Nombrar a los cuarenta y tres

27/09/2015 - 12:01 am

Nombrar. Nombrarlos para darles rostro, historia, cuerpo, memoria, raíces. Para conservar su sonrisa, la mirada de asombro, la indignación, los sueños. Nombrar a cada uno de los cuarenta y tres. Decir sus nombres, sus apellidos. Imaginar sus voces. Gritar “presente” cada vez que se pase lista. Pasar lista.

Nombrarlos. No olvidar. No dejar que nos obliguen a olvidar. Exigir justicia. “No será que el antónimo del olvido no es la memoria, sino la justicia”, escribió Yosef Yerushalmi.

Hacer de cada aula un aula para los cuarenta y tres. Hacer de cada calle, de cada plaza, de cada parcela, de cada puente, de cada río, de cada escuela, un espacio para los cuarenta y tres. Porque los cuarenta y tres estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos son también nuestros cien mil muertos, nuestros miles de desaparecidos y desplazados.

Nombrarlos. Saber que se llaman Abel, Abelardo, Benjamín, Emiliano… Saber qué día cumplen años, cuál es su color favorito, qué música escuchan, qué poemas los conmueven. Cómo abrazan a su madre o a sus hijos por las mañanas, qué libros subrayan, qué imaginan al terminar el día.

Saber cuándo dibujaron por primera vez las letras, cuándo sintieron que la pobreza dolía, cuándo soñaron que otro mundo era posible.

Nombrarlos para tenerlos cerca, para aprender a entenderlos, para pedir que aparezcan con vida, una vez y otra y otra más. Y todas las que sean necesarias hasta que estén aquí nuevamente, del lado de la vida, de su propia vida.

Todos los días me pregunto cómo podemos seguir viviendo los demás. Cómo seguimos como si Ayotzinapa no fuera una herida en el cuerpo de cada uno de nosotros, como si el país no se nos estuviera desangrando entre las manos, como si el dolor no nos carcomiera las entrañas, como si no debiera hacerlo. ¿Somos insensibles? ¿Indiferentes, quizás? ¿No sabemos qué hacer para que el horror no termine de instalarse entre nosotros? ¿Callamos por complicidad? ¿Por desinterés? ¿Por cansancio?

Yo los nombro. Los vuelvo trazos sobre el papel. No sé hacer otra cosa. Los nombro para hacer de mis palabras su morada, aunque sepa que tampoco esto sirve de nada.

– Abel García Hernández

– Abelardo Vázquez Peniten

– Adán Abrajan de la Cruz

– Alexander Mora Venancio

– Antonio Santana Maestro

– Benjamín Ascencio Bautista

– Bernardo Flores Alcaraz

– Carlos Iván Ramírez Villarreal

– Carlos Lorenzo Hernández Muñoz

– César Manuel González Hernández

– Christian Alfonso Rodríguez Telumbre

– Christian Tomas Colon Garnica

– Cutberto Ortiz Ramos

– Dorian González Parral

– Emiliano Alen Gaspar de la Cruz.

– Everardo Rodríguez Bello

– Felipe Arnulfo Rosas

– Giovanni Galíndez Guerrero

– Israel Caballero Sánchez

– Israel Jacinto Lugardo

– Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa

– Jonas Trujillo González

– Jorge Álvarez Nava

– Jorge Aníbal Cruz Mendoza

– Jorge Antonio Tizapa Legideño

– Jorge Luis González Parral

– José Ángel Campos Cantor

– José Ángel Navarrete González

-José Eduardo Bartolo Tlatempa

-José Luis Luna Torres

-Jhosivani Guerrero de la Cruz

-Julio César López Patolzin

-Leonel Castro Abarca

-Luis Ángel Abarca Carrillo

-Luis Ángel Francisco Arzola

-Magdaleno Rubén Lauro Villegas

-Marcial Pablo Baranda

-Marco Antonio Gómez Molina

-Martín Getsemany Sánchez García

-Mauricio Ortega Valerio

-Miguel Ángel Hernández Martínez

-Miguel Ángel Mendoza Zacarías

 -Saúl Bruno García

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, su novela más reciente es "El día que no fue" (Alfaguara). Investigadora de la UNAM, se desempeña allí como Directora de Cultura y Comunicación de la Coordinación para la Igualdad de Género. Presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación).
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