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La verdadera sombra del olimpismo es el dólar, no el doping, dice el experto Benjamín Ruiz Loyola

31/07/2016 - 12:04 am

Mientras ya está en Río de Janeiro el diezmado equipo olímpico ruso, sometido al juicio de lo que se ha dado en llamar “doping de Estado”, el deporte de alto rendimiento enfrenta en Brasil una débil contienda con la ausencia de atletas de primer nivel como la saltadora de garrocha Yelena Isinbayeva.

Ciudad de México, 31 de julio (SinEmbargo).- El jueves pasado partió el diezmado equipo olímpico ruso, rumbo a Río de Janeiro, donde tendrá lugar la II edición de los Juegos Olímpicos, entre el 5 y el 21 de agosto próximos.

Sometidos al escrutinio internacional de lo que se ha dado en llamar “doping de Estado”, los 270 atletas volaron junto a sus técnicos y asistentes a Brasil para participar en la cita olímpica, rodeados por la sombra del dopaje que ha puesto en jaque no sólo la competencia, sino también de los criterios con el Comité Olímpico Internacional analiza y combate este flagelo que no es patrimonio exclusivo de Rusia.

Precisamente, “la doble campana” de las “seudo-medallas” que serán otorgadas a los “seudo-atletas”, ha denunciado la saltadora de garrocha Yelena Isinbayeva, la gran ausente junto con el tenista Roger Federer (por lesión) y el futbolista Lionel Messi, de esta importante contienda deportiva.

Isinbayeva, una de las mejores atletas rusas de los últimos tiempos, perdió el recurso que presentó ante la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) y definitivamente no podrá competir en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.

La doble campeona olímpica y triple oro mundial de salto con garrocha había pedido a la IAAF un permiso especial para competir como atleta neutral en Río, después de que el ente rector del olimpismo hubiera excluido de los Juegos a todo el equipo ruso por los continuos escándalos de doping.

Isinbayeva, de 34 años, nunca dio positivo por doping.

En los Juegos de Río sólo podrá competir una atleta rusa, Daria Klishina, saltadora de longitud, quien consiguió la autorización de la IAAF, debido a que entrena desde hace años en Estados Unidos.

Yelena Isinbayeva, una de las grandes ausencias en los Juegos Olímpicos de Río. Foto: Facebook
Yelena Isinbayeva, una de las grandes ausencias en los Juegos Olímpicos de Río. Foto: Facebook

UNA CURIOSA POLÍTICA DE EXCLUSIÓN

A último momento, el  Comité Olímpico Internacional (COI) resolvió no excluir totalmente a Rusia de los Juegos Olímpicos y dejó en manos de las federaciones internacionales de cada deporte la decisión.

Así, la Unión Ciclista internacional (UCI) autorizó aa once ciclistas rusos a participar en los Juegos Olímpicos, mientras que otros tres integrantes del equipo no podrán tomar parte de las competencias de Río de Janeiro por tener antecedentes de doping.

Esta medida de la UCI, aplicada a un deporte cuya sospecha de dopaje trasciende las fronteras nacionales (baste ver el caso del estadounidense Lance Armstrong, sólo la punta de un oscuro iceberg, como sabemos), resulta más política que ejemplificadora. Toma a Rusia como chivo expiatorio de un problema –el del doping- que mancha la trayectoria de casi todos los ciclistas de alto rendimiento contemporáneos.

En una medida similar, la Federación Internacional de lucha libre (UWW) hoy a 16 de los 17 integrantes del equipo ruso a participar de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y sólo el luchador Viktor Lebedev no podrá tomar parte del certamen, por haber dado positivo en un control durante el campeonato mundial juvenil de 2006.

El lugar de Lebedev, en la categoría hasta 57 kilogramos, será ocupado por un luchador bielorruso, de acuerdo a lo que informó la UWW.

EL DOPAJE DE ESTADO

Mientras las autoridades deportivas de Rusia niegan que en ese país haya tenido lugar un dopaje de Estado, el universo olímpico recuerdas siniestros casos en la historia, como los ya conocidos de la Alemania Oriental y Bulgaria, sin que podamos realmente asegurar que las trampas de la química fueron usadas durante la Guerra Fría sólo por los países ubicados detrás de la Cortina de Hierro.

Es decir, no hay por un lado un deporte impoluto, libre del dopaje y por el otro una actividad deportiva sostenida sólo por el uso de sustancias ilegales. El asunto es mucho más complejo que eso y los dirigentes internacionales, atados a compromisos políticos más que deportivos, no parecen ser los más adecuados para resolver el problema del doping en el alto rendimiento.

De unos 390 deportistas que deberían viajar a Río, el castigo afecta a 112. De los 68 atletas, sólo la saltadora de longitud Daria Klishina, que entrena en Estados Unidos, podrá competir, unas cifras que ponen en duda la verdadera legitimidad de los Juegos Olímpicos, en lo que el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha considerado “una campaña dirigida contra nuestros deportistas”.

“Nos han convertido en una Corea del Norte. Nos atacan de todas partes y no podemos hacer nada”, dijo el entrenador de la atleta Yelena Isinbayeva, Yevgeni Trofimov, mientras que el patinador sobre hielo Sergey Lisin apeló a los sentimientos de agravio para redoblar esfuerzos en los Juegos, donde pidió que cada medalla ganada venga acompañada del apéndice: “Ganó en Río pese a que era ruso”.

La jugadora de balonmano Anna Sen, en tanto, prometió “pelear por los deportistas que fueron excluidos”.

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE DOPING?

El doping en el siglo XXI no parece ser un flagelo de otros tiempos. Por el contrario, el dopaje genético, imposible de detectar por ahora, es la gran amenaza que se cierne en la mayoría de atletas de todo el mundo, como asegura en entrevista con SinEmbargo el experto Benjamín Ruiz Loyola, profesor titular de la carrera de Química Orgánica en la UNAM, químico de profesión y diplomado en la especialidad de periodismo científico.

–¿De qué drogas hablamos en el doping deportivo del siglo XXI?

–Hablamos de las de siempre más otras alternativas. Las de siempre tienen que ver con aumentar el rendimiento con las hormonas de crecimiento, los esteroides. Ya que se han conocido muchas de estas sustancias químicas, que se detectan y se castiga a quienes las utilizan, lo que hacen los laboratorios es reproducir nuevas hormonas hasta que éstas comienzan a ser detectadas y así… También hablamos de la posibilidad del dopaje genético y creo que eso es lo que va a ser más difícil de poder manejar.

–¿El doping siempre va delante de los controles oficiales?

–Sí, lamentablemente es una realidad a la que se ha llegado por el hecho de que los verdaderos deportistas compiten no sólo por una corona de laureles sino por miles millones de dólares. Ese es el mayor atractivo de la competencia de alto rendimiento hoy.

–Lo curioso es que países que no tienen posibilidades de ganar medallas, como muchos latinoamericanos, también recurren al dopaje…

–Porque aunque no sea una situación de carácter mundial, el tener los primeros lugares en su propio país, les da por lo menos prestigio.

–¿El problema del dopaje pone en duda las marcas quebradas en las últimas décadas?

–No, no diría eso, porque cuando se ha demostrado que los competidores habían recurrido a sustancias prohibidas, se los ha despojado de las marcas y de las medallas. Como ha pasado con el campeón de ciclismo Lance Armstrong, que tuvo que admitir que había recurrido al dopaje.

–Aunque no fue ni será el único en el ciclismo

–Lo que pasa que ese fue un caso que él negó durante mucho tiempo y por eso se volvió paradigmático. Al final tuvo que admitir el doping.

–¿Diría usted que el doping es la gran sombra del deporte moderno?

–No, creo que la gran sombra del deporte es el dólar. El dopaje es un reto para los propios atletas, pues debe haber ética para no consumir sustancias no autorizadas. Lo que ocurre en realidad es que el deporte se ha comercializado mucho y la figura de los deportistas destacados se ha vuelto verde no de laureles sino de billetes. El dinero condiciona no sólo el deporte olímpico, como vimos al destaparse la cloaca de la FIFA. Todo se reduce a la falta de ética profesional. El dopaje es un elemento más de esa carencia de moral. En la marcha, por ejemplo, los jueces suelen sancionar cosas que sólo ellos vieron y eso también es un grave problema para el deporte de alto rendimiento.

–Unos Juegos Olímpicos sin la presencia de los atletas rusos parecen unos Juegos disminuidos, ¿verdad?

–Bueno, yo esperaría que se revisara la sanción a algunos atletas como la pertiguista Yelena Isinbayeva (no ocurrió, como sabemos), porque efectivamente su ausencia restará de una primera figura a la competencia de salto con garrocha. No quiero decir que ella es la que iba a ganar el oro sí o sí, pero sin duda hablamos de una atleta estelar que al no participar dejará incompleta la prueba de su especialidad. Lo mismo podemos decir con otros atletas rusos, quienes tienen razón en decir que no se han drogado, pero es muy difícil creer que no sabían que había en Rusia un dopaje de Estado. Al no haberlo denunciado, se convierten en cómplices aunque sea por omisión.

–Es dudoso ese concepto de “doping de Estado”, porque convierte a Rusia en el único país que ejerce presión estatal sobre sus deportistas, cuando sabemos que no es así

–Nuevamente tenemos que hablar de la falta de ética. El deporte debería estar fuera de la política y con estas sanciones a Rusia vemos que no es así. Recordemos de todos modos que Bulgaria fue durante mucho tiempo la reina en el levantamiento de pesas y muchos de sus competidores habían consumido esteroides. Luego está todo lo que se supo de Alemania Oriental, lo que quiero decir es que este concepto de “doping de Estado” no es nuevo en el deporte olímpico. Lo que es nuevo es castigar el dopaje de Estado. Me parece que lo que habría que hacer es una investigación mucho más amplia y castigar no solamente a un país a unos meses antes de los Juegos Olímpicos. Es absurdo que ahora se estén cuestionando resultados de China 2008 y Londres 2012. ¿Por qué recién ahora, a poco tiempo de Río 2016?

–¿Cómo cree que será la participación mexicana en Río?

–Lamentablemente el deporte en México no ha sido debidamente impulsado y lo que hay son grandes fallas. Las federaciones no actúan con la debida ética profesional. Una cuestión de carácter político muestra a los dirigentes hacer como que apoyan a nuestros deportistas, pero la realidad es que eso no sucede. Si nos fijamos, la mayoría de las medallas que ha ganado México ha sido ganada por deportistas individuales, como en la marcha, el taekwondo, por ejemplo. Son casos individuales, con la excepción del equipo de futbol, un garbanzo de a libra. El deporte en México es fruto de un esfuerzo individual y no de un trabajo organizado que colabore con un proyecto colectivo. Mientras el deporte sea un factor político, no vamos a avanzar. Los políticos aparecen para colgarse las medallas, diciendo que ellos impulsaron esos logros, pero sólo son palabras al viento.

 

 

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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