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Gustavo De la Rosa

26/12/2017 - 12:00 am

Felices fiestas a la clase política

Disfrutaron felices de las fiestas; rezaron, cantaron, intercambiaron regalos costosos, se desearon éxito y pidieron a la virgen que nunca los desamparara; ignoraban que la sociedad mexicana estaba harta de ellos y que les quitaría sus privilegios.

“La próxima navidad estarán perdidos, los vecinos no los reconocerán y cuando vayan a lugares públicos recibirán abucheos e insultos…”. Foto: Archivo/Presidencia

Las fiestas navideñas de 1809 y la celebración de fin de año de 1909 fueron grandes acontecimientos y ceremonias religiosas disfrutados sólo por la pequeña costra social que controlaba el poder en aquel entonces.

La aristocracia española y los científicos porfiristas disfrutaron de sus navidades convencidos de que sus derechos exclusivos y el ejercicio abusivo del poder seguiría siendo parte de su vida, y de la de sus herederos, por los siglos de los siglos.

Disfrutaron felices de las fiestas; rezaron, cantaron, intercambiaron regalos costosos, se desearon éxito y pidieron a la virgen que nunca los desamparara; ignoraban que la sociedad mexicana estaba harta de ellos y que les quitaría sus privilegios.

No pasó un año para que la sonrisa y la alegría se les congelara porque, en 1810 y 1910, inició el despertar de la ciudadanía que acabaría por lanzarlos a la calle, aunque los más afortunados lograron huir a alguna ciudad europea donde vieron morir su estirpe.

Estoy convencido de que 2017 será el año previo al cambio de régimen; y espero que la élite en el poder que ha corrompido al país esté disfrutando de las fiestas con el jugo agridulce del presagio de la derrota, con sus sonrisas congeladas, abrazos histéricos y proclamas de la fuerza de la familia, como si el sólo deseo fuera suficiente para salvarlos.

Pero no se les puede olvidar que han abusado tanto del poder, que en mala hora se les concedió, que ya rugen las voces del pueblo dispuesto a sacarlos de sus casas, sus sillones y lujosas oficinas, y que el mes de julio llega inevitable.

La próxima navidad estarán perdidos, los vecinos no los reconocerán y cuando vayan a lugares públicos recibirán abucheos e insultos como en su momento los recibieron López Portillo y Salinas de Gortari; tendrán sus residencias por cárcel en el mejor de los casos y para otros el encierro será en prisiones de cal y canto.

No tienen la mínima consciencia del daño que le han hecho al país; con su falta de iniciativa y admiración por el imperio, los políticos y empresarios mexicanos después de 1980 han impedido el desarrollo industrial y financiero de la patria; sólo fabrican comida chatarra, ofrecen servicios móviles, producen programas televisivos de mala calidad y destruyen la naturaleza para vivir ellos como la corte de María Antonieta antes de pasar a la guillotina.

La corrupción como sistema ha descompuesto a toda la sociedad, en este país es casi imposible hacer algún trámite sin perder tiempo o tener que pedir favores y repartir dinero. Han llevado a los trabajadores a vivir en los límites de la miseria y, en casos dramáticos, a la desnutrición.

Y lo peor de todo es que mantienen y refuerzan la guerra contra los jóvenes reclutados por las organizaciones criminales, que fueron abandonados por el Gobierno después de los 12 años sin darles opciones de mejor vida, y los pretenden extinguir bajo la consigna de que cada mal muchacho muerto es un delincuente menos.

Es obvio que sienten que Meade, con su piel de bolillo y sonrisa de tonto, no los va a salvar y eso les amarga las fiestas; por eso y muchas cosas más, les deseo que estas fiestas se les repitan una y muchas veces más.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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