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Antonio Salgado Borge

29/12/2017 - 12:04 am

The Handmaid’s Tale: advertencia, inadvertencia y metaadvertencia

Pocas series generaron tanto impacto y reconocimientos durante este año como The Handmaid’s Tale, la adaptación para televisión de una novela del mismo nombre publicada en 1985[1]. The Handmaid’s Tale es, en palabras de su autora, la Margaret Atwood, un “relato de advertencia”. Y de lo que se nos advierte es de la posibilidad de una regresión ética que implique la pérdida de libertades y derechos que actualmente consideramos garantizados.

The Handmaid’s Tale — “Faithful” — Episode 105 — Serena Joy makes Offred a surprising proposition. Offred remembers the unconventional beginnings of her relationship with her husband. Janine (Madeline Brewer), left and Offred (Elisabeth Moss), right, shown. (Photo by: George Kraychyk/Hulu)

I. Advertencia

Pocas series generaron tanto impacto y reconocimientos durante este año como The Handmaids Tale, la adaptación para televisión de una novela del mismo nombre publicada en 1985[1]. The Handmaids Tale es, en palabras de su autora, la escritora canadiense Margaret Atwood, un “relato de advertencia”. Y de lo que se nos advierte es de la posibilidad de una regresión ética que implique la pérdida de libertades y derechos que actualmente consideramos garantizados.

Para entender por qué esta serie ha sido tan exitosa en 2017, es necesario repasar brevemente el contexto en que ha surgido. Pero antes, me permito un descargo de responsabilidad: el lector encontrará a continuación una descripción del estado general de cosas que sirve como marco a la historia central de esta serie disponible en Hulu, pero me parece posible afirmar que puede continuar leyendo con la tranquilidad de que no saltará sorpresivamente en ningún punto de este artículo algún monumental spoiler.

The Handmaids Tale se desarrolla en Estados Unidos, donde un grupo ultraconservador ha logrado tejer una red que promueve la idea de que muchos de los males de su país han sido ocasionados las posiciones liberales e igualitarias –como la igual autonomía sexual de mujeres y hombres- de buena parte de los estadounidenses.  Desde luego, detrás de semejante creencia subyace la idea de que todo lo malo es una suerte de castigo divino; es decir, que sólo a quienes “obran mal” puede irles mal. Y probablemente el principal candidato a castigo divino que se nos muestra es la pérdida de fertilidad de la mayoría de las mujeres.

La representación de grupos marginales de ultraconservadores radicales, delirantes o fanáticos difícilmente puede sorprender a alguien. Lo verdaderamente relevante en el mundo descrito por Atwood es que esta red ha logrado crecer lo suficiente como para crear caos y hacerse del poder político y militar en Estados Unidos. Una vez instalados en el gobierno, los ultraconservadores gradualmente empiezan a implementar medidas – supuestamente provisionales- para calmar la ira divina y contener así el caos y paliar las tragedias.

Las soluciones a los problemas, en concordancia con el origen que se les atribuye, pasan medularmente por sustituir leyes vigentes por los dictados de pasajes de la Biblia con el fin de recuperar la gracia perdida. Así, para sorpresa de muchos, a las mujeres se les priva de todos sus derechos. Por ejemplo, se les cancela el acceso a sus cuentas bancarias, que, desde luego, quedan en manos de sus maridos, y se les prohíbe trabajar. La creencia de que estas medidas son sólo ridiculeces temporales lleva a los ciudadanos que se oponen ellas a no reaccionar inicialmente.

Y cuando deciden hacerlo, ya es demasiado tarde. Tomando como justificación pasajes de la Biblia textuales, el grupo en el poder termina persiguiendo, mutilando o ejecutando a los homosexuales que hicieran pública su condición o que no aceptaran a resignarse a vivir en castidad.  A las mujeres les va apenas un poco mejor. Un grupo queda confinado al papel de amas de casa sin voz ni voto, mientras que otro, el conformado por las mujeres fértiles, es sometido, mediante una combinación de castigos y lecturas bíblicas, y transformado en sirvientas que deben resignarse a ser penetradas periódicamente y contra su voluntad –es decir, violadas- por los altos funcionarios y miembros de las élites como parte de un ritual que requiere de la presencia de sus esposas. A estas “sirvientas” se les dice que son “afortunadas”, pues han sido escogidas por Dios para cumplir con una importante labor en la Tierra.

II. Inadvertencia

Los seres humanos actualmente existentes podríamos despreciar la advertencia de Atwood por al menos dos motivos distintos. (1) Para aquellas personas nacidas a partir de la segunda mitad del siglo XX y sin conocimientos básicos de historia, probablemente los eventos de The Handmaids Tale podrían parecer cuentos increíbles o exageraciones salidas de la imaginación de una mente fantasiosa. Pero Atwood ha atajado esta primera línea de resistencia mediante una aclaración importante: las acciones contra mujeres y homosexuales que en esta novela/serie no son ficcionales, sino adaptaciones de hechos que han ocurrido en algún punto del pasado en nuestro planeta.

(2) Desde luego que una segunda forma de descartar las advertencias de Atwood pasa por considerar que, aunque las atrocidades representadas en The Handmaids Tale han ocurrido antes, éstas pertenecen a un pasado distante del que nos separa una brecha sin puente; es decir, que, dado que nuestro mundo se ha movido y se ha civilizado, este tipo de cosas no pueden volver a ocurrir. Quienes descartan las advertencias de esta forma pueden argumentar que nadie en su sano juicio puede pensar que los tiempos de opresión legalmente justificada regresarán para mujeres o los homosexuales. Sin embargo, considerando las amenazas en puerta, y dado que el progreso ético no suele ser lineal, esta posición tampoco se sostiene.

En este sentido, es fácil ver que en 2017 diversas amenazas se han movido del aislamiento de la mera posibilidad para quedar rayanas en la actualidad. Recordemos que este año hemos sido testigos de la intensificación o multiplicación de eventos que revelan que existen personas, organizaciones y redes trabajando intensamente por regresar a aquel orden. Dos casos pueden servir como evidencia: (a) Alliance Defending Freedom (ADF), una organización estadounidense que, con el pretexto de defender su supuestamente coartada libertad de practicar su fe, y apoyada en un ejército de más de tres mil abogados y en donativos multimillonarios, se dedica a impulsar una visión bíblica del mundo y a pelear legalmente contra disposiciones que garantizan los derechos de homosexuales y de mujeres[2]. El año que terminará el domingo vio a ADF obtener múltiples triunfos e incrementar su alcance. A estas alturas, las operaciones de ADF ya no se limitan a Estados Unidos, sino que esta red ha extendido sus tentáculos a países como India o Belice.

(b) El segundo evento que ejemplifica la realidad de la amenaza reaccionaria tuvo lugar en Alabama, un estado ubicado al sur de Estados Unidos. Ahí, Roy Moore, el candidato republicano al senado, un juez separado de sus funciones por juzgar con la Biblia antes que con la ley, perdió en la elección de senador frente a su rival demócrata. La importancia de esta derrota difícilmente puede ser exagerada. Moore era favorito para ganar a pesar de haber sido acusado por varias mujeres de agredirlas sexualmente cuando éstas eran menores de edad –una tenía catorce años-. Una vez hechos públicos estos hechos, la reacción de Moore y la de sus seguidores fue acusar, insultar o condenar a las mujeres víctimas de ataques sexuales. Pero esto no es todo. Moore también dijo que los atentados terroristas del 9/11 fueron un castigo de Dios a Estados Unidos por distanciarse de él, y que la homosexualidad es un sinónimo de bestialidad que tendría que ser ilegal[3]. Estos dichos no pueden ser considerados frases sueltas o aisladas; en sus eventos de campaña, Moore constantemente alimentaba el odio de sus seguidores contra los homosexuales o contra las víctimas de ataques sexuales.  Sin importar lo anterior, o probablemente por suscribirlo, Donald Trump, Stephen Bannnon y decenas de organizaciones ultraconservadoras se volcaron a apoyarle. Es fácil entender que su derrota haya sido celebrada como un triunfo de la sanidad mental o de la cordura.

III. Metaadvertencia

Las implicaciones de posiciones como las descritas arriba pueden pasar inadvertidas. Finalmente, uno podría, como los inicialmente indiferentes ciudadanos del Estados Unidos representado en The Handmaids Tale, alzarse de hombros y esperar a que los impulsos reaccionarios se calmen o desaparezcan orgánicamente. Y desde México es todavía más fácil minimizar historias que pueden parecernos distantes o ajenas. Pero, dada la magnitud de lo que está en juego, la indiferencia implica un riesgo demasiado elevado. Además, dado que nos encontramos ante una fórmula de exportación, sería ingenuo suponer que la red ultraconservadora que se extiende por el mundo desde Estados Unidos no buscará interferir en México durante las próximas elecciones. En cualquier caso, la experiencia nos enseña que cualquier posible regresión ética debe ser tomada con toda la seriedad posible; y es que una vez instalada, pueden pasar décadas, siglos o milenios para desprendernos de ella.

En consecuencia, me parece que entre los grandes retos que esperan a la humanidad en 2018 tendríamos que incluir el poner un freno al avance de este tipo de organizaciones reaccionarias. Y una forma de hacer esto es transformando lo inadvertido en advertido a través de dos tipos de advertencia. (1) La primera, pasa por advertir o tomar conciencia de lo que está en juego o de lo que podría esperarnos en caso de no hacer nada. En este sentido, un ejercicio simple para reconocer la seriedad de las amenazas regresivas consiste en proyectar lo que ocurriría si quienes las personifican tuvieran la capacidad de contar con poder ilimitado para implementarlas. Quizás el camino más directo para hacer esto es a través de la pregunta “¿qué pasaría si…?”.  Por ejemplo, ¿qué pasaría si más de la mitad de los asientos del congreso estadounidense estuvieran ocupados por “Roys Moores”? Claramente en el mundo según Roy Moore la Biblia reemplazaría a la ley, las mujeres serían silenciadas y rebajadas y los homosexuales serían culpados de nuestras desgracias y perseguidos con la ley en la mano.

¿Qué pasaría si organizaciones como ADF lograran sus objetivos?  Para responder esta pregunta basta con considerar lo que este tipo de organizaciones promueven o han logrado en aquellos lugares donde enfrentan menor resistencia. Así, ADF ha enviado recursos humanos –abogados- y económicos a sus brazos en países como Belice o India para luchar porque se reviertan aquellas modificaciones legales que han retirado a la homosexualidad de la lista de delitos penados. Para ser claro, la inferencia es que, si pudieran, estas organizaciones no dudarían en castigar penalmente a los homosexuales.

No es difícil ver que la respuesta las dos preguntas anteriores nos acercarían lo suficiente al mundo retratado en The Handmaids Tale. Pero la advertencia de que tenemos un lobo en la puerta es insuficiente. Es por ello que el segundo tipo de advertencia que necesitamos es fundamental para hacer las amenazas inadvertidas advertidas es una suerte de metaadvertencia: (2) advertir la necesidad de advertir; es decir, reconocer, como lo ha hecho Margaret Atwood, que el estudio, la comunicación y la discusión pública de las fenómenos como los aquí mencionados son pasos indispensables para lograr la construcción de redes que contrarresten o contengan los reflujos reaccionarios que hoy amenazan derechos y libertades que aún consideramos innegociables.

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[1] http://www.imdb.com/title/tt5834204/awards

[2] https://www.nytimes.com/2017/11/22/us/politics/alliance-defending-freedom-gay-rights.html?_r=0

[3] http://www.cnn.com/2017/12/07/politics/roy-moore-campaign-spokeswoman-janet-porter-anderson-cooper-cnntv/index.html

Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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