PARAÍSO: “DESDE ENTONCES ROBO, BEBO, MATO…”

30/01/2014 - 12:00 am

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SOUNDTRACK DE LA CIUDAD PERDIDA | SEGUNDA PARTE

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Ciudad de México, 30 de enero (SinEmbargo).– “Se me hace irónico que se llame Paraíso. Pienso en la palabra e imagino el edén y esto no lo es. Aunque también pienso que el horror y la negatividad tienen su encanto, pero los nombres dan pauta a las cosas y aquí vivimos a diario la ironía: vivimos en el paraíso de la basura, en el paraíso de la violencia, en el paraíso de las drogas”, habla Emanuel Sanjuán a toda velocidad.

Esa cualidad, la de hablar rápida y articuladamente, debe ser el primer requisito de la actividad que más quiere, pero no de la que vive. En su calidad de rimador su nombre es Streeter One, algo así como El Callejero.

Emanuel es un rapero de 21 años de edad que trabaja como profesor de literatura en el Centro Urbano del Barrio Organizado (CUBO), un relativamente nuevo espacio cultural en medio de la colonia Paraíso Peñón.

Llegó de la colonia Vicente Guerrero hace relativamente poco tiempo. Llegó a vivir con su joven esposa y su pequeña hija.

Podría pensarse que los jóvenes pueden adaptarse más fácilmente al cambio, pero a Emanuel le ha tocado atravesar calles ajenas pintadas de rojo por chavos territoriales que lo ven como un intruso, un muchacho que tampoco hace nada por ocultar su fragilidad.

“Hay agresividad, casi salvajismo. Furia y celo contra el foráneo. Aquí cada quien hace lo que quiere. El Paraíso es un pueblo sin ley”.

En el Paraíso hay demagogia, vivimos en la mentira, dice. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

Mi vida ha sido de todo menos tranquila
he visto tantos problemas, a tanto aguililla
tantos gallos que resultaron ser gallinas
que diría que hoy en día nadie es lo que parecía,
pero me aprendí la lección y ahora soy yo
soy yo quien asume el control, la vida es solo hip hop
un montón de vallas, un montón de saltos
un montón de atascos,
un montón de años sin hacer nada, esperando.
(…)
Que en el camino intransitable hay caballeros cobardes
que se enfrentan a la vida de la forma más fácil
actuando normal, haciendo lo que todos hacen;
yo intenté ser normal, pero no me sale
comportarme normal y ser presentable,
pero cuando estás metido en el rap no hay marcha atrás
no puedes ser normal ni adaptarte en un entorno
en donde se respira odio, yo os odio
¿venís contra mi todos? yo voy contra todos,
que poner la otra mejilla es una tontería.

 

* * *

“Se nos ha impuesto que debemos vivir en la marginalidad y en la violencia. Los niños crecen bajo la violencia, se vuelven adultos que violentan a sus hijos y mueren en la violencia. Ese es el círculo vicioso aquí, porque piensan que en verdad no hay nada más. Creo que la cultura y el deporte, aunque no sea algo de mi interés, cambian la vida de la gente. Les muestras el arte, un libro que no sea el TV y Novelas y a algunos, claro que no a todos, parece caerles un balde de agua fría”.

Streeter One propone Mi amigo satán, de Joaquín Sabina.

 Enjambres de estrellas cruzamos veloces
mientras en mi oído sonaba su voz:
“Hace muchos siglos”, me dijo,
“en el cielo hubo una sangrienta revolución,
un grupo de ángeles nos levantamos
contra el poder absoluto de Dios,
como todo vencido conocí el exilio,
la calumnia el odio y la humillación,
pero te aseguro que de haber ganado
ni muerte ni infierno
ni cinco ni dos,
ni tuyo ni mío
ni odio ni trabajo,
habrían existido,
ni diablo ni Dios”.
(…)
Desde entonces robo, bebo, mato, arrastro
una miserable vida criminal,
pues sé que a la muerte me estará esperando
en el dulce infierno mi amigo Satán.

 * * *

“Se nos ha impuesto que debemos vivir en la marginalidad y en la violencia. Los niños crecen bajo la violencia, se vuelven adultos que violentan a sus hijos y mueren en la violencia. Ese es el círculo vicioso aquí, porque piensan que en verdad no hay nada más", dice. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo
“Se nos ha impuesto que debemos vivir en la marginalidad y en la violencia. Los niños crecen bajo la violencia, se vuelven adultos que violentan a sus hijos y mueren en la violencia. Ese es el círculo vicioso aquí, porque piensan que en verdad no hay nada más”, dice. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

Algo parecido ocurrió con la música cuando su padre, un vendedor por los tianguis de la ciudad, una caja con discos de Black Sabath, Pink Floyd, The Doors. Luego migró al hip hop con bandas como Violadores del Verso.

“Era mensaje tras mensaje, putazo tras putazo: ¡pum, pum, pum! Yo no podía creer que existiera esa manera de expresarse, de evadir la censura. Me enamoré del género y su libertad”.

–¿En qué espacios de tu barrio se clausura la libertad, como ocurría en el mundo imaginado por Orwell?

–El primero y más grande es la ignorancia. Esa es la mayor arma del sistema. La ignorancia es paz, se plantea en el libro. Pero aquí, en el Paraíso, somos ignorantes y somos violentos. Hay demagogia, vivimos en la mentira.

El tercer deseo de Streeter One de hoy es Envuelto en humo, de la Banda Bastón:

Envuelto en humo me siento en mi lugar.
Se quema la casa mientras elevó fantasmas,
vuelo sin rumbo, no quiero aterrizar
mientras la calle este llena de cuentos de falsa esperanza.
Envuelto en humo
abuso en el consumo del producto
aroma hondo, sabor profundo.
Escribo oliendo a turno a cada giro testarudo de una mente
empeñada a darle vueltas al asunto
una labor ágil de imágenes en mi cerebro:
fotografías de mejores días, buenos tiempos;
de vacaciones mi cabeza está muy lejos de mi cuerpo
feliz de ser turista en los recuerdos.
Estoy en la azotea
llorando de la risa por la pena coloreándome las yemas
imagíname como una fiera enferma
que plácida y serena se relaja satisfecha
sobre gordas alfombras de hierba.
Fuera me buscan y este lugar me asusta
a un paso de la muerte y más vivo que nunca
la realidad injusta se porta como puta
sepulta la esperanza y sólo nos deja las culpas.
Envuelto en humo me siento en mi lugar.
Se quema la casa mientras elevó fantasmas,
vuelo sin rumbo
no quiero aterrizar
mientras la calle esté llena de cuentos de falsa esperanza.
Tratando de olvidar el pasado
los corazones se mueren desangrados
el alma estalla en un colapso.
Desde mi lugar espero el ocaso con llamaradas en
manada y la chicharra entre los labios.
Sube como las aves por el amor a lo imposible,
por  el placer inexplicable.
Pon esa cara de culpable encima de las nubes
para que se evaporen los dolores que me hunden.
Me estoy matando mientras me muero de risa y lo sé
todo está mal, pero me siento bien.
Caigo hasta el fondo como caen a trozos todos
cegados por el miedo que es un vicio que provoca odio
por el capricho del viento es que el humo danza.
Viene la calma en cada boca nada que consume el ansia
el tiempo lleva prisa, más yo juego a detenerlo
feliz por un momento fumo y luego duermo.

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PESO SOBRE PESO

La Asambleísta Dione Anguiano llegó a vivir a un costado de la colonia Paraíso Peñón, justo en Ejército de Oriente. Ahora es representante popular de esa zona de Iztapalapa. Su padre, un taxista, emigró de la calle Jesús Carranza, boca del barrio de Tepito en 1973, cuando la política tenía nueve años.

La urgencia de incrementar zonas habitacionales en el Distrito Federal, principalmente consecuencia de la explosión demográfica de la época en la Ciudad de México, tanto por las altas tasas de natalidad como la inmigración de los estados.

Gilberto Bustillos y La Sonora Janeiro describieron bien esos días de apelmazamiento humano:

Ya no vengan para acá,
quédense mejor allá
que el Distrito Federal
no es, no es, no es ya para habitar.
Si usted no quiere fallar
no se vaya alborotar,
ya no hay en que trabajar
ni a donde, ni a donde poder llegar.
El monstruo te va comer
ése ya sabes cuál es:
el Distrito Federal ese es, ese es
ya no vengan para acá.

Otra sátira musical recordada por Dione también describe el asombro por la pérdida de espacio urbano. Esta es de Salvador Flores, Sábado Distrito Federal: 

Desde las diez ya no hay donde parar el coche
ni un ruletero que lo quiera a uno llevar
llegar al centro atravesarlo es un desmoche
un hormiguero no tiene tanto animal.
Los almacenes y las tiendas son alarde
de multitudes que así llegan a comprar
al puro fiado porque está la cosa que arde
al banco llegan nada más para sacar.

El apretujamiento se agravó con la construcción de los ejes viales, indispensables para el alivio del grave problema de hipertensión circulatoria. La intervención implicó la amputación de grandes segmentos habitados. Esto en parte da el por qué al arribo de vecinos de las colonias Obrera, Buenos Aires, Doctores y Morelos, quienes llevaron su fuerte sentido de barrio y familia, su fervor religioso –la Virgen de la Buenos Aires aún se venera en Ejército de Oriente– y su poderoso arraigo en su cultura popular, incluido su ánimo bravío y, en algunas personas, su actividad delincuencial.

A la necesidad de espacio se sumó el oportunismo político y los gobernantes del DF miraron con apetito el Peñón Viejo, erosionado, rellenado con basura y habitado atendiendo a los fines electorales del priismo de los setentas –destaca en esa década la jefatura del entonces Departamento del Distrito Federal de Carlos Hank González, fundador de grupo Atlacomulco–.

“La gente tenía la idea de que quien nos había entregado la casa era el PRI”, recuerda Anguiano en entrevista.

Tras la entrega de las viviendas, en cada proceso electoral, cada seis años, los funcionarios priistas entregaban a cada familia un fólder color carne y grueso que contenía la escritura de su propiedad, pero sin inscripción en el Registro Público de la Propiedad. Las familias poseen tres de esos legajos a los que ni firma o sello imprimieron.

“Así se controlaba a la gente”, apunta la perredista. “Al mismo tiempo ocurría el grave deterioro del poder adquisitivo de las personas”, lo que recuerda a Dione otra de sus canciones favoritas de Chava Flores. Peso sobre peso:

¡Mira, Bartola!,
ahí te dejo estos dos pesos,
pagas la renta,
el teléfono y la luz.
De lo que sobre,
coge de ahí para tu gasto,
guárdame el resto,
para echarme mi alipús.

La entrega de los terrenos resultó insuficiente. La mayoría de los colonos de los setenta llegaron en su infancia y crecieron a la par de las crisis económicas de esa década, los ochenta y del colapso económico de mediados de los noventa. En consecuencia, muchos de los chavalos, cuando crecieron, hicieron familia, pero no abandonaron la casa paternal.

“En Ejército de Oriente, por ejemplo, son 2 mil casas unifamiliares y en las que viven entre 15 mil y 20 mil personas. El crecimiento también llevó a la ocupación de áreas verdes, lo que significó la pérdida de espacios de convivencia. En tres décadas triplicamos la población. Uno de los principales problemas es el hacinamiento y en éste observamos el deterioro de las relaciones familiares, escolares y comunitarias”.

El peso de la población, asentada en un agujero rellenado con basura y la paralela explotación de agua subterránea han ocasionado un serio problema de hundimiento y agrietamiento del suelo. Existen algunas heridas en la tierra con largos de 400 metros que parten casas y banquetas, fenómeno más claro en Ejército de Oriente, pero presente en toda la porción robada al cerro.

Se agregó, primero, la ausencia de crecimiento de espacios de educación superior, después el declive de la educación pública primaria y, al final de ese proceso, la depresión del mercado laboral al grado en que el sistema económico no pudo sostener por más tiempo el acuerdo tradicional a los jóvenes de que si estos estudiaban y trabajaban con honradez y esmero el futuro les sería promisorio y el ascenso social innegable.

Respecto de la escolaridad puede añadirse que en los restos del volcán la deserción ocurre en la secundaria y no en la preparatoria, como en sitios con mayores índices de calidad de vida.

A estos chavos frustrados se les añadió la idea de que el consumo y la exhibición de éste son los marcadores de la felicidad y el éxito. Son, a decir de la Diputada y ex Procuradora social, jóvenes híper erotizados con poca cultura de la prevención del embarazo, así que son frecuentes las niñas embarazadas a quienes espera una vida en casa no de sus padres, sino de sus abuelos y hasta bisabuelos.

Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo
La mayoría de los colonos de los setenta llegaron en su infancia y crecieron a la par de las crisis económicas de esa década, los ochenta y del colapso económico de mediados de los noventa, dice la Asambleísta Dione Anguiano. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

La probabilidad de abandono o semi abandono de parte del varón es alta. Una modalidad de familia dividida es frecuente en Paraíso y sus alrededores: cada miembro de la pareja vive con su respectiva familia, el bebé casi siempre en con los padres de ella, quienes asumen el peso económico que representa el nuevo miembro.

“No existe consolidación familiar”, sigue la Diputada Anguiano. “Este modelo existe desde mi generación y se mantiene en reproducción. Aunque ahora en la ciudad existan más derechos, esta zona es una subciudad que vive en una subcultura y la gente no es alcanzada por el desarrollo social del resto del Distrito Federal”.

El acceso a drogas legales e ilegales es tan simple como que en un espacio relativamente pequeño existen, a decir de uno de los principales vendedores al por menor, 50 sitios de abastecimiento de narcóticos proscritos. El mayor consumo se concentra en los inhalables y la piedra, ambas sustancias con alta potencia adictiva y de devastación al adicto.

“Quienes delinquen suelen pasar una o varias estancias en prisión y, al volver, replican la forma de vida del interior de las cárceles. Es un círculo vicioso en que los chavos tienen pocas alternativas culturales. Por el riesgo de violencia en la zona las se ausentan y esto conlleva al abandono institucional”, concluye Dione el diagnóstico.

Suena como a una bomba de tiempo a la que quitaron el contador de tiempo. Ahora es más fácil entender por qué en la cárcel de máxima seguridad para niños del Distrito Federal, uno de cada cuatro son de estas tres o cuatro colonias entre las 2 mil 125 existentes en la capital mexicana.

 BELIEBER

Citlali aprende a tocar la guitarra y cuida a sus padfres, ambos ciegos. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo
Citlali aprende a tocar la guitarra y cuida a sus padres, ambos ciegos. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

Citlali García Cruz, de 10 años, describe todos los detalles a sus padres. Los movimientos de brazos en la coreografía, las proezas de los pies de Jackson, las caras pútridas de los zombis. El hombre y la mujer se maravillan con los sonidos.

La cara de ambos está dirigida hacia alguna pared, no al televisor. No tiene caso concentrar la vista en  la caja con luz, porque ambos son ciegos. Alberto es invidente desde los 30 años, luego de un accidente automovilístico en que sufrió un daño irreparable.

“Sus iris tienen color, son cafés, pero su mirada no tiene brillo”, describe Citlalli.

Luz desde los dos años de edad, consecuencia de una grave lesión ocasionada por el golpe de una caña de azúcar en un ojo y una infección posterior en el otro. Uno de los ojos está sumido, con una hendidura vertical que atraviesa la mitad de ambos párpados.

Así que en ocasiones cuida de sus dos padres y de su hermanita de un año, Quetzalli. “Mis papás no trabajan, siempre están en casa. Eso me gusta. Cuando no encuentran algo, yo lo busco y se los doy”.

–¿Cómo les describes a Quetzalli? –pregunto a la nena.

–Les digo que tiene el cabello lacio y claro. Y que tiene una manchita en una piernita. Se le hizo porque mi papá tocó un limón y la tentó. Luego la puso al sol. Se le quitará con el tiempo.

–¿Te han platicado tus papás cómo sueñan?

–Mi mamá me ha dicho que con gusanos. Ella puede ver en sus sueños.

–¿Cómo es la vida con ellos?

–Creo es una vida normal. Nos gusta mucho la música”.

–¿Qué escuchan?

– El Haragán y Compañía.

–¿De verdad te gusta El Haragán?

–¡Mucho! Mi favorita es Una rola de amor: 

Una rola de amor
te voy a cantar,
una rola de amor
que te haga llorar.
Tú me iluminas más que el sol.
Tu pelo, tu boca los quiero besar
llevarte conmigo a la eternidad
sí amor, sí amor, sí.

* * *

Citlali aprende a tocar la guitarra en el Centro Urbano del Barrio Organizado. También pintura, teatro y danza. El edificio, junto a uno de los taludes a los que se redujo el volcán, es un refugio al que llegó la niña hace unos pocos meses. El director del centro, Alberto Isaac, la descubrió el deseo en su cara por participar en una obra que ponían en escena en un foro al aire libre en la colonia.

Ella ha resultado ser una actriz nata con potencial para aprender velozmente cualquier cosa. Su sonrisa de dientes incompletos y sus enormes ojos de gatito le aportan el resto del carisma.

Y es despreocupada. Propone que oigamos Baby, de Justin Bieber:

 

Tú sabes que me quieres,
yo sé que estás atenta.
Lánzate cuando quieras
y estaré listo.
Quieres mi amor,
quieres mi amor
y nunca, nunca, nunca nos separaremos.

Citlalli supone que algo necesita explicar por ser una belieber: “Sé que dicen que es gay, pero no lo es. Simplemente es muy guapo”. Pero, definitivamente, su música favorita es la de Jackson.

Se acerca la media noche
y algo malvado acecha en la obscuridad
bajo la luz de la luna
ves algo que ocasiona que se detenga tu corazón
y tratas de gritar,
pero el terror se lleva el sonido y, sin que puedas evitarlo,
comienzas a congelarte.
El horror te mira directamente a los ojos
y quedas paralizada.
(…)
Escuchas la puerta cerrarse
y te das cuenta que no hay por donde huir.
Sientes la mano fría
y te preguntas si volverás a ver el sol.
Cierras los ojos
y esperas que sólo sea tu imaginación.
Nena, pero todo este tiempo
escuchas una criatura acercarse tras de ti,
se te acaba el tiempo.

EL FINAL DEL PARAÍSO 

Paraíso Peñón visto desde arriba de El Hoyo. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo
Paraíso Peñón visto desde arriba de El Hoyo. Foto: Humberto Padgett, SinEmbargo

Se acerca la noche, aún escuchar El Hoyo y la ciudad perdida amenaza con volverse una novia amarga. Es parte de Un medio triste, letra de José Cruz, líder de Real de Catorce:

Poco movimiento, es temprana hora.
La ciudad no muestra su cara granosa, supurante y roja;
sus pelos al pecho ¡oh, oh, oh, ni su carne floja!
La tarde se sienta en el centro viejo
se baja las medias corridas y sucias.
Menea sus pestañas de mujer nocturna
y deja caer la noche al abrir las piernas.
Podrías morir de una enfermedad que usa
placa y corriente eléctrico
o sumergido en una plácida niebla de opio
o montado en las cálidas carnes de una mujer fenicia.
Podrías morir un día cualquiera la
hora poco importa, son tiempos oscuros:
¡escucha atento a las sirenas!
De una madriguera surge la pandilla
por usar espuelas todos son buscados.
Como la marea de un mar iracundo
van cubriendo tramos de calles ajenas.

MAÑANA CONTINÚA EL SOUNDTRACK DE LA CIUDAD PERDIDA 3: EL HOYO

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