El Tri recurre al liderazgo de Rafael Márquez, un conquistador de Europa que anhela jugar su cuarto Mundial

25/09/2013 - 12:00 am
Foto: femexfut.org
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Ciudad de México, 25 de septiembre (SinEmbargo).– Tenía 20 años cuando vio venir un balón por lo alto. A un océano de distancia, su natal Zamora gozaba de la media tarde con el olor de la hora de la comida. En casa de los Márquez Álvarez, las emociones de una familia entera explotaron cuando Rafa amortiguó el balón en su pecho con una elegancia notable. La grada del estadio Estadio Luis II del AS Monaco, comenzó a aplaudir al inicio de una trayectoria única en el balompié mexicano.

Aquella noche del 14 de agosto de 1999,  Rafael Márquez Álvarez retomaría la estela dejada por Hugo Sánchez en los años 80. Un defensa central como pocos en el mundo tenía pasaporte mexicano. La mentalidad ganadora, ese factor tan mentado en las tertulias como el factor principal que no nos ha dejado dar el paso preciso para cruzar la línea delgada entre participante y protagonista, estaba en las venas del michoacano alto de mirada analítica.

Los inmigrantes ilegales eligen España o Portugal para adentrarse a Europa con la pequeña maleta llena de sueños de porvenir. Para un futbolista latinoamericano, el viejo continente también representa un mejor futuro. Sin la condición de ilegal, pero con la presión de demostrar su valía, las inclemencias suelen funcionar como filtros de calidad. El zamorano no solo conquistó el futbol galo desde un principado, sino que se consolidó como un defensor con una proyección que llamaba la atención de propios y extraños.

Foto: fcbarcelona.cat
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En Barcelona hubo una revolución deportiva. Con Ronaldinho como bandera, Rafa se unió a la filosofía blaugrana para engendrar una nueva realidad que terminara por sepultar años de angustia y depresión. Un holandés que había dado cátedra en su etapa como futbolista, encontró en el mexicano una pieza esencial de engranaje. Frank Rijkaard edificó los cimientos de una realidad que terminaría de construir Pep Guardiola. Opacado por el brillo del mago Ronaldinho, o del local Carles Puyol, Rafa cumplía con creces su labor defensiva.

México encontró a un referente. Rafa fue el capitán de la selección en Corea-Japón 2002. Javier Aguirre le entregó la responsabilidad de liderar a un conjunto internacional a sus 23 años. Durante la primera ronda de la Copa del Mundo, nadie jugaba como el equipo verde. Los octavos de final frente a Estados Unidos, significaba por fin avanzar al mentado quinto partido. La derrota en manos de Donovan transformó una madrugada nacional en un silencio de sepulcro con la imagen del capitán mexicano expulsado por un severo codazo.

Cuatro años más tarde cometería un penal infame frente a Portugal. De pronto, malinchismo o no, Rafa Márquez era criticado por esos desplantes irresponsables de poco liderazgo. Sudáfrica fue su tercer mundial, donde alternó el gafete de capitán y donde se le vio con una madurez que sus 31 años le daban. El central volvió a México para enrolarse con el recién ascendido y adinerado León. El retiro de uno de los mejores futbolistas que ha tenido el país, sería visto de cerca.

A la falta de juego, se le ha unido la ausencia de liderazgo. A poco más de dos semanas del partido crucial para las aspiraciones mundialistas frente a Panamá. Rafael Márquez reclama el lugar con la jerarquía que su trayectoria ha construido. Con un futuro estable en lo deportivo, el central que dejó huella en Cataluña, vuelve a ser un baluarte en el Tri necesitado de carácter. Ganador de dos Champions League y un Mundial de Clubes, tiene un compromiso con la misma importancia social de llevar a México a su sexta Copa del Mundo consecutiva: la cuarta para él.

Foto: EFE
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