez es periodista independiente en Washington, D.C. Inició su trayectoria profesional como corresponsal del diario El Financiero, donde fue corresponsal en la capital estadounidense durante 16 años. Fue comentarista del noticiero Radio Monitor, colaboradora de la revista Poder y Negocios, columnista del El Semanario y corresponsal de Noticias MVS. Actualmente publica un blog en Forbes.com (inglés), y colabora con Forbes México y Proyecto Puente. Es autora de El Embajador (Planeta, 2013). Está acreditada como corresponsal ante el Capitolio y el Centro de Prensa Extranjera en Washington.

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