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Francisco Ortiz Pinchetti

30/06/2017 - 1:01 am

Frente Amplio, gobierno de coalición

Además de necesario, es absolutamente posible formar un gobierno de coalición en México. No digo que sea fácil. Un gobierno plural e incluyente, como ocurre en muchos países del mundo, entre ellos varios latinoamericanos, como Chile y Uruguay. Es buen ejemplo el reciente caso de Francia, donde el nuevo presidente  Emmanuel Macron integró su primer gabinete ministerial de 22 miembros, que respeta la paridad entre hombres y mujeres y refleja su voluntad de “recomposición política” que prometió a lo largo de la campaña.

Es falso el dilema entre las diferencias ideológicas del PAN y el PRD que harían imposible un acuerdo entre ambos. Foto: Cuartoscuro.

La decisión de las dirigencias nacionales del PAN y el PRD de impulsar un Frente Amplio Opositor para enfrentar las elecciones generales de 2018 es una buena noticia para México. El primer paso está dado. Hay que precisar que la propuesta no es en el sentido de formar una alianza electoral entre ambas fuerzas, como equivocadamente muchos han entendido. Es algo mucho más trascendente que eso. Se trata de abrir cause a la posibilidad histórica de formar por primera vez en nuestro país un gobierno de coalición. Aunque suene utópico.

La iniciativa panista y perredista es una convocatoria abierta para que otros partidos, organizaciones sociales, liderazgos civiles, académicos, políticos y ciudadanos se sumen en torno a un programa básico fundamental que permita más allá de las ideologías y los postulados partidistas una transformación nacional a través de ese gobierno plural. Lo dice bien y sencillo Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la UNAM: “lo que se debe garantizar es una mayoría estable para gobernar, no nada más ganar una elección”.

El evidente agotamiento del sistema presidencialista mexicano obliga a un cambio radical en la manera de entender y ejercer la política. Hoy el requerimiento central es la gobernabilidad. Así de claro. El proyecto, en el que trabaja desde hace cuando menos cinco meses un grupo de especialistas, deberá basarse en unos cuantos objetivos prioritarios, claros y alcanzables, que permitan la recuperación del país. Pienso en seguridad, anticorrupción, combate a la pobreza, educación, empleo. Esto no es demagogia. Lo es en cambio postular que las cosas van a cambiar como por arte de magia a partir de la voluntad de un líder, por más carismático que sea.

Además de necesario, es absolutamente posible formar un gobierno de coalición en México. No digo que sea fácil. Un gobierno plural e incluyente, como ocurre en muchos países del mundo, entre ellos varios latinoamericanos, como Chile y Uruguay. Es buen ejemplo el reciente caso de Francia, donde el nuevo presidente  Emmanuel Macron integró su primer gabinete ministerial de 22 miembros, que respeta la paridad entre hombres y mujeres y refleja su voluntad de “recomposición política” que prometió a lo largo de la campaña.

Su primer equipo fue formado en efecto como un gobierno de coalición que tiene en cuenta el equilibrio entre las diversas fuerzas que forman su mayoría: ocho ministros de izquierda (seis socialistas y dos del Partido Radical de Izquierda), tres del grupo centrista Modem de François Bayrou y dos del partido de la derecha conservadora LR más el primer ministro, Edouard Philippe, que también pertenece a esa corriente. Prácticamente la mitad de los ministros y secretarios carecen de pasado político y provienen de la llamada sociedad civil.

Esa es la idea. Es falso el dilema entre las diferencias ideológicas del PAN y el PRD que harían imposible un acuerdo entre ambos. “No se trata de reconciliar ideologías, sino de instalar un nuevo sistema político”, explicó de manera llana, muy a su estilo, el panista Ernesto Ruffo Appel. Claro está que para lograrlo hay  que ganar las elecciones del año próximo.

Se trata de sumar voluntades para crear una sinergia triunfadora que aliente una alta participación ciudadana. Para ello debe fortalecerse la credibilidad en las autoridades electorales y plantear una propuesta clara y concreta. Y asumir una actitud verdaderamente democrática y generosa que nos lleve a un gobierno de coalición, con mayoría legislativa.

El Frente Amplio Opositor (FAO), como le llaman los panistas, o Frente Amplio Democrático (FAD), como le dicen los perredistas, deberá estar encabezado por las dos fuerzas que lo impulsan. A ambas debe beneficiar electoralmente, es lógico. Fuera de consideraciones ideológicas. Si bien el PAN aparece a la cabeza de las preferencias electorales en encuestas recientes, el siete u ocho por ciento de votos que pueda aportar el PRD es oro molido.

Para el PRD, el acuerdo puede incluir un programa de gobierno común que incluya sus propuestas y un buen número de candidaturas a diputados en las zonas del  país donde aún tiene presencia. Me parece que una tercera parte de ellas sería posible. El atractivo mayor, alcanzable para los perredistas es sin embargo la posibilidad de formar parte del gobierno de coalición que se pretende formar, lo que implicaría su resurrección. Eso de hecho ya se negocia y no debe espantar a nadie.

Por supuesto que dentro de ambos partidos, sobre todo entre los perredistas, hay opositores al Frente Amplio. Hasta ahora sus manifestaciones se han basado más en una visión equivocada del proyecto que en un cuestionamiento sustentado. Insisten en hablar de “alianza electoral”, que no es el caso. También se asoman claros intereses personales, individualistas.  Por supuesto  también que las diferencias entre ambos partidos en materias como el aborto, los matrimonios igualitarios, la política fiscal o los subsidios se antojan irreconciliables. Esos temas, sin embargo, no deben ser –y no son, de hecho— materia de la negociación. Deberán quedar fuera del acuerdo y ser debatidos posteriormente en el seno de un Congreso plural y autónomo. Lo primero es lo primero: hay que tener la fuerza  y la mayoría para sacar adelante los programas y las reformas.

Nuestra Constitución contempla desde 2014, en su artículo 89, la posibilidad de instaurar gobiernos de coalición a partir de la voluntad de quien gane la elección. Hace falta la ley reglamentaria que precise sus características y alcances. Las obvias dificultades para contar con esa legislación secundaria a tiempo hacen necesario que esa modalidad sea precisamente fruto del propio Frente Amplio que se propone.  El del candidato presidencial es tema aparte. Algo innegable es que hay en el país un profundo y mayoritario anhelo de cambio que se debe atender. Estamos ante la gran oportunidad de lograrlo. Válgame.

@fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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