PADRE GOYO: ENEMIGO DE TEMPLARIOS

28/02/2014 - 12:00 am

MICHOACÁN: AUTODEFENSAS, UN AÑO DESPUÉS | ÚLTIMA PARTE

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El Padre Goyo incluso dio misa con chaleco antibalas. Foto: Dalia Martínez, SinEmbargo
El Padre Goyo ofrece la misa con chaleco antibalas. Foto: Dalia Martínez, SinEmbargo

Morelia, Michoacán, 28 de febrero (SinEmbargo).– Si no hubiera sido sacerdote habría sido médico y se hubiera dedicado a abrir cuerpos y conocer sus secretos y  a curar enfermos, pero también podría haber sido maestro o abogado. Este hombre, ahora de 46 años de edad, se decidió finalmente se decidió por el sacerdocio, aunque también lo hizo obligado por la pobreza de su familia.

Lo que lo definió, confiesa, fue la influencia que descubrió en el carisma de un hombre como Karol Wojtyla, Juan Pablo II.

Gregorio López Gerónimo, mejor conocido como el Padre Goyo, ahora vicario de la parroquia de la Asunción en Apatzingán, Michoacán, estaba entonces lejos de pensar que se convertiría en una referente cuando se habla del conflicto social en la región de Tierra Caliente.

Este hombre lo mismo acusa al Presidente municipal de Apatzingán, Uriel Chávez Mendoza, de ser uno de los principales cabecillas de Los Caballeros Templarios en la región, que regaña –con groserías incluidas– a la feligresía en el sermón del domingo.

El Padre Goyo se reconoce como “hocicón”, más no mentiroso, y advierte que seguirá denunciando cada uno de las atrocidades que suceden en estos lares, aunque ello le cueste la vida. Está decidido.

* * *

Llegó a la parroquia de la Asunción hace casi tres años y desde ahí ha trabajado siempre en contra del crimen organizado, por lo que ha sufrido un atentado y ha recibido un sinfín de amenazas.

Dice que nunca ha querido confesar a narcos. Le molesta que le pidan bautizar a los hijos de los delincuentes y es capaz de un enfrentamiento verbal si alguien le dice que le mandan “una limosna” cuando sabe que no tiene buen origen.

“Yo no soy tapadera de nadie. Vayan a la ‘chingada’. La gente no tiene por qué soportar a lacras como éstas que están fuera de la ley de los hombres y de la ley de Dios”, dice encolerizado.

Sus detractores lo tildan de “loco”. Otros dicen que es mentiroso y exagerado, pero lo cierto es que ha sido uno de los pocos que se ha atrevido a señalar con nombre y apellido a quienes extorsionan y delinquen en Apatzingán.

Hace mucho que perdió el miedo –asegura– y refiere que pese a todo en su profesión encontró la manera de hacer  lo que lo alguna vez soñó ser.

“Soy médico de almas, abogado de los pobres y los indefensos, y maestro de la doctrina de mi señor Dios”, refiere.

Foto: Cuartoscuro
Soy médico de almas, abogado de los pobres y los indefensos, y maestro de la doctrina de mi señor Dios”, dice el Padre Goyo. Foto: Cuartoscuro

El Padre Goyo, como ahora todo mundo lo llama, nació en un pueblo de no más de 500 almas llamado Pareo, Michoacán, cerca del municipio de Parácuaro, muy cerca de Apatzingán.

Sus padres eran agricultores y tenían un par de vacas con las que alimentaban a la numerosa familia, pero tuvieron que dejarlo todo y mudarse a Apatzingán para que fueran a la escuela los más chicos, entre los que encontraba Goyo.

Su carácter alegre le granjeaba entre los maestros y sus compañeros las simpatías, pero su explosividad hacía que la gente desconfiará de él.

Cuando se le pregunta, dice directo que a pesar de todo nunca dejaría la Iglesia para convertirse en líder social o candidato.

–No me gusta la política, ni quiero ser Diputado, ni Presidente. Bueno solo aceptaría si se quita Don Peña [el Presidente Enrique Peña Nieto] y me deja a la ‘Gaviota’ [la Primera Dama Angélica Rivera Hurtado]”, bromea.

Una ocasión a finales de enero pasado, le jalaron las orejas sus superiores y le ordenaron moderar sus comentarios acerca del crimen organizado para no comprometer a la iglesia en este conflicto.

Después de eso el Padre Goyo, guardó silencio unos días, apagó su celular para los medios y anunció que se iría a Roma, Italia.

No se fue y sólo reapareció para publicitar a la organización con la que asegura ha venido trabajando desde que llego a la Diócesis de Apatzingán, para tratar de rescatar a la gente de las garras del crimen organizado.

Su organización se llama Consejo Ciudadano Responsable de Impulsar  un Sano Tejido del Orden  Social (CCRISTOS) , y desde ahí –dice– se ha dedicado a consolar a los pobres, a atender a las viudas y huérfanos que ha dejado esta sórdida lucha, y desde ahí piensa que se puede empezar a reconstruir y sanear “la mugre que ha dejado el narcotráfico”.

Hipólito Mora acudió a Apatzingán para ayudar al Padre Goyo a liberar la ciudad de Los Caballeros Templarios. Foto: Cuartoscuro
Hipólito Mora acudió a Apatzingán para ayudar al Padre Goyo a liberar la ciudad de Los Caballeros Templarios. Foto: Cuartoscuro

Afirma que el ser sacerdote no lo limita a opinar sobre lo que ve, a denunciar delincuentes, ni incluso a combatir a quienes dañan a la gente.

Por eso, dice, no se fue a Roma, aunque pensó más de una vez aceptar varias invitaciones que afirma tener para hacer estudios sobre Teología.

“Podría irme y decir, no me importa, ahí quédense con sus narcos. Pero no, mi lugar está aquí y no huiré”, enfatiza.

Su baja estatura y su tez morena se estira y saca el pecho cuando habla de valentía. Afirma no conocer la palabra miedo y reta: “Esto es grande, lo más grande que he hecho en mi vida y estoy dispuesto a darla si eso significa regresarle a la gente la suya”.

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