La célebre actriz de Hollywood tiene una breve participación en Las sufragistas, película protagonizada por la joven Carey Mulligan
Ciudad de México, 30 de octubre (SinEmbargo).- La salida esta semana del tráiler de Las sufragistas muestra a la célebre Meryl Streep en su acostumbrado punto justo, a pesar de que la propia intérprete relativizó la importancia de su rol en el filme dirigido por Sarah Gravon.
Se trata de una historia desarrollada en la Inglaterra de la segunda década del siglo XX, cuando los primeros movimientos feministas luchan por sus derechos, en una batalla que cobra intensidad conforme pasa el tiempo.
Una joven luchadora de la clase obrera llamada Maud, personaje a cargo de Mulligan, comienza su protesta de manera pacífica sin resultado y se ve envuelta en una radicalización necesaria que influye en forma trascendental en su vida.
MERYL STREEP, LA ETERNA
El programa de Graham Norton, donde hace unas semanas apoyó la promoción de Las Sufragistas, Meryl Streep, de 66 años, se rió de sí al destacar el poco tiempo en que aparece en pantalla, pese a lo cual su compañera Mulligan describió como “un sueño” el hecho de que la veterana intérprete aceptara trabajar en el filme.
Razón no le falta a la recordada protagonista de El Gran Gatsby: Streep vuelve oro todo lo que interpreta y su notable vigencia, con el récord de ser la actriz más postulada al Oscar en la historia del cine, se ha convertido en un ejemplo para todas sus compañeras de profesión.
Así lo dejó ver la estrella de Criadas y señoras, Viola Davis, quien al recibir su premio del Sindicato de Actores se refirió a Meryl como a un faro que la guía en su carrera actoral.
Bendecida por la genética, ha logrado también mantenerse hermosa y atractiva sin echar mano de la cirugía y sin deformarse el rostro con bótox, como lo mostró la portada de Vogue que protagonizó a los 62 años.
“Soy la mujer más anciana en aparecer en Vogue”, bromeó entonces la actriz, dueña de una belleza sencilla y madura, en la que siempre logra sacarse el mejor partido posible
Pero no siempre Doña Meryl ha estado en la cima, aunque con apenas 30 años se llevara su primer Oscar a casa. Fue por aquel dramón de 1979 llamado Kramer vs.Kramer y en el que un también jovencísimo Dustin Hoffman hacía llorar a la que es hoy una de las actrices más veneradas del orbe.
Y Streep, como no podía ser de otra manera, lloraba. Y lloraba. Y lloraba. Lloraba tanto como Sally Field, una contemporánea que luego encontró un hueco en la televisión con la serie Brothers and Sisters, pero que no ha podido renovar en el cine esa imagen compungida que la caracterizó a lo largo de innumerables filmes dramáticos y sin entender que a veces, hasta en la pantalla grande, es demasiado tarde para lágrimas.
Hay que decirlo: en nuestra juventud no nos gustaba tanto Meryl Streep, precisamente por esa afición al llanto y a poner cara de circunstancia aun cuando el hecho en cuestión fuera nimio, tipo se me quema un pastel en el horno o llego tarde a mi cita con el odontólogo.
Pero la actriz evolucionó y eso es lo que vemos consumado gratamente en su célebre personalidad: el paso del tiempo, la clara muestra de cómo puede ser una vida bien aprovechada y, tal vez, poniéndonos un poco metafísicos, el espejo que intenta responder con eficacia la pregunta de a qué venimos a esta dimensión, qué haremos con los años que nos tocan en suerte.
Es versátil, no hay duda, pero tiende a desbordarse y aun cuando ella se llama, como dijimos, Meryl Streep, también depende de un buen director que la guíe.
No fue así en Julie and Julia, el guión de la afamada Nora Ephron (Cuando Harry conoció a Sally) que llegó a la pantalla grande para contar la historia de la cocinera Julia Child y la bloguera Julie Powell.
Para el personaje de Child, Streep aflautó la voz de un modo que resulta por momentos desquiciante. Sin embargo, la crítica alabó su desbordado tono atiplado y la manera artificial y pomposa con que la actriz recitaba su discurso.
Las opiniones favorables a todo lo que hace (y casi todo lo que hace lo hace bien, no es que estemos restándole mérito a la Primera Dama de Hollywood) son deudoras, también hay que decirlo, del gusto que los críticos y espectadores en la llamada Meca del Cine aplican a sus mimos preferidos.
Actrices más contenidas como las inglesas Helen Mirren o Vanessa Redgrave (precisamente Meryl debutó con la musa de Ingmar Bergman en Julia, filme de 1977), sólo por citar a dos contemporáneas de la protagonista de La dama de hierro, si bien gozan de prestigio en Hollywood, no logran ese fanatismo que consigue Streep con sus personajes casi siempre en el filo de la sobreactuación.
Por hacernos creer, esta verdadera fiera del celuloide también nos ha hecho creer que es más joven y ha sabido casarse con hombres a los que les lleva más de una década, como en la citada Julie and Julia, donde se esposó con Stanley Tucci (51 primaveras entonces) o como en la deliciosa e hilarante comedia It’s Complicated, donde fue pareja de Alec Baldwin, de 53 añitos cuando hicieron el filme.