VOLPI: UNA EXTRAÑA HISTORIA DE AMOR DEL S. XX

27/03/2012 - 12:00 am


Jorge Volpi sonríe. Tiene motivos para hacerlo: su más reciente novela La tejedora de sombras ganó el V Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta Casa de América 2012.

Después del episodio que protagonizó el año pasado, cuando a iniciativa de la canciller Patricia Espinosa se le retiró de la comisión de Agregado Cultural en Italia por sus opiniones políticas, y que en una demostración de dignidad y coherencia se negó a aceptar después, aún cuando el mismo presidente Felipe Calderón Hinojosa le pidió que reconsiderara su decisión, Jorge hoy sonríe de nuevo.

Una vida tranquila en Madrid, lejos también de las presiones de dirigir Canal 22 (aunque él dice que disfrutó mucho sus años en el 22) le permitieron concentrarse para terminar una novela que comenzó como una investigación sobre Ted Kazcynski, el famoso unabomber, para la segunda de las novelas que integran su trilogía del siglo XX (En busca de Klingsor, El fin de la locura, No será la tierra).

Con una sonrisa plena, su amabilidad característica y un té helado de frutas rojas, Jorge Volpi conversa con SinEmbargo.mx acerca de su descubrimiento de Christiana Morgan, Henry Murray y la última historia de amor romántico del siglo XX.

–¿Cómo es tu primer encuentro con Christiana Morgan?
–Leyendo un libro sobre la educación del unabomber, descubrí que Ted Kazcynski había estudiado en la Universidad de Harvard, había sido un alumno de matemáticas, muy brillante y muy inadaptado. Y él mismo cuenta, y lo sigue contando desde la cárcel, que uno de los episodios que más lo perturbaron en sus años de Harvard fue haber sido víctima de un experimento psicológico que llevó a cabo un profesor de la Universidad de Harvard, Henry Murray, y en el libro se contaba brevemente que Murray justamente mantenía una relación muy extraña con una amante a la que llamaban la díada. Tras leerlo ahí, empecé a tirar un poco ya del hilo.

–¿Qué es lo primero que te sorprende de Christiana: su pasión por el psicoanálisis en una época en que las mujeres no solían ocuparse de estas cosas o la pasión que comparten ella y Henry?
–Lo primero que me llama la atención es descubrir esta extraña historia de amor, querer convertir todavía a mediados del siglo XX el amor romántico en una especie de religión basada en el psicoanálisis y que tuviesen esta relación Henry y Christiana durante 42 años con todo lo que implicaba en muchos sentidos. Y la manera cómo ellos intentan, a través de la exploración de la mente, y del inconsciente, demostrar que pueden alcanzar la libertad completa y el amor absoluto. Entonces, a partir de ahí, es que empiezo a interesarme cada vez más por ella, empiezo un poco a tirar del hilo y veo los libros que hay sobre ellos, que son muy pocos, y luego finalmente solicito ser investigador visitante en la Universidad de Harvard, lo cual me permite entrar en los archivos de los dos, que están repartidos en varias de las bibliotecas de la Universidad.

Christiana Morgan también es una pionera en el descubrimiento y aplicación del TAT…
–Ella es una mujer muy interesante en muchos sentidos, de muchas contradicciones. Es una mujer muy curiosa, llena de talento, pero a la que por pertenecer a la clase alta no le permiten estudiar en la Universidad, que termina estudiando arte porque no tiene más remedio, que se casa muy joven y cuando se da cuenta su marido regresa de la guerra con un trauma de guerra, que empieza a buscar amantes como una forma de salir de ese mundo de encierro, que desde niña tiene depresiones y visiones y que se interesa muy pronto por el psicoanálisis cuando apenas está comenzando a volverse una moda en Estados Unidos.

Ahora, partir de ahí ella va a emprender una lucha que no es de activista, no es de revolucionaria, que es de muchas mujeres más o menos de la misma época, de los años veinte, treinta, para tratar de enfrentarse de alguna manera al universo masculino. Pero en su caso es una lucha sólo interna, a través de su búsqueda del inconsciente, tratando de encontrar un lugar en el mundo de la investigación y el psicoanálisis, pero casi siempre terminando bloqueada o menospreciada por los hombres que la rodean y a los que ella admira y ama, entre ellos el propio Jung y el propio Henry.

El caso más claro es que todo indica que desarrollan juntos el TAT, este Test de Apercepción Temática (se me olvidó en mi casa, lo quería traer para enseñárselo a los periodistas, pero en la presentación lo llevo)… Y que en la primera edición aparece justamente como una creación de los dos, y a partir de la segunda edición Henry elimina el nombre de ella, y ella termina por hastiarse del mundo académico, en donde nunca le dan cabida, y lo único que termina haciendo casi hasta el final es siendo psicoanalista, y teniendo pacientes.

–¿Este menosprecio a su trabajo intelectual es un caso que se repite a lo largo de su  historia?
–Creo que es un caso muy claro en muchos momentos, pero que está ya desde antes. El problema está desde el momento en que, en cuanto Henry Murray llega a ver a Jung; Jung le dice Christiana es una mujer inspiradora, destinada a inspirar a grandes hombres: “sí, tenla cerca”.

Y luego cuando Jung, fascinado con ella, por su belleza, por su inteligencia y por sus visiones, aún así le dice en algún momento del análisis: “las mujeres tienen que hacer algo por el mundo, y pueden elegir entre criar hijos o criar grandes hombres”. Y claro que Christiana toma lo que en ese momento parecía lo más revolucionario, que era tratar de criar un hombre, tratar de convertir a Murray en un gran hombre, abandonando casi por completo, emocionalmente a su hijo y a su marido, pero desde luego nunca, nadie, le presenta la otra opción que ella misma sea la creadora. Algo que ella alcance a entrever en sus visiones pero que al final tanto Jung como Murray terminan por sabotear.

Parece que en un momento Henry le consulta a Christiana acerca de borrar su nombre, pero en un momento de hastío y debilidad de la propia Christiana, ella termina por aceptar que quiten su nombre.

–¿Qué te interesaba más, la historia de amor o la historia de la mujer que quiere ser una mujer distinta, que quiere ser otra cosa y no llega a serlo?
–Para mí, empieza siendo una novela sobre el quiebre final de la tradición romántica, del amor romántico de Occidente, que empieza con Abelardo y Eloísa, y sigue con Tristán e Isolda, con Romeo y Julieta y con toda la novela del siglo XIX y que de alguna manera me parece que culmina, y su quiebre definitivo está en esta relación de mediados del siglo XX, porque en todas estas relaciones el papel de la mujer siempre es subordinado. Después, justo de ellos, la gran revolución femenina va a terminar por cambiar drásticamente las cosas, al menos en términos ideológicos, y por el otro lado, que eso era lo que me interesaba en principio, terminó al final por fascinarme mucho más la personalidad también de la propia Christiana. De ahí que, ante todo, al inicio de, proyecto la novela se llamara Wona y Mansol, los nombres que ellos se daban, un poco como Tristán e Isolda, como Romeo y Julieta, pero terminé dándome cuenta de que no era exactamente sobre el amor entre los dos, sino que era mucho más sobre ella, entonces por eso busqué un nombre para la novela que hablase sobre ella, más que sobre los dos.

–¿Consideraste necesario incluir en esta edición los dibujos del archivo personal de Christiana?
–Sí. Estos dibujos son parte de los cuadernos de Christiana que se conservan en Harvard.

–¿Por qué La tejedora de sombras?
–De alguna manera, las visiones de Christiana comienzan cuando su madre la encierra de niña en el closet como castigo, y ahí las sombras hacen que surjan sus visiones, y de alguna manera entonces es como si ella, de las sombras, empieza por tejer sus propias imágenes del consciente.

–¿Qué tanto las mujeres actualmente tenemos esta disyuntiva: elegir entre la familia, entre el amor hacia la pareja, entre la realización profesional?
–Yo creo que eso sigue siendo muy actual. Es decir, aunque ellos lo llevan a su límite, Christiana intenta llevar a su límite cómo ser completamente libre y cómo entregarse por completo a otro y cómo tratar de conciliarlo, en nuestra época yo creo que el mismo tema sigue presente en muchas mujeres y también en muchos hombres: ¿Cómo conciliar la libertad individual con el amor?

En el caso de las mujeres, además, con ser creativas personalmente. Mucho se ha avanzado, por supuesto, desde la época de Christiana, pero también las condiciones de igualdad todavía no existen, ni salarialmente, ni en oportunidades; la mujer sigue todavía en desventaja en casi todas partes.

–¿Qué significa ganar un premio como éste? ¿Lo esperabas?
–Para nada. Para mí esta novela cierra una nueva trilogía. Después de la trilogía del siglo XX, en los últimos años, en mis años en el 22, me dio por escribir tres novelas mucho más breves, mucho más líricas, mucho más concentradas, sólo unos cuantos personajes que son El jardín devastado, Oscuro bosque oscuro y ésta, La tejedora de sombras, entonces no tenía otra pretensión más que contar esta historia de amor, después de contar una extraña historia de terror también con Oscuro bosque oscuro.

Lo mejor de un premio como éste es que el libro se publique en tantos países de lengua española al mismo tiempo.

Me despido de Jorge Volpi; él bromea resignado con respecto a la ronda interminable de entrevistas que le quedan. Unos minutos después la tierra tiembla furiosamente, y todos los que estábamos en la librería somos desalojados a la calle. Poco a poco, los empleados del edificio de al lado, que son muchos, salen en fila más o menos ordenada al arroyo vehicular de Petrarca, que afortunadamente no es una calle muy transitada, con caras de asustados.

Jorge bromea una vez más, dice que la ciudad lo ha recibido con un temblor para que no se olvide de ella.

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