Parcial y subjetivo | El que pega primero

31/05/2013 - 12:00 am

A la hora de determinar la calidad de un texto, surgen una multiplicidad de factores y parámetros. Los unos los dicta la academia; los otros el canon vigente. Determinar la validez de éstos es una tarea ardua que suele llevar a discusiones tan interesantes como intrascendentes. Aquello que configura la grandeza de un texto literario se sigue escapando de la objetividad y, al parecer, eso sigue funcionándonos en tanto propicia el diálogo en torno a las diferentes obras.

Más allá de la discusión en términos meramente cualitativos, existe otra que rige la opinión de forma más objetiva: el impacto en los lectores. Ahí la fórmula es sencilla: entre más lectores tenga una obra, mejor se puede hablar de ella. Aún más: si estos lectores siguen constantes a lo largo de los años. Sé que estas afirmaciones pueden sonar polémicas. Sin embargo, las pongo como un mero punto de partida. Porque me interesa pensar en las cosas que vuelven atractiva a una novela.

Una de ellas es, sin duda, el inicio de la misma. Existen grandes obras con inicios flojos o comunes, que van perfilando la historia a lo largo de las cuartillas y que alcanzan su epítome casi al final. Otras, por el contrario, parten de una estrategia opuesta: golpean primero, impactan, y conservan la esperanza de mantener esa sacudida a lo largo de todo el libro. Claro está que hay novelas que hacen ambas cosas.

¿Qué tienen en común estos grandes inicios? En ocasiones son una simple frase que hace que el lector no pueda apartar la vista. Esa forma de decir las cosas basta para enganchar. Sin embargo, no siempre es la forma, el orden de las palabras. A veces también llegan conceptos complicados, promesas por cumplirse, ocultamientos. Entre los grandes inicios de novela se pueden contar aquéllos que asumen que el lector tiene antecedentes, que sabe de lo que le están hablando; u otros en los que se sorprende a quien lee por el simple hecho de mencionar algo que nunca había oído.

Estos inicios de novela tienen algo de lúdico y algo de solemne. Hacen pensar que el autor trabajó con esa primera frase (o frases) durante mucho tiempo antes de soltarla. El listado que presento hoy incluye esos inicios. Son 10 porque no queda mucho que decir de las novelas. Estoy convencido que uno como lector, al enfrentarse a esos inicios, se convierte en alguien incapaz de soltar los libros en cuestión. En los casos que presento, bien vale la pena quedar enganchado: las novelas cumplirán lo prometido. Una cosa más: como no resulta nada original un listado de este tipo (abundan por doquier), he intentado balancear entre los grandes clásicos y novelas contemporáneas.

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Como se puede ver, no todos las novelas propuestas inician con una sola frase, contundente. A veces es necesario el primer párrafo. De cualquier modo, esas combinaciones precisas de palabras bastan, a mi parecer, para que continuar las lecturas se vuelva un hecho inevitable. Como ya mencioné, estas diez novelas además cumplen con el difícil reto de continuar en el mismo tenor el resto de sus cuartillas. Grandes novelas, pues, para lectores que se dejan seducir a la primera y están dispuestos a aguantar todos los golpes venideros.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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