¿Qué nadie anda buscando la solución?

01/02/2016 - 12:00 am
La desigualdad entre las personas es un problema social y mundial con dimensiones éticas, sociológicas y económicas. Y en un esquema de capitalismo global, es ante todo una dinámica voraz que se alimenta de la miseria de la creciente base poblacional. Foto: Shutterstock
La desigualdad entre las personas es un problema social y mundial con dimensiones éticas, sociológicas y económicas. Y en un esquema de capitalismo global, es ante todo una dinámica voraz que se alimenta de la miseria de la creciente base poblacional. Foto: Shutterstock

María, responsable del área de atención a clientes en una empresa comercial, se quejó con la Gerente del Departamento por una actitud desafiante de una subordinada suya. Reforzó su rechazo por el trato grosero con una reflexión contundente: “Si yo fuera hombre, ¿me habría hablado en la misma forma?”

La desigualdad entre las personas es un problema social y mundial con dimensiones éticas, sociológicas y económicas. Y en un esquema de capitalismo global, es ante todo una dinámica voraz que se alimenta de la miseria de la creciente base poblacional.

Tiene muchos rostros la desigualdad, que se traduce en discriminación: gira en torno al color de piel, la nacionalidad, la religión, educación académica, género y riqueza, principalmente. Estas dos últimas dimensiones fueron documentadas en 2009 por Clara Murguialday de manosunidas.org, al comparar en su tabla “Brecha entre mujeres y hombres en el mundo” la desigualdad de género. La población, en principio, la estableció en mitades iguales: 50 por ciento Mujeres (M), 50 por ciento Hombres (H). Y de ahí partió.

Horas trabajadas: M 52 por ciento, H 48 por ciento. Dinero en propiedad: M 10 por ciento, H 90 por ciento. Tierra en propiedad: M 1 por ciento, H 90 por ciento (sic). Crédito agrícola: M 2 por ciento, H 98 por ciento. Pobreza; M 67 por ciento, H 33 por ciento. Analfabetismo: M 70 por ciento, H 30 por ciento. Desnutrición: M 80 por ciento, H 20 por ciento. Niñez no escolarizada: M 67 por ciento, H 22 por ciento. Puestos parlamentarios: M 17 por ciento, H 83 por ciento. Puestos ministeriales: 16 por ciento M, 84 por ciento H. Dirección de empresas: M 14 por ciento, H 86 por ciento.

Los nombres comerciales –ya también los lemas, los “slogans”– en inglés, los nombres de pila en idiomas extranjeros, restaurantes con ligero vocabulario en francés o en italiano, pero sobre todo en inglés, los términos cibernéticos todos en inglés, el acoso en las escuelas, en el trabajo, la segregación por género, por color de piel, por etnia, por colonia de residencia, por marca y modelo de celular, por moda usada, todo es un producto de la desigualdad que además la acentúa, la agrava.

El popular Papa Francisco visitará México a finales de la próxima semana. Se ha ganado la simpatía de propios y extraños. Creen en su mensaje quienes piensan como él y quienes lo aceptan sólo por su investidura y su carisma. Sobre el tema ha sido directo, contundente: “La desigualdad es la raíz de todos los males sociales”.

En épocas antiguas el poder político iba de la mano de la riqueza económica. Los reyes convencieron a sus súbditos de que eran ungidos por un ser supremo, y así duraron siglos a costas de la sangre, el sudor y las lágrimas de sus gobernados. Pero un día el pueblo se levantó, acabó con el esquema imperial y tomó el gobierno. Durante mucho tiempo unos y otros eran esferas aparte.

Pero poco a poco los gobernantes, alejados de los dueños de inmensas fortunas, no quisieron sentirse menos y decidieron tener la riqueza además del poder político. En nuestros días los vemos manejar las leyes, manejar sobre todo la aplicación de las leyes, para acumular tanta riqueza como los más acaudalados magnates empresariales… o más.

Tal vez desde la cúpula no se alcance a ver lo que sucede a nivel banqueta, pero los de abajo podemos platicarles a los de allá que el corpus social, esa base sobre la que descansa la estructura toda, está enfermo, está mal. Y no se ven señales de que alguien ande buscando el remedio. Eso es lo peor.

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