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Parkour en Chernóbil: ¿Una aventura increíble o una locura absurda?

29/01/2017 - 12:04 am

El colectivo francés Hit The Road Jack visitó Chernóbil, una ciudad declarada inhabitable para grabar un pequeño documental y hacer lo que mejor saben: parkour.

Por Pau Riera

Ciudad de México, 29 de enero (SInEmbargo/ViceMedia).–  Más de cincuenta muertos por la explosión; diez días de incendio que obligaron a evacuar 350 mil personas. Casi un millón de personas —llamados ‘liquidadores’— se ocuparon de minimizar las consecuencias del accidente: casi la mitad dieron su vida para evitar que el desastre afectara a más gente. Los que sobrevivieron tendrán una vida mucho más corta que la de sus antepasados.

Así fue el accidente nuclear de Chernóbil en abril de 1986. Se decretó que la zona más afectada sería inhabitable durante 40 mil años. Aunque hay quienes decidieron quedarse a vivir cerca porque ese era su hogar, permanecer en la región se consideró un suicidio seguro.

¿O quizás no?

Hit The Road, un colectivo de parkour formado por cuatro jóvenes y afincado en París, viajó el verano pasado hasta el mismísimo centro de la antigua central nuclear. “Queríamos ver en primera persona cómo la naturaleza había ocupado un espacio urbano que solo conocíamos por lo que nos habían contado”, cuenta a VICE Sports Clément Dumais, uno de los componentes del grupo, en un bar de París.

La piscina pública de Prípiat, la primera ciudad evacuada después de la catástrofe. Imagen vía Hit the Road.

Dumais, de hecho, es uno de los fundadores del grupo Hit The Road junto a Nico Mathieux y Paul RBD. Iniciaron su andadura en 2012 y dos años más tarde se les unió otro loco del parkour, Leo Urban. Una vez tuvieron la formación completa se marcaron un objetivo prioritario en Francia: escalar la Torre Eiffel.

“Vale del todo la pena ir a Chernóbil”, explica Leo, “pero no sabíamos qué nos encontraríamos y nos sorprendimos mucho al llegar”. Antes de poner rumbo a la ciudad fantasma, el colectivo de parkour se detuvo unos días en Kiev para conocer la ciudad y los ‘traceurs‘ —como se denomina a los practicantes de parkour o freerunning— de la capital ucraniana.

Allí buscaron —y encontraron— búnkers abandonados. “De allí sacamos los trajes y las máscaras que nos llevamos hacia la zona infectada”, explica Nico mientras nos muestra una de las típicas máscaras que se ven en el cine. “Todas eran de la guerra fría, por si había un ataque nuclear. Nos las encontramos en cajas cerradas y sin estrenar”.

En Kiev se encontraron con una persona que se dedicaba a la exploración urbana y que ya había ido tres o cuatro veces a Chernóbil con un GPS. “Él conocía el camino y conocía los controles de policía… y sobre todo cómo evitarlos”, explica Paul. Alrededor de la antigua central nuclear hay varios ‘checkpoints‘ militares que tienen el objetivo de evitar que nadie entre en la zona muerta. Quien no cumpla esta norma va a la cárcel —y sin juicio previo.

“Fuimos en coche desde Kiev hasta un lugar situado a unos veinte kilómetros del primer control, entramos por un agujero que hay en la reja de protección y empezamos a andar”, recuerda Leo. En la primera noche caminaron durante doce horas.

En la antigua central nuclear aún se trabaja para aislar el sarcófago agujereado. Quienes lo hacen saben que están arriesgando su vida por la exposición a la radioactividad: por esto no se permite que nadie vaya hasta allí y hay patrullas que vigilan día y noche los alrededores.

“Para evitar a los guardias teníamos que pasar por algunos sitios muy radiados, cosa que nos preocupaba”, admite Clément. “Leo se hizo un corte en la mano y al mesurar la radioactividad con el contador Geiger vimos que era muy alta”. Algunas de las plantas que tocaban superaban catorce veces los máximos de seguridad.

El límite de exposición a la radioactividad para un ser humano en un día es de 0.30 mSv; ellos cinco llegaron a un máximo de 5,20 mSv en el bosque, aunque fueron exposiciones breves. Dormían en lugares donde esta exposición no superase el límite, pero aún así tenían que ir con mucho cuidado. “Todos estábamos contentos de lo que estábamos viviendo pero teníamos ganas de volver”, reconoce Leo.

Le llaman ‘zona muerta’ porque no hay vida humana, pero la naturaleza ha recuperado todo su terreno. Imagen vía Hit the Road.

Para llegar a Prypat, la ciudad fantasma ubicada a menos de cinco kilómetros de la central que fue evacuada 36 horas después del accidente, los componentes de Hit the Road se habían visto obligados a cruzar ríos y bosques radiactivos y a seguir una antigua vía de tren para poder llegar. “Estábamos reventados de caminar y básicamente lo que hicimos allá fue andar y explorar. Hicimos poco de parkour”, asegura Nico mientras se mira las zapatillas que lleva. “Son las mismas que llevaba allí. Son buenas para hacer parkour, pero no para caminar… y menos tantos kilómetros”.

“Realmente lo que más nos costaba era que nuestra cabeza procesara que estábamos expuestos a la radiación… y seguir adelante aun sabiéndolo”, reflexiona Leo. Sus compañeros asienten con la cabeza. Definitivamente, el parkour es su vida: esta disciplina intenta ir más allá de los límites físicos y mentales de cada uno —y eso es precisamente lo que hicieron en una de las zonas más radiactivas de la Tierra.

Viajando de París a Chernóbil también viajaron del siglo veintiuno a la realidad de un país del bloque soviético en los años 80. Nadie ha tocado nada: todo está exactamente igual a como lo dejaron las familias que se fueron para no volver jamás. Los símbolos comunistas están por todas partes.

“Creíamos que ya se había acabado todo lo que hace referencia al peor accidente nuclear de la historia. Sin embargo, descubrimos que si los ucranianos aún no estuvieran allí estudiándolo y asegurándolo, la radiactividad se hubiera expandido mucho más”, afirma Paul.

“Parece que haya pasado una eternidad… pero solo han sido 30 años”, dice Clément antes de marcharse.

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