ENTREVISTA | La máquina de contar y contar: Jorge F.Hernández

28/01/2017 - 12:05 am

En su libro de compilados de la columna de Milenio, el autor de La emperatriz de Lavapiés, trata de los más variados temas y lugares. Desde extrañar los fantasmas impulsados por Carlos Fuentes o José Emilio Pacheco, hasta criticar la edición de Cero, cero, cero, de Roberto Saviano. Todo en él es la posibilidad de contar, para compartir y de paso ganarse un dinero disponible para vivir. Se viene su nueva novela, ese es otro tema.

Ciudad de México, 28 de enero (SinEmbargo).- Jorge F.Hernández dice que lo tendrán que operar de una catarata en el ojo izquierdo. Que lo hará en Madrid. También cuenta de una historia con Julio Cortázar. ¡Qué joven te ves!, le dijo cuando se lo encontró en Coyoacán y le pidió que lo esperara para que le firmara Rayuela.

No lo esperó, pero le sirve para narrar una anécdota con el gran gigante de la literatura sudamericana.

También cuenta una historia de un taquero, que leía sólo dos libros y no deja de contar que la noche anterior se encontró con Juan Villoro y lloraron los dos.

Vale decir: Jorge es una máquina de contar. Se queja de tener que hacer tres columnas a la semana para distintos periódicos, pero para él es mucho más fácil que para aquel que elige qué narrar y qué no.

Ahora, con su firme voluntad de ser publicado en Almadía –ya tiene dos- y ser diseñado por Alejandro Magallanes, acaban de publicar Llegar al mar, los textos publicados entre octubre de 2012 y octubre de 2014 en su columna semanal Agua de azar, en el periódico Milenio. Una costumbre, otra vez, de contar.

­–¿Cómo ves esta cantidad de columnas agrupadas en un libro?

–Empezó con un volumen titulado Escribo a ciegas, prologado por Antonio Muñoz Molina, que son los mejores párrafos del libro. Después pude publicar en Almadía, porque todos los autores queremos que Alejandro Magallanes nos diseñe, Solsticio de infarto. Me siento muy orgulloso, pero también tiene que ver con las canas, por eso le pedí el prólogo a un escritor joven, Hernán Bravo Varela.

–¿Qué sientes con tantos libros publicados y que no aparezca una novela?

–Ahora sale una novela. Primero la escribí en inglés y luego en español y está dedicada a mi madre, que todavía la va a poder leer. Mi madre tuvo una trombosis cerebral y perdió la memoria y toda mi infancia fue viendo como iba recuperando todos sus recuerdos. Es una mujer de 88 años que ahora se acuerda de todo. Confieso que no quiero dejar de lado mi literatura, pero también confieso que publicar tres columnas por semana me quita bastante tiempo. Siempre quise imitar a Ibargüengoitia, a tal grado que por eso me ligué a Joy Laville, la amo y es mi novia, pero nunca supe lo que era tener dos columnas por semana.

­–Hoy te sale el tema, pero tal vez mañana no, ¿qué significa tener una columna?

–Te va a gustar mi explicación. Yo empecé a pedir la oportunidad por una conversación que tuve con Adolfo Bioy Casares, una vez que vino a México. Él me dijo que tuviera siempre la oportunidad de hacer una columna para tener la mano caliente y aparte tener los cuentos y las novelas. La novela lleva un metrónomo que tú fijas según el conflicto y los personajes. El cuento tiene un segundero que tiene que ser muy amable con el lector porque si cuenta mucho no cuenta nada. La columna, en cambio, es otra cosa. Juan Villoro dice que se trata de literatura con prisa y mis hijos pensaban cuando eran chiquitos que había un policía del periódico esperando las columnas. Se me olvidaba de escribir y de pronto me llamaban y ahí a darle. Ahora, ¿qué me ayuda a mí?, uno: la anécdota de Chesterton, que se llama “Lo que llevo en el bolsillo”. Le pasó a él lo mismo, le preguntó la esposa de qué iba la columna de mañana y él contestó: ya veré mañana, es que mañana se publica le contestaron. Y entonces comenzó a sacar las cosas que tenía en el bolsillo, un pañuelo, un dedal, un boleto del tren, monedas sueltas. En mi caso, con mis hijos, “Paisaje de escritorio” es escribir lo que se ve desde el escritorio, esa adrenalina me ha ayudado y se la he comentado a mis compañeros de El País, una máxima de A.J.Liebling, un periodista norteamericano, que decía “Puedes que escribas mejor que yo, pero no más rápido. Puedes que escribas más rápido que yo, pero no mejor”. Eso es lo que trato de hacer. En mi caso no me considero periodista, porque no soy reportero y además soy mexicano, en México todo periodista ha dado la vida por informar. Yo lo que hago son párrafos en periódicos. Y la ventaja que tengo es que en la realidad escribo sobre lo que se me pega la gana.

–Celebrar a Carlos Fuentes en Praga

–A Carlos Fuentes lo conocí cuando yo tenía 10 años, siempre fui como un niño en constante admiración de su persona. Cuando se fue me tocó escribir párrafos que trataran de agradecer esos párrafos que tanto me beneficiaron. Cuando me tocó ir a Praga, descubrí una biblioteca que lleva su nombre. Cuando se me aparecen los fantasmas aprovecho la manera de decir que siguen vivos, de una u otra manera.

Le hizo caso al escritor Adolfo Bioy Casares: escribir en un periódico para tener calentita la mano. Foto: Especial
Le hizo caso al escritor Adolfo Bioy Casares: escribir en un periódico para tener calentita la mano. Foto: Especial

–Celebrar a José Emilio Pacheco

–Pues sí, tratando de esconder dolores, esta antología esconde una etapa muy dolorosa que es cuando nos dejaron José Emilio Pacheco, Federico Campbell, Alvaro Mutis, se fueron hilando instancias de acefalia. José Emilio fue un amigo. El primer libro que leí ya en serio, en la Prepa, fue El principio del placer. Él vio mi ejemplar y le constaba cómo lo subrayé, cómo lo desarmé, las preguntas que hacía y el origen de cómo se me dio por escribir cuentos.

–Luis Muñoz Molina dice que se van porque es la estadística

–Sí, ahora que lo veo en Madrid, que lo veo más seguido, sabemos que inevitablemente se van pero que también nos consta que son eternos. Es algo contradictorio. Yo estuve con Octavio Paz, con Gabriel García Márquez, hasta en su lecho de muerte porque la familia me ha tratado como uno más, y tú sabes que estás con un hombre cuyo nombre se va a seguir leyendo dentro de 500 años. Pero te da mucho coraje: la estadística llega con la guadaña. Ahora, ¿qué ventaja tenemos lo que podemos ponerlo en tinta?, que hoy nazca el próximo lector de esos señores.

La próxima novela que publicará será en homenaje a su madre. Foto: SinEmbargo
La próxima novela que publicará será en homenaje a su madre. Foto: SinEmbargo

­–El cumulo nuboso de la retina también ha formado parte de tus columnas

–Nunca mejor dicho, ahora por el ojo izquierdo no veo nada. Estoy ciego. Tengo una catarata y llego a operarme en Madrid. Esta nebulosa que no me dejan ver, si tuviera que ver con la columna, sería al revés, son las grandes nebulosas las que me permiten ver las columnas y son las que nos salvan.

–¿Esas nubes te han permitido ver a Eliseo Alberto?

–Todos los días. No pasa un solo día sin que yo trate de escribir como si publicara Lichi. Publicábamos el mismo día y trato de alcanzar su nivel, no lo logro pero lo intento. Nos quedó a deber muchos libros.

­–Cero, cero, cero, es un libro con menos uno de Roberto Saviano

–Yo le critiqué porque sabemos varios que él tuvo acceso a información confidencial del crimen organizado y que tuvo ayuda por parte de la DEA y sin embargo no menciona nada de la telaraña de los Estados Unidos. Por eso, aunque yo celebro lo bien que está armado el libro, digo como dijo Eduardo Galeano: los gringos ponen las narices y nosotros ponemos la sangre.

–El coronel Lavolpe no puede ser considerado argentino

–Es una especie de Trump pampeño. Este cerdo insinuársele a una podóloga como la de las Chivas de Guadalajara. Ya quedó sobreseído y ahora lo volvieron a coronar como entrenador del América, que es un equipo odiado por un lado, pero muy popular por el otro. En un “Agua de azar” de hace mucho tiempo yo lo había llamado “Coronel”, porque él decía que quería dirigir una selección nacional de acuerdo a las figuras que él admiraba, que eran Mussolini, Hitler y Pinochet. ¿Cómo puede decir eso de un jugador argentino que vino huyendo de la Dictadura?

–¿Por qué escribes?

–García Márquez me ganó la respuesta: escribo para que me quieran más mis amigos, escribo porque dibujo, me la paso haciendo personajes y me gusta armarle historias, me la paso escribiendo cada ocho días porque me encanta compartir y, además, porque pagan. De algo hay que vivir.

¿Quién es Jorge F. Hernández? Nació en la Ciudad de México, en 1962. Autor de los libros de cuento En las nubes (1996), Espejo de historias y otros reflejos (2000), Escenarios del sueño (2005), SeisCuentosSeis y uno de regalo (2009), El álgebra del misterio (2011) y Un montón de piedras (2012), antología que reúne gran parte de su escritura en el género; de las novelas La Emperatriz de Lavapiés (1999), finalista del Premio Internacional de Novela Alfaguara 2007, y Réquiem para un ángel (2009); y de los ensayos La soledad del silencio. Microhistoria del Santuario de Atotonilco (1991), Antología de entrevistas con Carlos Fuentes (2005), Signos de admiración (2006), Escribo a ciegas (2012) y Solsticio de infarto (Almadía, 2015). Ha recibido los premios nacionales: Banamex Atanasio G. Saravia de Historia Regional Mexicana 1987 y el de Cuento Efrén Hernández 2000. Es conductor en radio y televisión, publica la columna electrónica Cartas de Cuévano en el diario español El País y es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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