México

Mamá dejó todo para ir en busca de Juan y hoy, bajo la lluvia y en el frío, pide a Segob la escuche

26/01/2018 - 8:30 pm

Juan Sebastián García Antúnez desapareció en febrero de 2011. Lo último que se supo es que sujetos desconocidos lo interceptaron y se lo llevaron en el Paseo Alejandro Cervantes Delgado de Chilpancingo, Guerrero. Desde entonces, Gema, su madre, lo ha buscado.

La mujer desde hace más de una semana se ausentó de su empleo y duerme en la banqueta frente a la Segob, en busca de que el encargado de la dependencia, Alfonso Navarrete Prida, escuche sus casos y pueda apoyarlas.

“He dejado a mis hijos en casa. No sé si están comiendo. He dejado mi trabajo, me pueden correr, pero sigo aquí en la lucha. Quiero encontrar a mi hijo y tener un lugar donde llorarle, donde llevarle una flor”, clama.

Ciudad de México, 26 de enero (SinEmbargo).- La vida de Gema Antúnez Flores se volcó desde hace casi siete años. De su casa en Chilpancingo, Guerrero, pasó a dormir en una banqueta frente a las instalaciones de la Secretaría de Gobernación (Segob), en la Ciudad de México en busca de que la justicia actúe. A su hijo, Juan Sebastián García Antúnez, se lo llevaron “los chicos malos” que controlaban las tierras supuestamente bajo la tutela -en ese momento- de Ángel Aguirre Rivero.

Era 27 de febrero del 2011. Juan Sebastián cargó las verduras, el pan y la carne, los productos para preparar las hamburguesas que vendía. Abandonó su hogar, en la capital guerrerense, y se enfiló hacia su negocio. Lo hizo acompañado de otro joven. De los dos no se supo más.

Un menor de edad, cuya identidad no fue revelada, atestiguó los hechos y los relató a la familia. Justo cuando García Antúnez transitaba por “una zona oscura” del Paseo Alejandro Cervantes Delgado, al menos ocho sujetos, quienes conducían automóviles de la marca Jetta, lo habrían interceptado y obligado -junto a la otra víctima- a acompañarlos, les dijo.

“A toda la familia le cambiaron la vida. Ya no es lo mismo. En cada momento de reunión, de alegría, nos acordamos de él porque nos hace falta. Él tocaba la guitarra, nos hacía reír. Hace falta su presencia. En cada momento lo recordamos: 10 de mayo, su cumpleaños, la fecha de su desaparición, el cumpleaños de mi mamá, Navidad”, lamentó Gema.

Antúnez “se esfumó” en una ciudad en la que, solamente de 2016 a la fecha, el Colectivo de Padres Familiares de Desaparecidos Secuestrados y Asesinados en el Estado documentó al menos 20 casos de jóvenes detenidos/desaparecidos por elementos de la policía municipal.

Hasta noviembre del 2017, en Guerrero -entidad ahora gobernada por el priista Héctor Astudillo Flores- había registro de mil 317 personas relacionadas con averiguaciones previas, carpetas de investigación o actas circunstanciadas del fuero común. Además, había 342 casos del fuero federal, de acuerdo con el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED).

Madres y padres instalaron un campamento en busca de que el titular de Segob, Alfonso Navarrete Prida, los escuche. Foto: Carlos Vargas Sepulveda, SinEmbargo

JUAN, DE 22

Juan Sebastian tenía 22 años en 2011. Hoy estaría por cumplir 29. Su madre lo describe como un hombre de complexión robusta.“Blanquito”. “Muy risueño, muy amable”. Le gustaba tocar la guitarra. Hacía mucho ejercicio: corría, jugaba futbol, iba al gimnasio. Era padre de un bebé que ahora crece con la ausencia. “Estaba súper enamorado” de su pareja. “Daba el 100 por ciento” por ellos.

“Se le hizo investigación de sus llamadas, de su teléfono, y no se le encontró ningún contacto, ningún nexo. Mi hijo era una persona muy sana. No fumaba, no tomaba. Era una persona que se dedicaba al trabajo. Yo le enseñé a trabajar. Soy mamá soltera y siempre le enseñé a trabajar dignamente.

“Yo busco a mi hijo. Hace siete años se lo llevaron. Nunca me pidieron rescate. No sé de su paradero. He dejado a mis hijos en casa. No sé si están comiendo. He dejado mi trabajo, me pueden correr, pero sigo aquí en la lucha. Quiero encontrar a mi hijo y tener un lugar donde llorarle, donde llevarle una flor”, compartió la madre.

Cuando Gema Antúnez se acercó a las autoridades recibió un trato “muy frío”. Un ministerial, aseguró, le dijo que se calmara “porque tenía más hijos…”. Y así ha sido el viaje de siete años.

“Todas las pruebas que se juntaron fueron por mi propia búsqueda. Ellos [las autoridades] no lo hicieron. Ellos solamente iban a recibir la información que yo les daba. Cerraron el caso. Me dijeron que desgraciadamente mi hijo había tenido la mala suerte de estar con una persona inadecuada en el momento inadecuado”, reclamó.

La mujer llegó a la Ciudad de México el 17 de enero de pasado y se mantiene en la manifestación frente a las instalaciones de Segob. Lo único que pide, junto a otras familias de desaparecidos y asesinados en varios estados de la República, es que el nuevo titular, Alfonso Navarrete Prida, la escuche.

A Enrique Peña Nieto, Presidente de México, le solicita que se digne a dar órdenes al gabinete para atender a las víctimas y “que sea un poquito humano. Que demuestre esa calidad humana que pregona”.

“Nos duele mucho, nos duele mucho. Y más saber que no sabemos dónde está [Juan]. Yo aceptaría encontrarlo como sea. Ya no tengo la esperanza de encontrarlo con vida, pero ojalá Dios me permita encontrarlo de esa manera. Si no es así, lo acepto”, dijo la madre desde el campamento que improvisaron y en el cual se mantienen en huelga de hambre.

EL “CHILPO” DE 2011, Y EL DE HOY

En los últimos días del 2017, al menos siete jóvenes fueron detenidos y desaparecidos en Chilpancingo. Tres, atados y con signos de tortura, sobrevivieron. Dos más, Jorge Arturo Vázquez Campos y Marco Catalán Cabrera, fueron localizados sin signos vitales en Tierras Prietas, a un costado de la autopista federal México-Acapulco. De uno más, Abel Aguilar García, no se sabe nada. Y de Efraín Patrón Ramos, el último, se revelaron videos en los que se ve la participación activa de policías municipales en el crimen.

Los focos, entonces, se pusieron sobre la capital guerrerense. La directora para las Américas de Amnistía Internacional, Erika Guevara Rosas, alertó sobre la situación y dijo que otro caso como Ayotzinapa podría ocurrir en cualquier momento. Pero los rostros de desaparecidos muestran que, probablemente, las tragedias ocurren todos los días.

En diciembre fueron los siete, pero en 2014 ya había registros así. Como ejemplo está el caso de Josué Molina Rodríguez, un joven abogado al que “levantaron” y del que jamás se supo más. Y antes, en 2011, el caso Juan Sebastián. Y los ejemplos se suman. En 2016, a Kevin Castro Domínguez, otro mexicano, no lo desaparecieron, pero sí lo ejecutaron arteramente en “Chilpo”…

“Hay muchísima gente que quiere salir adelante (en Chilpancingo), pero no puede. Extorsionan desde la persona que vende gorditas en la esquina hasta al empresario que tiene un hotel, una farmacia. Simplemente no se puede. Vives con la zozobra, todos los días, de no saber si vas a volver a casa, de si te van a detener”, comentó un habitante hace algunos días a este diario digital.

Los datos finales del 2017 del SESNSP confirman la violencia que se vive en la capital guerrerense. En doce meses se registraron 260 homicidios dolosos, además de 26 extorsiones, 111 fraudes, 9 secuestros, 21 violaciones y 197 casos de amenazas.

Esa es la ciudad de la que salió Gema Antúnez Flores, quien ahora no lucha sólo por su familiar, “sino por todas las personas que están desaparecidas, que han sido asesinadas en todo el país y en todo el mundo”.

“Vivo porque tengo que vivir. Vivo porque tengo más hijos. Tengo que luchar, pero me han matado en vida. A veces puedo estar riendo, puedo ser alegre, pero el dolor no se quita”, lamentó la mujer.

Carlos Vargas Sepúlveda
Periodista hecho en Polakas. Autor del libro Rostros en la oscuridad: El caso Ayotzinapa. Hace crónica del México violento de hoy. Ya concluyó siete maratones.
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