LETRAS FANÁTICAS: ESCRITORES APASIONADOS DEL DEPORTE

26/07/2013 - 12:00 am
Foto: Twitter
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Ciudad de México, 26 de julio (SinEmbargo).- En 1946, con diez años cumplidos, el niño Mario Vargas Llosa se viste de crema y toma rumbo al Estadio Monumental. La capital peruana está en una especie de letargo expectante que ahoga la voz, mientras el ritmo cardiaco se va acelerando conforme el evento grande se acerca. Una pelota rodará para que el Alianza Lima y el Universitario de deportes disputen una nueva edición del clásico más importante en el país sudamericano. El adulto Vargas Llosa, ganador del Premio Nobel en 2010, recuerda aquella tarde que definió su vida para siempre.

Con la camiseta de la “U” enfundada, descubrió la pasión de un deporte que absorbe los sentidos de infinidad de mortales que forman parte del marco deportivo. El aficionado cumple con el propósito de bajar hacia lo más elemental de su persona para mostrarse tal y como es. La pasión desnuda rompiendo todos los moldes que la sociedad impone para poder coexistir en armonía. En una grada, bajo el hechizo deportivo, los humanos se entregan al placer del olvido. El autor de La fiesta del chivo, La casa verde y  Conversación en La Catedral, lo experimentó en la infancia. El “daño”, sin vacuna, se volvió permanente.

El deporte, refugio de seres humanos con habilidad atlética, ha generado historias para el recuerdo que han formado una pestaña en la vida diaria. Sin importar popularidad, intelectuales de muchas épocas se han entregado al vicio de pasiones “mundanas”. Letras en forma de aforismos o libros enteros han sido dedicadas a diversas disciplinas amenizadas por personas que trascienden de la vida terrenal hacia la idolatría. El amor que entró por la vista, se consolidó con la práctica. Escritores que no ocultan su afición, honran a la literatura y deporte con su visión.

  • Juan Villoro

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El mexicano rompió el esquema del intelectual que tenía prohibido los placeres ordinarios de un simple mortal en el país. Apasionado del Necaxa, de los “Once Hermanos”, quiso ser profesional en Pumas hasta que su ilusión se acabó en fuerzas básicas. A cambio, ha escrito dos libros referentes para los que buscan entender lo que genera una pelota. Los once de la Tribu y Dios es redondo, son dos “biblias” que todo aficionado al futbol tiene que leer.

En crónica o cuento, el futbol ha tomado a Villoro como referente para explicarse. Satanizado como la causa principal de un letargo masivo de la sociedad mexicana, el deporte predilecto deja restos de historias en sus gradas que Juan ha sabido descifrar para desde ahí contarla con un estilo único que te asombra. Convencido de que el humor es una herramienta vital para decir las cosas más importantes, deja de lado la solemnidad de la FIFA para hacernos entender que una pelota no es tan mala como mucha gente cree.

Alineados en el círculo central, los elegidos saludan a la gente. Sólo entonces se comprende la fascinación atávica del futbol. Son los nuestros” Los once de la tribu.

  • Ernest Hemingway

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Para muchos, es el escritor más influyente de la literatura norteamericana del siglo XX. Poseedor de una narrativa directa y apasionante, según The New York Times, se entusiasmó por el ring y los golpes del box. En muchas de sus obras se hace referencia a una disciplina que en Estados Unidos tiene un abolengo apasionado que cubre todas las esferas sociales. Hemingway cambió la forma en la que se veía este deporte. Lejos del glamour de las peleas, le mostró al mundo los orígenes bajos de los pugilistas y sus constantes destinos fatídicos hacia la perdición por no saber controlar la recién llegada fama.

A la par de la apreciación, lo puso en práctica. Con los guantes bien puestos realizaba una rutina bien definida que incluía hacer pesas, abdominales y golpes al cuerpo imaginario del contrario enfrente. En París era una fiesta, libro de sus memorias en la capital francesa, cuenta las horas enteras que pasaba entrenándose. En sus fiestas contrataba peleadores que amenizaban la velada con combates ligeros. No era sorpresa que él mismo terminara en los guantes frente a otro escritor luego de una acalorada discusión. Una herida en uno de sus ojos debido al box, le impidió ir al campo de batalla conformándose con manejar una ambulancia. Un apasionado peso Welter.

Mi escritura no es nada, el boxeo lo es todo”.

  • Julio Cortázar

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En el barrio de Banfield,  lloraba desconsolado en los brazos de su tío, tenía nueve años. Su casa era la única en los alrededores que tenía un radio donde se podía oír el combate entre Luis Angel Firpo y Jack Dempsey. “El combate del siglo”, tenía en vilo a la Argentina porque uno de acento porteño se había convertido en el primer iberoamericano en disputar una pelea de campeonato por los pesos pesados. Julio, que siempre compraba la revista el Gráfico para recortar imágenes del boxeador argentino, terminó desconsolado por la trágica derrota de Firpo tras caer siete veces a la lona.

Contador de historias, el capítulo lo escribió en varios cuentos como Circe. Con un libro bajo el brazo, acudía al Luna Park para ver las funciones boxísticas en turno. Indiferente del futbol, en suelo ferviente por la pelota, el escritor de Rayuela despreciaba los deportes colectivos. Prefería las disputas entre dos hombres, por eso practicó el tenis, pero fue el boxeo donde una metáfora por la sobrevivencia se le quedó en la mente. Apasionado de los guantes, honró al ring con  sus letras. Mientras unos veían violencia, él veía la forma más representativa de sentirse vivo.

(Box) una forma elevada del arte”.

  • Jack Kerouac

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El “Rey de los Beats” puso en la órbita norteamericana una nueva forma de entender el mundo. Mucho más simple, mucho más libre. Antes de eso, Jack fue un chico norteamericano de Massachussetts que se dejaba llevar por la ola de símbolos “americanos”. Espigado de cuerpo fuerte, desarrolló las habilidades innatas que tenía para el beisbol y el futbol americano. Un atleta que hacía sentir orgullosos a sus padres que le vislumbraban un gran futuro dentro de la esfera social impuesta. El deportista ganó una beca en la Universidad de Columbia para jugar football.

En Nueva York, un mundo nuevo estuvo a su alcance que lo deslumbró para fortuna de los futuros fieles que siguen leyendo sus letras muchos años después. En el camino se convirtió en el manifiesto de una contracultura poco comprendida de intelectuales que tenían ganas de devorarse la vida mientras iban buscándose en su interior. Jack, un franco-americano de clase media baja, sufrió el rechazo de su entrenador en la Universidad por no ser italiano. Una pelea y no haber aprobado química, acabaron con los sueños deportivos. Kerouac se fue a viajar para después contarlo, y mover los cimientos del suelo estadounidense.

Era sorprendente, sólo dos meses antes era un niño, un niño que llegaba a su casa después de jugar a futbol, con su chaqueta y su gorra… (…). Simplemente un niño”.

  • Haruki Murakami

 

Haruka Murakami. Foto: Especial
Haruki Murakami. Foto: Especial

Como en un ritual, dedica una hora de su día para salir, olvidarse de todo y correr. Ahí, en el asfalto, encontró una salud mental que ha sido la causante de que muchas de sus letras se hayan convertido en referencia de la literatura mundial. Desde hace casi 30 años, Haruki corre mientras su mente se aclara. Lo que comenzó con la simple intención de perder unos kilos de más, se ha transformado en una disciplina metódica. El que se define como un corredor del montón, ha corrido 25 maratones con un buen registro.

Para el japonés, que un día decidió dejar de ser vendedor para ponerse a escribir, la literatura va de la mano con el atletismo. Considerado más de largo aliento, compara el proceso de la escritura con la forma en que se prepara un atleta para correr. En medio del Maratón de Atenas, bajo el sol avasallante, se convirtió en un verdadero corredor, según sus propias palabras. Esta revelación, la plasmó en De qué hablo cuando hablo de correr. Un ensayo o un libro de memorias, como se quiera ver, pero sin duda, el mejor texto escrito sobre atletismo.

Y es que escribir honestamente sobre el hecho de correr es también (en cierta medida) escribir honestamente sobre mí”.

  • Agatha Christie

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Sus personajes más famosos fueron Hercule Poirot y Miss Marple. La inglesa, dueña de una mente prodigiosa escribió más de 80 piezas literarias y obras de teatro que fueron traducidas a más de 100 idiomas. Sus historias han sido llevadas a la televisión y al cine. Experta en el ramo policiaco, le imprimió a su narrativa cierto romanticismo con un tono que solo ella tenía. Sus cuatro mil millones de copias vendidas son un hito de la historia de la literatura. Solo William Shakespeare la equipara en ventas. Su fama, desde El misterioso caso de Styles hasta Telón, le ha dado el reconocimiento mundial en forma de halagos y premios.

A esa mente prodigiosa la atrapó el mar. En 1922, durante su estadía en Sudáfrica, las olas le produjeron algo que no había sentido nunca. Surfear se convirtió en un verbo activo de pasiones. Todo empezó tras la Primera Guerra Mundial. Su marido Archie fue nombrado para promover el Imperio británico en tierras africanas. Ahí comenzó un periplo que después la llevaría hasta Hawaii, siempre acompañada por su nueva fascinación al mar. La memorable escritora, de grandes historias, se convirtió en una de las primeras mujeres británicas arriba de una tabla de surf. Curiosa de la vida, el mar, origen de la existencia, le dio un enorme regalo.

¡Aprendí a ser experta –  desde el punto de vista europeo -. El momento de triunfo completo fue aquel día en el que mantuve mi equilibrio y me fui muy derecha a la orilla, de pie sobre mi tabla!”

El deporte, ese sub-mundo que parece muchas veces alejado de las problemáticas sociales que aquejan a gran parte del mundo. Una esfera vista como un desperdicio en muchos sectores, adquiere un nivel intelectual de la mano de mentes que han diseñado formas de pensar. La perspectiva de escritores inspirados por lo generado desde un ring, una cancha, o el mismo mar, forman nuevas letras que han logrado explicar la complejidad de la mente humana.

Jorge Luis Borges, gran escritor universal, fue un enemigo de la emergente disciplina que acaparaba sentidos: “Futbol, esa cosa estúpida inglesa”. Murió el 14 de junio de 1986, una semana antes del gol que le hizo Diego Armando Maradona a los ingleses recorriendo la mitad de la cancha del Estadio Azteca, en México. Tal vez, de haberlo visto, hubiese opinado diferente.

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